Con la Semana Santa a la vuelta de la esquina aumentarán los viajes largos en coche, en avión, en tren o en autobús. Los profesionales sanitarios alertan del riesgo de sufrir una Trombosis Venosa Profunda (TVP), también conocida como trombosis del viajero, a causa de permanecer demasiadas horas sentados y quietos. En Uppers les hemos consultado qué es y cómo evitar la trombosis del viajero. A la TVP la llaman igualmente el Síndrome de la Clase Turista por haber incrementado el número de casos tras el auge de los viajes en avión, sobre todo los transoceánicos. Con la disminución de los precios de los billetes a finales del siglo XX la clase turista empezó a tener acceso a este tipo de viajes.
La trombosis del viajero o TPV es la formación de un coágulo en sangre, en las venas profundas de las piernas mayoritariamente. Está formado por células sanguíneas, partículas y proteínas que se inflaman y se unen para formar una masa sólida o semisólida. El trombo puede bloquear el flujo sanguíneo en una vena y provocar un reflujo de sangre detrás de ese punto. También se llega a desprender para viajar por las venas a otras áreas del cuerpo causando complicaciones graves para la salud.
En este caso, el trombo se genera debido a la falta de movilidad durante un trayecto largo por el pequeño espacio existente entre los asientos de un avión, del tren, del autobús o del coche. Suele suceder por permanecer entre cuatro y seis horas en la misma posición sin que las extremidades inferiores se muevan lo suficiente.
Es cierto que el Síndrome de la Clase Turista puede afectar a cualquier pasajero que esté mucho tiempo sentado en un transporte sin mover los miembros inferiores y que tenga factores de riesgo asociados, pero las probabilidades son mayores en un avión por la disminución de la presión barométrica, el inmovilismo, la falta de humedad y la deshidratación. Esos factores de riesgo a los que se refieren los especialistas son: una alteración congénita de la coagulación, cáncer, insuficiencia cardiaca, COVID, antecedentes personales de trombosis, obesidad o haber estado sometido a un traumatismo o a una cirugía reciente. A mayor edad también se incrementa el riesgo al igual que padecer una inmovilidad prolongada y ante ciertos tratamientos como los hormonales o los anticonceptivos.
La persona que sufre una trombosis del viajero puede darse cuenta enseguida porque los síntomas aparecen durante el vuelo o tardar un tiempo en percatarse porque a veces dan la cara más tarde. Un dolor en la pantorrilla, muslo, pies o piernas; la coloración azulada en la zona; hinchazón de la piel, de los pies o de las piernas; aumento de la temperatura de la piel; hormigueo o adormecimiento de los pies y del tronco inferior; o pesadez de las extremidades inferiores suelen ser los más habituales.
El problema es que en ocasiones extremas ese coágulo puede generar consecuencias mayores si se libera en la circulación del torrente sanguíneo y llega a los pulmones. Una vez en este órgano vital podría provocar una embolia de pulmón, con dificultades para respirar (disnea), taquicardia, dolores de pecho e incluso la pérdida del conocimiento (síncope).
De todos modos, ante cualquier síntoma o duda es aconsejable acudir al médico que es quien se ocupa de evaluar la situación y prescribir el tratamiento correspondiente. Este suele consistir en un anticoagulante para intentar disolver los trombos que se hayan formado. A su vez, los especialistas insisten en que aquellas personas que padezcan algunas de las enfermedades de riesgo nombradas y que vayan a realizar un viaje largo se lo comuniquen a su médico para que se tomen las precauciones oportunas. Por ejemplo, se puede recomendar el uso de medias de compresión.
Los expertos marcan unas pautas para evitar la trombosis del viajero: