Podríamos resumirlo así: se trata de extraer células de un órgano y hacerlas desarrollarse en laboratorio para luego incorporarlas a un soporte previamente impreso, este se coloca en el cuerpo del paciente, y el soporte impreso desaparece de modo que el cuerpo termina solo recibiendo un tejido (e incluso parte de un órgano) hecho con sus propias células.
Es la medicina regenerativa, que utiliza células y tejidos de la propia persona para intentar mejorar o curar órganos que hayan empezado a fallar. En cierto sentido es como rejuvenecerlos.
Un antecedente de esta tecnología tiene que ver, de hecho, con el procedimiento de trasplante de órganos, que empezó a desarrollarse en las primeras décadas dels. XX, pero en la actualidad se han incorporado técnicas tan recientes como la bioimpresión. El resultado es un tipo de tratamiento que, según uno de los pioneros en su uso, el médico peruano Anthony Atala, podría determinar el futuro de nuestra vida, mejorándola e incluso prolongándola.
En una entrevista publicada por El País, el médico nacido en Perú en 1965, asegura que "Esta medicina permitirá reemplazar tejidos y órganos en caso de necesidad. Si esa regeneración se refiere a órganos que no afectan a la longevidad, no te hará vivir más, pero sí mejor. Si la regeneración afecta a órganos vitales, claro, viviremos más. Una cualidad de la medicina regenerativa es que devuelve los órganos a su estado original y lo hace con células propias, lo que evita muchos problemas".
El cirujano y bioingeniero afincado desde niño en EE UU, donde dirige el Instituto Wake Forest de Medicina Regenerativa, asegura además que un informe de diversas agencias del gobierno norteamericano establece que la medicina regenerativa será la fuerza predominante en la medicina del futuro ya que al usar tus propias células, un órgano creado en el laboratorio es "tan tuyo como el original".
Al ser preguntado por el porcentaje de órganos de un cuerpo que podría reemplazarse por órganos 'artificiales', Atala da una respuesta sorprendente: "Teóricamente, al ser células propias, todos los órganos. Las prótesis pueden producir rechazo, inflamación. Los órganos de otra persona requieren de medicamentos inmunodepresores toda tu vida y siempre existe el riesgo del rechazo al ser células ajenas. En medicina regenerativa el nuevo órgano nunca es rechazado. El cuerpo cree que es su propio órgano".
Un detalle que llama la atención es que, según Atala, "cualquier célula tiene toda la información necesaria para replicar a una persona, como ocurrió con la oveja Dolly. Luego, según el modo de hacerlas crecer se convierten en un tipo de tejido u otro y sirven para un órgano u otro".
Por otro lado, asegura que para hacer las bioimpresiones de los implantes, se utiliza una biotinta que puede ser más liquida o gelatinosa según el tipo de órgano o tejido que se quiera soportar. Este líquido sería solo el armazón para las células que se están reproduciendo. "Con la impresora, o cuando se hace a mano, fabricamos una estructura con la forma del órgano que estamos regenerando para introducir las células en su sitio y con su forma. Ese soporte se desintegra con el paso del tiempo, normalmente 6 meses, que en el caso de órganos complicados con mucha estructura tridimensional puede llevar hasta 18. El objetivo es que esta estructura no sea permanente para que el cuerpo tenga exclusivamente sus propias células. El molde –que, en cualquier caso, no sería rechazado porque no tiene contenido genético– debe desaparecer porque si se queda, ya hablaríamos de una prótesis, de algo ajeno".
Atala también le ha asegura a El País que su laboratorio ya está haciendo "cerebros pequeños", aunque queda mucho para poder fabricar un cerebro humano. Aunque sin duda uno de los momentos más peculiares de la entrevista es cuando habla de la tecnología "body on a chip" (o cuerpo en un chip) que se trata de imprimir microórganos e implantarlos en un chip para probar en este dispositivo (¿vivo?) diversos medicamentos. Así, pruebas que toman años y cuestan cientos de millones de dólares, podrían resolverse en semanas.