El calor extremo no le viene bien a nadie, cuesta aclimatarse cuando no estamos acostumbrados a temperaturas sofocantes. Ante tal situación debemos tomar precauciones, hidratarnos, protegernos de la radiación solar, llevar una dieta más ligera y no hacer ejercicio ni salir a pasear en las horas más intensas de sol.
Además, las personas con alguna cardiopatía necesitan cuidarse aún más debido a cómo afecta el calor extremo a tu salud cardiovascular. En Uppers hemos consultado con un cardiólogo cuál es la reacción del organismo cuando las temperaturas suben en exceso y por qué el sistema cardiovascular se resiente si no goza de plena salud.
Somos animales de sangre caliente por nuestra condición homeoterma, ya que mantenemos una temperatura corporal constante a pesar de los cambios externos. El problema llega cuando hace demasiado calor para lo que se está acostumbrado y la temperatura corporal empieza a subir. La respuesta del sistema termorregulador puede resultar insuficiente y el organismo tiene que hacer un esfuerzo mucho mayor para llevar a cabo las funciones fisiológicas normales.
La consecuencia habitual de este escenario, donde la temperatura exterior es excesiva, es la deshidratación, que implica la pérdida de agua y electrolitos, vitales para que todos los órganos del cuerpo funcionen correctamente. Además, lo normal es que el calor extremo llegue para quedarse unos cuantos días e incluso semanas. En las ciudades coincide con la ausencia de viento y la presencia de contaminantes atmosféricos que complican aún más la situación.
El organismo se enfrenta, por tanto, a un calor intenso y que persiste en el tiempo y le cuesta aclimatarse. En las personas con una patología cardiovascular las consecuencias pueden ser peores.
Ante el calor, el cuerpo pretende regular la temperatura sudando lo que provoca la pérdida de líquidos también en el torrente circulatorio. Tal como explica el cardiólogo, la deshidratación provoca una hemoconcentración, lo que supone la concentración de la sangre con el consiguiente aumento de su viscosidad y del número de glóbulos rojos.
Además, ese mismo calor produce una vasodilatación de todo el sistema arterial lo que ralentiza la circulación sanguínea. Dicha vasodilatación significa un ensanchamiento o dilatación de los vasos sanguíneos con una disminución de la resistencia vascular y un aumento del flujo sanguíneo hacia los tejidos.
Otra consecuencia del incremento de la viscosidad de la sangre es el aumento del riesgo de sufrir un trombo, que a su vez puede provocar un accidente cerebrovascular y coronario. Por otra parte, el corazón debe hacer un esfuerzo mayor para bombear esa sangre tan concentrada y para ello aumenta la frecuencia cardíaca.
La mayor densidad de la sangre y esta frecuencia cardíaca que es superior a lo normal pueden desencadenar problemas de salud graves como una angina de pecho y hasta un infarto de miocardio que requieren atención sanitaria inmediata. Con una angina de pecho se percibe un dolor muy intenso en el pecho debido a que el músculo cardíaco no recibe suficiente sangre oxigenada. En cuanto al infarto de miocardio es un síndrome coronario agudo, donde hay falta de riego en una parte del músculo del corazón debido a una obstrucción de una de las arterias coronarias que lo alimentan.
Como se ha explicado, el calor extremo altera los mecanismos de termorregulación, que mediante el sudor y la dilatación de los vasos sanguíneos periféricos busca rebajar la temperatura corporal. Por otro lado, la deshidratación disminuye drásticamente la tensión arterial generando desde mareaos hasta un síncope o un golpe de calor.
En un síncope por deshidratación o lipotimia por calor, detalla el cardiólogo, “se origina un inadecuado retorno venoso central y una perfusión cerebral insuficiente”. El afectado sufre una sensación de debilidad o mareo e incluso un desvanecimiento con la pérdida del conocimiento. El golpe de calor es mucho más grave “ya que puede causar un fracaso multiorgánico que provoque importantes secuelas”.
Queda claro que una de las claves para evitar problemas ante las temperaturas altas, más cuando se sufre una enfermedad cardiovascular, está en la hidratación. Consiste en beber agua, aunque no se tenga sed, además de infusiones y caldos suaves y sin grasa. Incrementar la ingesta de fruta y verdura también ayuda a mantenerse hidratado por la cantidad de agua que aportan al organismo.
Otra recomendación es guarecerse del sol durante las horas centrales del día (entre las 12 del mediodía y las 4 de la tarde), hacer deporte de madrugada o por la noche, utilizar ropa fresca y de tejidos naturales, proteger la cabeza con un sombrero o gorra transpirable al igual que no consumir alcohol porque altera la regulación de la temperatura corporal y llevar una dieta saludable con alimentos bajos en sal, grasas o azúcares.
El cardiólogo también apunta que aquellas personas que tienen recetados diuréticos deben consultar con su médico si ante el calor extremo deben ajustar la pauta.