Con el buen tiempo empezamos a pasar horas en la playa, hacemos excursiones por el campo, organizamos una visita a una ciudad o practicamos deporte al aire libre. Estas actividades tan saludables comparten un riesgo común: el sol. Sus rayos ultravioletas provocan quemaduras en la piel cuando nos exponemos sin protección con consecuencias como el desarrollo de cáncer de piel.
El melanoma es el tipo con mayor incidencia y conlleva un problema añadido, se puede confundir con un lunar cualquiera. En Uppers hemos preguntado cómo diferenciar un lunar de un melanoma a un experto en este campo, el doctor Eduardo Nagore, que coordina con Europa la campaña Euromelanoma y es dermatólogo miembro de la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV).
Precisamente, la Fundación Piel Sana de la AEDV presentó a finales de mayo pasado la campaña Euromelanoma 2023. Este año su objetivo fue “incidir en la mejora de los hábitos de exposición al sol y en la autoexploración” con el punto de mira en los adolescentes y en los adultos jóvenes. Desde la organización insisten en la importancia de protegerse la cabeza y el cuerpo con prendas diseñadas con tal finalidad y con cremas solares de 50 SPF como mínimo.
Según apuntan en la AEDV, “la incidencia del cáncer de piel ha aumentado un 40% en los cuatro últimos años. A pesar de que es uno de los tipos de cáncer más prevenibles, en España se diagnostican más de 78.000 nuevos casos de cáncer de piel al año”. En cuanto a las estimaciones, en 2040 el melanoma se convertirá en el segundo tumor en incidencia global. También subrayan que “el daño provocado en la piel por la radiación ultravioleta se va acumulando a lo largo de la vida, por eso es importante evitar una exposición solar excesiva”.
La buena noticia es que todo ello se podría evitar o prevenir cumpliendo tres puntos:
Ahora bien, muchas veces se confunden los lunares con un melanoma y hay que saber distinguirlos, “aunque ante cualquier duda lo más eficaz y recomendable es acudir al dermatólogo”, insiste Eduardo Nagore.
Un lunar o nevo es una lesión benigna, y por tanto no cancerosa, de la piel. Está formado por un grupo de melanocitos, que son células que tienen la tarea de producir melanina, la sustancia que pigmenta o le da color a la piel (bronceado o marrón) y a los ojos. Lo habitual es tener entre 10 y 40 lunares en todo el cuerpo y que tengan un color oscuro. A veces sobresalen con respecto al resto de la piel, debido a esa mayor acumulación de melanocitos.
El melanoma, por su parte, no es una lesión benigna, todo lo contrario. Es un tipo de cáncer de piel que se desarrolla cuando los melanocitos empiezan a crecer sin control. La razón por la que es un dermatólogo quien le debe poner nombre es que su apariencia es muy diversa. Un melanoma puede ser plano, tener grosor, de color marrón oscuro o negro, a veces cambia con el paso del tiempo, es diferente al resto de manchas o lunares, es inusual, de bordes irregulares, extraño e incluso presenta un mal aspecto. Además, es un tumor que puede aparecer en cualquier parte del cuerpo. Eduardo Nagore apunta que una pista para diferenciarlos es que el melanoma es “como el patito feo de la piel en comparación con el resto”.
En realidad, sin importar los años, desde edades tempranas es necesario realizar revisiones periódicas para descartar la aparición de melanomas o de algún otro tipo de cáncer de piel. Sin embargo, Nagore señala que “la edad media en la que empiezan a aparecer el 50% de los melanomas está en los 54 años”. En niños y en adolescentes menores de 18 años es excepcional. El restante 50% de melanomas suele darse desde los 55 años. La razón está en el envejecimiento de la piel, en su vulnerabilidad y todo el daño ya acumulado.
Por otra parte, el dermatólogo destaca que “hay determinados tipos de piel, incluso tipos de personas, que tienen una mayor posibilidad, riesgo o propensión para el desarrollo de un melanoma”. Esto se debe a que “son pieles o características personales en las que existe una mayor sensibilidad a la radiación ultravioleta, que es el factor ambiental conocido del que se tiene certeza que provoca el tumor”. El doctor se refiera a personas de piel muy clara que enseguida se enrojece por el sol, ojos y pelo claro o pelirrojo. No obstante, señala que una persona de piel, ojos y pelo oscuro igualmente puede desarrollar un melanoma.
Otro grupo de personas con mayor riesgo son aquellas que tienen muchos lunares y de color negro. Según Nagore, esto se debe a que “su piel tiene una mayor capacidad para que sus melanocitos se multipliquen con lo cual se generan más posibilidades de que en esos procesos de proliferación se acaben descontrolando las células hasta producir un cáncer”.
Un melanoma puede provocar un desenlace nefasto cuando no se trata. Por este motivo, el dermatólogo hace hincapié en el cuidado, en la prevención, en la autoexploración y en la detección precoz. En sus primeras fases el melanoma se puede extirpar sin más riesgos. A veces surge la necesidad de realizar pruebas diagnósticas para comprobar sus características o las posibilidades de desarrollar metástasis con analítica o resonancia.
Puede que el diagnóstico implique un tratamiento sistémico con radioterapia o inmunoterapia, con la finalidad de desbloquear el sistema inmunológico que se ha bloqueado frente al cáncer. Además, la investigación actual está desarrollando nueva farmacología que podría actuar frente a las alteraciones o mutaciones moleculares.
Nagore subraya que los tratamientos actuales han posibilitado que un 60% de las personas que han desarrollado metástasis sobreviva tras superar los cinco años desde el diagnóstico y se sigue avanzando muy positivamente.
Lo que sí es cierto es que tras la aparición de un melanoma se debe extremar la vigilancia porque ya son superiores los factores de riesgo, al igual que cuando hay otros casos en la familia porque “está demostrado que hay un componente genético”, concluye el doctor Eduardo Nagore.