Pérez de Albéniz o cómo el ping-pong le ralentizó el párkinson: "Me devuelve los buenos momentos"
El periodista plasma en 'Los reveses' (Libros del K.O.) cómo el tenis de mesa se ha convertido en una pasión que le ayuda a enfrentarse a la enfermedad
"Todos los deportes nos devuelven de alguna manera a la niñez, pero el tenis de mesa es tan exigente que no le da ninguna oportunidad a la nostalgia"
"Es una terapia magnifica para el párkinson: barata, divertida y puede ser practicada por personas de 9 a 99 años"
Inquieto, cáustico, brillante y sin pelos en la lengua. Así ha sido siempre Javier Pérez de Albéniz (Madrid, 1960), uno de esos periodistas a los que cualquiera que ejerza la profesión con ánimo disfrutón y rocanrolero ha querido parecerse. Ha trabajado en los principales medios españoles (El País, El Mundo, TVE, RNE), escribiendo cientos de crónicas de conciertos y viajando por el mundo, y ha diseccionado con ironía punzante la televisión, la música y la literatura en su mítico blog 'El descodificador'. Nunca temió a nada ni a nadie, pero nada te prepara para recibir un diagnóstico de párkinson. Y llegó como un mazazo.
Ocurrió en 2015, cuando tenía 56 años y ya había empezado a alejarse voluntariamente de los grandes medios y de la ciudad, refugiándose en el campo, en un pueblo de la provincia de Toledo cercano a Talavera de la Reina. Lo que comenzó como un cosquilleo raro en los dedos del pie izquierdo terminó siendo el preludio a una nueva vida. Pérez de Albéniz tuvo que aprender a lidiar con una enfermedad que puede manifestarse de muchas formas. La más reconocible es ese temblor incontrolable que hemos visto en personajes populares como Michael J.Fox o Muhammad Alí. Pero cada párkinson es diferente y a él no le pasa eso, al menos hasta ahora.
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Lo suyo tiene más que ver con "una montaña rusa en la que se alternan instantes buenos y malos". Lo que él llama momentos ON y momentos OFF. En los segundos se queda, literalmente, tieso. Le duele el cuerpo entero, la espalda, los riñones, los músculos de los pies, y la cabeza se siente como si hubiera estallado una bomba a su lado. En esos instantes no puede hablar, ni siquiera escuchar música. Pero, tomando la medicación adecuada, terminan pasando y la vida normal se reanuda. Hasta el siguiente apagón. "Sabes que estás mal y que luego vas a estar bien, pero cuando está bien sabes que vas a estar mal. Es esperanzador y es horroroso. Es mi día a día", nos explica.
Casi por casualidad descubrió que el ping-pong, un deporte tan a mano de cualquiera pero que puede llegar a ser tremendamente exigente, no solo se le daba bien, sino que parecía ayudarle a ralentizar la enfermedad. El relato de cómo esta pasión tardía llevó a convertirle de forma rocambolesca y en tiempo récord en subcampeón del mundo para jugadores con párkinson vertebra 'Los reveses' (Libros del K.O.) , un libro inspirador escrito con ese humor y mala leche que su autor nunca ha perdido, al contrario, "estás chungo, cada vez tienes menos que perder y las gilipolleces de la gente te resbalan".
¿Recuerdas lo primero que pensaste al recibir el diagnóstico?
Fue como si una mula me hubiese dado una coz en el estómago. No era cuestión de pensar en nada, no podía pensar en nada. Se trataba se coger aire para sobrevivir al golpe.
¿Cierta dosis de humor es fundamental para sobrellevar una enfermedad?
El humor es muy importante hasta para la persona más sana del mundo. De hecho, creo que una persona sin sentido del humor es alguien enfermo.
¿Qué es el tenis de mesa para ti?
Una máquina del tiempo. El deporte que, estando enfermo, me devuelve los buenos momentos, como cuando no tenía párkinson. Rápido y ágil. Me viene muy bien para el coco y para el cuerpo. Por un lado es una terapia física y por otro mental.
¿Qué era antes de que te dijesen que era bueno para el párkinson?
Nadie me lo dijo. Lo descubrí solo. Antes era el ping-pong, un juego de billares y garajes de amigos. Después se convirtió en el tenis de mesa, un deporte complejo y apasionante considerado por el New York Times como el más difícil del mundo a nivel profesional.
¿Por qué crees que te has lanzado a tope y lo has llevado a un poco más allá del mero hobby?
Porque me lo pedía el cuerpo. No creo que esté especialmente dotado para este deporte, pero estoy seguro de que me divierto mucho jugándolo y que me proporciona infinidad de beneficios físicos. Es la mejor terapia que he encontrado con esta enfermedad.
Cuentas que el ping-pong nos conecta emocionalmente con el pasado, pero sin dejarle espacio a la nostalgia. ¿Podrías explicar esta idea mejor?
Todos los deportes nos devuelven de alguna manera a la niñez. Jugar, divertirte, picarte… todo sin ninguna recompensa económica, como cuando le pegabas al balón en la calle con tus amigos. Lo que sucede es que es tan exigente que no le da ninguna oportunidad a la nostalgia. Tienes que estar atento con los cinco sentidos: ¡La pelota siempre vuelve!
¿Qué tiene el tenis de mesa para que enganche tanto?
Seguramente que es un juego infinito, que muy pronto te deja ver que nunca podrás dominarlo del todo. Es un deporte cabrón, que cuando crees que vas jugando mejor te sacude una hostia y te pone en tu sitio. Muy cerca de la casilla de salida.
¿Qué quieres decir con eso?
Llevas jugando tres años una media de dos horas al día, entrenando duro, esforzándote como nunca… y de repente un novato de da una paliza. Empiezas a fallas, no encuentras el golpeo, te colocas mal en la mesa, te sientes lento, pierdes la confianza... Parece que debes comenzar de cero.
¿Has estado en algún momento cerca de tirar la toalla y buscar otra afición menos exigente?
No. Se que no lo dominaré nunca, pero también que no me cansaré de intentarlo.
Tomas la medicación, la "pastilla mágica", calculando que tus momentos ON coincidan con un entrenamiento o un campeonato. ¿Cómo te organizas para aprovechar esas horas buenas?
Aprovechando cada momento al máximo. Lo que no quiere decir que me vuelva loco. Celebrando las cosas buenas, estando más tiempo con los amigos, simplificando la vida. La frase que deberíamos tatuarnos en un sitio visible: "Disfruta cada sándwich" (Warren Zevon).
¿Se le coge el truquillo a ese tetris diario o nunca te acostumbras a la fragilidad del cuerpo?
Nunca te acostumbras del todo.
El campeonato del mundo de Berlín. en septiembre de 2021. Llegas habiendo participado solo en tres campeonatos y te plantas en la mismísima final
Eso fue estar en el momento justo en el sitio justo. Podía haberme tocado otro grupo, con otros rivales y haber perdido en el segundo partido. Pero fui ganando uno y después otro, y cuando me quise dar cuenta estaba ahí metido.
¿Qué es más satisfactorio? Progresar o ganar?
Me gusta ganar, pero me gusta sobre todo progresar y sentirme bien. Esto es muy importante. Estás hecho una mierda, te vas a jugar, en dos horas entrenas duro, sudas y después te apetece tomarte una cerveza o cenar fuerte. Aparte de los buenos minutos que pasas jugando, está el tiempo posterior.
¿Le recomiendas el ping-pong a cualquiera que esté pasando por lo mismo que tú o no es para todo el mundo?
Se lo recomiendo a todo el mundo. Es una terapia magnifica para esta enfermedad: barata, divertida, y puede ser practicada con todos los niveles de exigencia por personas de 9 a 99 años. Solo necesitas una raqueta, unas bolas y una mesa.
Escribes que "ver amanecer se ha convertido en algo importante". ¿Valoras más ahora los pequeños placeres?
Antes de que me pasase esto ya tenía claro que en los pequeños placeres estaba el rollo. Yo no quiero tener un Lamborghini, lo que ir a cenar con mis amigos. No soy nada exigente respecto a cosas materiales. Quería dejar de trabajar en periódicos porque no me apetecía y lo hice. Me cansé de Madrid y me fui hace 16 años al campo. Esas pequeñas cosas ya las hacía y estoy contento de haberlas hecho. Y con la enfermedad mucho más.
Cuidar la alimentación también se ha convertido en fundamental. ¿Cómo llevas lo de tener que vigilar tanto lo que comes y bebes?
No lo vigilo tanto. Procuro tomar más frutas y verduras, y menos fritos, grasas y carnes rojas. Pero lo cierto es que mi dieta solo ha cambiado en el aumento de mis dos alimentos favoritos: la chirimoya y la cerveza. Mano de santo, oiga.
Dices que el tenis de mesa es música. Y en el libro hay también mucha música. Hank Williams, Iggy Pop, Johnny Cash, Bruce Springsteen… ¿Te sigue salvando la vida a menudo?
La música siempre está ahí. Nunca te dice no, nunca te decepciona, jamás te da la espalda. Encontraras más redención en una canción de tres minutos que en todos los libros de autoayuda, los consejos y los servicios religiosos que pueda ofrece la sociedad actual. Solo tienes que saber encontrar la canción.
Una que te pongas cuando estás de bajón
'Louie Louie', versión Flaming Groovies. Si no funciona ponte 'Hungry Heart', de Springsteen. ¿Sigues arrastrándote? Pues el directo en Harlem de Sam Cooke. Si para entonces no has salido del pozo eres un cadáver.
Una para cuando estás de subidón
'Hardcore Troubador' de Steve Earle.
¿Qué es lo que más echas de menos de antes del párkinson?
Poder andar horas y horas.
Dices que estás jugando contra el tiempo y contra ti mismo, ¿podrías explicar cómo es ese juego vital?
Contra el tiempo, para que no me arrolle antes de la cuenta. Y contra mí mismo, para no acelerarme y dificultar en todo lo posible el trabajo del tiempo.
¿Qué papel juegan tu mujer y tu hija en todo esto?
Sin ellas nada tendría razón de ser.
¿Cuándo vuelves a jugar un Campeonato del Mundo?
En noviembre, Grecia.
Un deseo para el futuro
Koke levantando la Champions en el Bernabéu.