Fueron 268 los estudiantes escogidos por la Universidad de Harvard para iniciar el que sería uno de sus proyectos de investigación más ambiciosos sobre vida adulta. Eran los años de la Gran Depresión y la felicidad resultaba, desde luego, un tema digno de interés. Casi 80 años después, con algunos de esos sujetos de estudio aún vivos, las conclusiones son bastante claras: cuando se trata de bienestar importa la genética, pero importan más las buenas relaciones personales, los afectos sostenidos y la vida en común.
“Lo realmente sorprendente de este estudio es podemos asegurar que nuestras relaciones, y cuán felices somos en nuestras relaciones, tiene una poderosa influencia en nuestra salud -ha sostenido Robert Waldinger , director del estudio, psiquiatra del Hospital General de Massachusetts y profesor de psiquiatría en la Escuela de Medicina de Harvard- Cuidar de nuestras relaciones es una forma de cuidarnos a nosotros mismos”.
No es el único estudio que ha llegado a esta conclusión. Otras investigaciones financiadas por el Instituto Nacional de Salud norteamericano, por ejemplo, llegan a conclusiones similares: que el contacto físico, las conversaciones cariñosas o la vida sexual saludable son indispensables para una vida longeva. El factor diferencial del estudio realizado por la Universidad de Harvard es su inusual duración, ya que que en el curso de estos 80 años se ha podido observar a individuos durante la totalidad de un ciclo vital. Así, ha quedado demostrado que el papel de la genética no era tan importante como se pensaba. Y que individuos con antepasados longevos muchas veces no llegaron a tener una vejez saludable, a diferencia de aquellos que cultivaron relaciones afectuosas y satisfactorias.
En una ya célebre charla TED (lleva 23 millones de visualizaciones), basada en el estudio, Waldinger aseguraba sin tapujos que "la soledad mata". El psiquiatra sostiene que los individuos solitarios por lo general mueren antes mientras que las personas con relaciones estables, por ejemplo los matrimonios longevos, suelen tener mucha mejor calidad de vida. "Las buenas relaciones no solo protegen nuestros cuerpos, protegen nuestros cerebros", asegura.
Dado lo longevo del estudio, resulta interesante también como una especie de recuento de la evolución de la propia ciencia: durante los primeros años, los investigadores se enfocaron sobre todo en determinismo biológico y realizaron mediciones antropométricas de cráneos, cejas y ojos, por ejemplo, y analizaron a exhaustivamente la constitución física de los individuos. Poco a poco se fueron incorporando los avances científicos de las distintas décadas, resonancias magnéticas, escáneres, y hasta pruebas de ADN fueron incorporándose a las investigaciones.
Ningún factor, sin embargo, tiene para los actuales responsables un peso tan grande como el de las relaciones interpersonales. “Es fácil aislarse, quedar atrapado en el trabajo y no recordar, 'Oh, no he visto a estos amigos en mucho tiempo -asegura Waldinger, que dice intentar predicar con el ejército- Yo trato de prestar más atención a mis relaciones que antes”.
De hecho, su antecesor, el también psiquiatra George Vaillant, quien se unió al equipo como investigador en 1966 y dirigió el estudio desde 1972 hasta 2004, ya aseguraba que “cuando comenzó el estudio, a nadie le importaba la empatía o el apego. Pero estaba claro que la clave para un envejecimiento saludable eran las relaciones, las relaciones y las relaciones”.
Así que la próxima vez que quedes con tus amigos cercanos, abraces a tus seres queridos o, en general, tengas relaciones satisfactorias y afectuosas con tu entorno, piensa que estás ganándole un par de años a la vida.