Dicen que la mayor parte de nuestro cuerpo se compone de agua y mentira en esto no hay, en realidad alrededor del 60% de él está compuesto por este elemento, por lo que resulta ser sumamente importante para todos los seres humanos. Es más, se sabe que bien podría sobrevivir el cuerpo sin comer unos días, pero en realidad no podrá sobrevivir nunca a la ausencia de agua porque es esencial para mantenerse en buen estado.
Con todo, por todos es conocido que como mínimo se deben consumir 8 vasos de agua al día, pues en más de una ocasión este consejo se ha repetido en diversas plataformas y a través de diferentes profesionales, haciendo alusión a los 2 litros necesarios para que el cuerpo se mantenga en buen estado de salud, pero la pregunta del millón sería ¿qué hay de cierto en esto?
Con el calor se pierden más líquidos, por lo que es fundamental beber más agua que en otras épocas del año. Además, sin una buena hidratación podemos sufrir un golpe de calor, una insolación o agotamiento por calor. Si a esto le añadimos un verano más caluroso de lo habitual, las condiciones juegan en nuestra contra. El sistema inmune se debilita y empeora, para proteger nuestra salud debemos aumentar el consumo de agua, vitaminas y probióticos. Sin embargo, con las vacaciones es frecuente perder la rutina y olvidarnos del bienestar.
El consumo recomendable de agua es de 2 a 2,5 litros al día. Este consumo puede alcanzarse bebiendo, pero también es muy efectivo ingerir frutas y verduras. De hecho, a través de vegetales podemos saciar un 20% de la hidratación, dejando el restante a la bebida. No obstante, esto puede variar dependiendo de los hábitos de cada persona, el esfuerzo físico que realiza o la edad, entre otras circunstancias. Por otro lado, es importante saber que las bebidas con gas y alcohol, como la cerveza, en lugar de hidratar, tienen el efecto contrario.
Si no nos hidratamos bien, la temperatura del cuerpo aumenta y produce síntomas como sequedad de labios y boca, pocas ganas de orinar, apatía y cansancio. Como hemos dicho, nuestro cuerpo pierde más agua con las altas temperaturas, una pérdida que puede situarse entre los 2,5 y 3 litros de agua a través del sudor y la respiración, y que puede aumentar si se realiza ejercicio físico. Cuando la cantidad de líquido que entra en el cuerpo no es la misma que la que se elimina, hablamos de desequilibrio hídrico y de deshidratación.
El cuerpo, por sí solo, no es capaz de producir el líquido que necesita; por tanto, debemos proporcionarle las cantidades a través de los alimentos y de otros líquidos. Si estos líquidos no entran en la cantidad adecuada comenzará la deshidratación, empezaremos a sentirnos más cansados y el corazón tendrá que hacer un sobreesfuerzo para trabajar correctamente.
Cuando notamos sed se calcula que nuestro cuerpo ya ha perdido un 1% de líquido que se necesita para vivir. Son especialmente vulnerables a la deshidratación los niños, las mujeres embarazadas o durante la lactancia y los ancianos. Debe tenerse en cuenta también que el alcohol favorece la deshidratación porque aumenta la temperatura corporal y, además, puede tener un efecto diurético que provoca que se expulsen más líquidos de los que se toman.
Según el Observatorio de Hidratación y Salud, en circunstancias normales es recomendable ingerir unos dos litros de líquido al día. Pero en situaciones especiales, como ambientes de calor y temperaturas altas, es necesario beber tres litros o más. Es lo que recomienda también la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), entre 2 y 2,5 litros de agua al día y 2,6 litros en las mujeres durante la lactancia.
La agencia recuerda que “debe beberse 500 mililitros de agua adicionales por cada grado de temperatura superior a los 38ºC”. Con todo, los expertos reconocen que la cantidad adecuada de líquido depende de la persona, su condición física, edad, sexo, su nivel de actividad física y situaciones ambientales.