La Sociedad Española de Neurología cifra en unos 800.000 los casos de personas que padecen la enfermedad de alzhéimer en España. Supondría, teniendo en cuenta sus datos, el 60% de los supuestos de demencia. Y todo ello contando con que el 30% de los casos, aproximadamente, no están diagnosticados. La Organización Mundial de la Salud califica las demencias como la verdadera pandemia del siglo XXI: actualmente estaríamos hablando de unos 55 millones de pacientes, que en 2030 podrían convertirse en unos 70, según datos del organismo. En los últimos meses se han seguido las buenas noticias con respecto a los fármacos que pueden tratar sus síntomas: ¿quiere decir esto que estamos ante una nueva era de la enfermedad?
Las buenas noticias comenzaron en el verano de 2021. Fue entonces cuando la Administración de Alimentos y Medicamentos estadounidense dio luz verde al primer fármaco contra el alzhémier, el Aducanumab. Su llegada se celebró mucho: frente a los medicamentos sintomáticos que había hasta entonces (centrados en mejorar los síntomas), este permitía ralentizar la enfermedad, impidiendo que las neuronas murieran. El fármaco, vendido como Aduhelm, retrasa el deterioro cognitivo en un 22%, con un precio de 47.000 euros por año y por paciente, lo que imposibilitó que llegase a España.
La segunda piedra en este camino de esperanza llegó el pasado otoño. Su nombre, Lecanemab (comercializado como Leqembi). Como el anterior, este anticuerpo monoclonal consigue señalar las placas cerebrales de proteína amiloide, que son un marcador de la enfermedad, eliminándolas. El ensayo clínica reducía en un 27% la progresión de la enfermedad. Consiste en un tratamiento consistente en inyecciones endovenosas durante un año y medio, cada dos semanas; a partir de los seis meses, conseguiría que el paciente empeorase más lentamente.
El último episodio se ha conocido hace solo unas horas, con la publicación en la revista científica JAMA de los resultados de un ensayo de fase 3 con un medicamento denominado Donanemab, de la compañía farmacéutica Lilly. En este caso, el porcentaje de retraso del deterioro cognitivo siguiendo el tratamiento con este anticuerpo monoclonal ascendió hasta el 35%, la cifra más alta de los tres fármacos. De media, el avance de la enfermedad se ralentizó entre 4,4 y 7,5 meses a lo largo de 18 meses.
La preocupación para dar pasos hacia adelante en la lucha contra una enfermedad que toda persona que cumple ochenta años tiene hasta un 70% de probabilidad de padecer, es enorme. Pero, ¿qué supone el surgir y la aprobación de estos medicamentos? ¿Tiene un impacto real, están llegando efectivamente a los pacientes o lo harán en el futuro? ¿Podemos hablar de un nuevo escenario en la lucha contra la demencia?
Las noticias con respecto a los resultados que han conseguido los mencionados fármacos han arrojado esperanza en la complicada situación a la que se enfrentan en España cientos de miles de personas. Pero las asociaciones de pacientes y familiares ofrecen cierta cautela frente al optimismo científico. Elementos como los efectos secundarios o las complicaciones para aplicar el medicamento al gran público enfrían las expectativas iniciales de la ecuación.
Es preciso tener presente que los medicamentos no curan la enfermedad, tan solo ralentizan su avance en los estados iniciales de la misma (no así en caso de pacientes con un desarrollo grave de la misma, para lo que será necesario seguir buscando otras terapias). Además, se trata de fármacos excepcionalmente caros, que todavía no han sido aprobados, por ejemplo, por la Agencia Europea del Medicamento. Los prometedores fármacos tienen un buen número de luces y sombras.
Aun así, el director del Centro de Investigación de la Enfermedad de Alzheimer de la Universidad de California en San Francisco, Gil Rabinovici, reconoce los importante avances que esto supone en un editiorial adjunto a la mencionada publicación de JAMA. En una línea similar, Liz Coulthard, del Departamento de Neurología de la Demencia en la Universidad de Bristol los resultados son "alentadores" y podían suponer que, en un año o dos, pacientes de alzhéimer estuviesen recibiendo tratamientos que disminuyan el avance de su enfermedad.