La subida de la cesta de la compra ya no es noticia. Pero el incremento de precio en el aceite de oliva no deja de dar titulares. Según un informe de la OCU, el aceite de oliva ha disparado su precio en el último mes y medio con una subida del 15,4% que ha llevado el precio medio de los 8,16 euros a los 9,42, superando los 12 euros en el caso de algunas marcas.
Estas subidas tienen su origen en la importante reducción de la cosecha sufrida esta campaña, cuya producción ha caído cerca del 50%. Sin embargo, la OCU explica que el aceite que ahora mismo esta en los supermercados se compró a los productores a unos precios mucho menores de los que ahora se exigen en los mercados mayoristas. Por tanto, estaríamos asistiendo a un escenario de especulación sobre el precio del aceite.
La consecuencia directa para los consumidores es la reducción del consumo de aceite de oliva hacia otros más baratos. En esta operación 'Cambio de aceite', el de girasol se perfila como una de las alternativas más probables. ¿Qué perdemos o ganamos desde el punto de vista nutricional?
El aceite de oliva se produce a partir de un fruto y el de girasol, de una semilla. Sus distintos orígenes dan lugar a varias diferencias. "La principal está en el tipo de ácidos grasos de cada uno: el aceite de oliva es especialmente rico en ácido oleico (omega-9), que es monoinsaturado. El aceite de girasol, por su parte, es rico en ácidos grasos poliinsaturados, en particular el ácido linoleico, que es un ácido graso esencial omega-6", explica la médico y nutricionista Martina Vázquez, de la clínica de nutrición Nutrivázquez.
Cada uno de estos ácidos cumplen funciones diferentes en nuestro organismo: "Los ácidos grasos monoinsaturados presentes en el aceite de oliva pueden ayudar a reducir el colesterol LDL (colesterol 'malo') y aumentar el colesterol HDL (colesterol 'bueno'). Son beneficiosos para la salud cardiovascular, mejoran la sensibilidad a la insulina y son antiinflamatorios y antioxidantes. Los ácidos grasos poliinsaturados son claves en nuestro sistema inmune, muy beneficiosos para nuestro cerebro, articulaciones y salud cardiovascular", señala la experta.
Cuando se habla de aceite de oliva, siempre se señala el virgen extra, el que se produce solo con medios mecánicos, como el de mejor calidad. Pero no es la única opción en este estándar; también existe la variedad virgen extra en el aceite de girasol, aunque no son equiparables. "El aceite de girasol virgen extra y el aceite de oliva virgen extra tienen algunas diferencias en términos de composición nutricional, sabor y usos culinarios", explica Martina Vázquez.
"En cuanto a la composición nutricional, sus ácidos grasos son distintos, como decía, con distintos efectos en la salud. El sabor y el aroma de ambos son muy diferentes: el aceite de oliva virgen extra tiene un sabor y un aroma característicos que varía según la variedad de aceitunas y el proceso de producción. Por lo general, tiene un sabor afrutado y un ligero toque amargo y picante. En contraste, el aceite de girasol virgen extra tiende a tener un sabor más neutro y suave, es como comer pipas directamente, lo que puede ser beneficioso para ciertas preparaciones culinarias donde no se desee un sabor dominante", resume esta doctora.
Por tanto, el aceite de girasol puede ser alternativa al de oliva en algunas preparaciones, lo que les diferencia es la producción de cada uno de ellos. "Existen diferentes tipos de aceite de girasol según el proceso de extracción y refinamiento, pero no hay una mejor variedad de semillas. Las diferencias radican en el proceso de producción y en la calidad del aceite resultante", confirma el médico y también nutricionista Jesús Vázquez, responsable de Nutrivázquez. El experto establece tres categorías de aceite de girasol:
Según señala este experto, el aceite de girasol virgen extra, preferentemente de agricultura ecológica, es perfecto para tomar en crudo. Para freír, lo mejor sería el alto oleico. ¿Y el refinado? "Tiene la ventaja de que es más barato y aguanta bien la temperatura".
Para Martina Vázquez no hay duda: "Los mejores aceites para freír son el de oliva virgen extra de baja acidez y el de girasol alto oleico". La razón es que ambos son estables frente al calor. "Los dos aceites son buenas opciones para freír debido a su estabilidad a altas temperaturas y a sus perfiles de grasas saludables. Si buscamos un aceite que pueda soportar temperaturas de cocción más altas sin descomponerse y que tenga un sabor más neutro, el aceite de girasol alto oleico podría ser la elección preferida. Sin embargo, si aprecias el sabor distintivo del aceite de oliva y no planeas cocinar a temperaturas extremadamente altas, el aceite de oliva virgen extra es la mejor opción".
Los dos nutricionistas, padre e hija, apuestan por el consumo habitual del AOVE, pero en esta coyuntura alcista también apuestan por combinarlo con el el de girasol virgen extra. "Lo mejor es utilizar tanto el aceite de oliva virgen extra en platos fríos y calientes, y el de girasol virgen extra en platos fríos. Así tenemos un aporte seguro y balanceado de ácidos grasos omega 3, 6 y 9", resume Jesús Vázquez.