El verano ya está aquí y las personas mayores de 50 nos hacemos más conscientes de los múltiples riesgos que suponen las altas temperaturas. Nuestro sistema circulatorio, por ejemplo, puede verse afectado y generar molestias que afectan nuestra calidad de vida. ¿La razón? La subida de la temperatura altera el funcionamiento del mecanismo de regulación térmica del cuerpo que intenta, a través del sudor y de la dilatación de los vasos sanguíneos periféricos, disminuir la temperatura global del organismo.
Este cambio en el funcionamiento del mecanismo de autorregulación térmica puede llevar a un estado de deshidratación y a una disminución de la presión arterial, lo que provoca mareos, síncopes o golpes de calor. Se calcula que una de cada tres personas sufre síntomas asociados a una mala circulación sanguínea y al calor.
"El calor en verano posee un efecto vasodilatador: las venas se dilatan y, de algún modo, circula más sangre y esto hace que tienda a acumularse más en las extremidades", señala Gemma Chiva Blanch, profesora agregada e investigadora de los Estudios de Ciencias de la Salud de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Esta acumulación de sangre en las extremidades puede provocar que se hinchen, sobre todo manos y pies. Y si se tienen varices, con las altas temperaturas se pueden dilatar más fácilmente y crecer, con la consiguiente molestia e incluso dolor para la persona que las padece. Así mismo, dado que el calor hace que la sangre circule más despacio y que se modere el retorno venoso, cuesta más que llegue a manos y pies, donde hay muchas terminaciones nerviosas. Esto puede causar una sensación de frío y hormigueo.
Chiva Blanch, especialista en nutrición e investigadora en endocrinología y nutrición, explica que a pesar de que haga calor, hay una serie de acciones que pueden llevarse a cabo para mejorar la circulación sanguínea y prevenir los efectos del calor. A saber:
1. Aunque las temperaturas sean elevadas, debe evitarse el sedentarismo, que propicia que se acumule más sangre en las piernas. "Hay que hacer ejercicio diariamente, ya sea saliendo a pasear al anochecer a paso rápido o nadar un rato en el mar o en una piscina", aconseja Chiva Blanch.
2. Una buena hidratación es fundamental. "Hay que tomar principalmente agua, no hidratarse a base de zumos ni bebidas azucaradas con gas que no son saludables en absoluto y, además, aumentan el riesgo de enfermedades cardiovasculares", afirma. También debe evitarse el consumo de alcohol, puesto que tiene un efecto deshidratante.
3. No pasar mucho tiempo ni sentados ni de pie, porque puede provocar retención de líquidos.
4. Refrescarse, ya sea tomando una ducha de agua fría o de contrastes en las piernas, alternando agua fría y tibia, o yendo a la playa, a la piscina o a un río. "El agua fría tiene un efecto vasoconstrictor, las venas se cierran un poco y bombean mejor la sangre de retorno hacia el corazón", comenta Chiva Blanch.
5. Debe cuidarse la dieta, que tiene que ser muy rica en frutas y verduras, ya que contienen grandes cantidades de agua y, además, vitaminas y compuestos bioactivos que favorecen la circulación de la sangre. Se desaconsejan las dietas muy pesadas. "Cuando comemos, la sangre va al estómago y el corazón bombea más para intentar mantener todo el volumen de sangre. Si comes mucho, haces trabajar más al sistema", afirma la investigadora.
6. La ropa que llevamos tiene que ser ligera, cómoda y transpirable, sin apretar.
7. Es recomendable mantener las piernas elevadas durante al menos media hora. Hacerse masajes en los pies y en las piernas también puede ayudar a estimular la circulación de la sangre. Eso sí, remarca Chiva Blanch, no son necesarias cremas especiales, una hidratante normal es suficiente. "Salvo que exista un diagnóstico médico concreto y que desde atención primaria se haya recetado el uso de determinadas cremas, tiene la misma efectividad hacer deporte o aplicar duchas de agua fría en las piernas", asegura.
8. Debe evitarse la exposición directa al sol en las horas de máxima insolación, así como el consumo de tabaco, que tiene un efecto muy negativo sobre las paredes de las venas.
Las mujeres suelen mostrar una mayor incidencia de problemas circulatorios, como varices. En concreto, a partir de la menopausia y, en general, de los 40 años es cuando los problemas o bien aparecen o se agudizan si ya estaban presentes, como por ejemplo pesadez de piernas. Por eso, insiste Chiva Blanch, es necesario que este grupo de población se mantenga especialmente activo, siguiendo las recomendaciones para mejorar la circulación sanguínea, con especial énfasis en la hidratación y las duchas de agua fría o de contrastes en las piernas.
Además de las mujeres, las personas que sufren enfermedades cardiovasculares, o con diabetes, síndrome metabólico, obesidad o hipertensión, también son más vulnerables al calor. "Sobre todo, hay que hidratarse muy bien. En una ola de calor, lo que puede causar la muerte de una persona es, precisamente, la falta de hidratación", recuerda Chiva Blanch.