Las inmersiones en agua helada de la doctora Angélica Cuapio nos devuelven esa idea de sabio loco presente en nuestro imaginario. Pero no hay ninguna chifladura en esta científica mexicana que investiga enfermedades infecciosas en el prestigioso Instituto Karolinska (Suecia). En las gélidas aguas de Estocolmo encontró la cura para algunas de las secuelas persistentes que le dejó el covid y ahora planea estudiar a fondo su aporte al sistema inmune y, de manera más concreta, al llamado covid persistente o long covid. Si hubiese que ponerle un adjetivo, el más ajustado sería intrépida.
Para hacernos una idea, el lago Mälaren, al oeste de Estocolmo, se convierte en invierno en una magnífica pista para los amantes del patinaje y del hockey sobre hielo. Algunos ciudadanos le dan a los lagos otros usos, como cavar orificios para pescar y, por qué no, también para sumergirse, un hábito que adoptó la doctora Cuapio en plena pandemia, después de sufrir el Covid-19. Al notar su mejoría, decidió empezar sus días en traje de baño y con el cuerpo en agua helada. Pico y pala en mano, descubrió una manera de sortear así casi todos los males que amenazan con acorralar tanto al cuerpo como al espíritu.
El agua ya era un hábitat natural. Durante su etapa universitaria en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México solía nadar en la alberca olímpica. Aunque de forma intermitente, no dejó de nadar cuando se trasladó a Alemania y Austria, donde se formó como inmunóloga. En Suecia, secundario a su hobby de inmersiones heladas, participó en el Campeonato Sueco de Nado de Invierno 2022 y representando a México, logró ser campeona en la modalidad de crol en su categoría.
Recordemos que la Covid persistente es una afección presente en personas que sufrieron la infección por el virus SARS-CoV-2. Todavía hoy contamos con poca información en cuanto a número de afectados, posibles tratamientos o cura potencial. El hecho de que se contemplen más de 200 síntomas dificulta aún más su estudio. Entre ellos se encuentran el cansancio crónico, tos recurrente, niebla mental y dolor de cabeza. Las opciones terapéuticas son escasas y se desconocen también las causas, aunque la más probable es una desestabilización del sistema inmunitario tras la infección.
La doctora Cuapio nos atiende desde México donde ha vuelto para conectar con sus raíces después de 15 años en Europa. Tiene nuevos retos y cambios a la vista que tienen que ver también con su búsqueda de la felicidad. Después de estudiar a fondo el funcionamiento del sistema inmunológico humano y sus 35.000 millones de células, ha decidido tomarse un tiempo para aprender a tocar el bajo eléctrico, bailar música guachaposa y disfrutar de comida con alma y corazón con su gente mientras trata de entender el amor con la mirada novelesca de Milan Kundera.
Cuéntanos cómo surgió la idea de probar el agua helada de los lagos en Suecia.
En abril de 2021 contraje covid y necesité dos ingresos en la unidad de urgencias para recibir tratamiento por dificultad respiratoria. Paradójicamente, en ese momento tenía abiertas varias líneas de investigación y lideraba la creación de un biobanco con muestras de sangre de pacientes inmunodeprimidos para estudiar el efecto inmunológico de la vacunación. Empecé con mis inmersiones a finales de verano, en 2021, cuando el agua estaba fría, entre 8 y 10 grados, pero sin alcanzar aún temperaturas extremas. Al principio nadaba en aguas abiertas, pero sin pasar de los diez minutos.
Enseguida las temperaturas empezarían a bajar. ¿Qué hiciste?
Lo bueno de empezar en verano es que preparas el cuerpo para el invierno. Después de las vacaciones, comencé con duchas de agua helada en casa de cinco a diez segundos. Había desarrollado síntomas de long covid y enseguida noté la sensación de bienestar. Después compré un tinaco recolector de agua de lluvia que coloqué en el jardín, a la intemperie. A medida que iba descendiendo la temperatura ambiental en Estocolmo y, por tanto, también la del agua, mi cuerpo pedía esas inmersiones que tanto estaban mejorando mis síntomas de covid.
Cuando llegó el invierno y el agua del tinaco se congeló, tenía tanta ilusión de nadar en el lago. Pero debido a que estas prácticas a temperaturas bajas requieren importantes medidas de seguridad, la más importante no nadar solo, fue así que, buscando, encontré en redes sociales que había algunos grupos de personas que nadaban en los lagos gélidos.
¿No te detuvo saber que los lagos estaban también helados?
No. Fue importante tener el apoyo de mi novio, quien me acompañaba cuando podía al lago. A medida que se iba congelando el lago, era necesario cavar un hoyo en la superficie congelada del lago. Hice amistad con dos mujeres con quienes me animé a continuar a pesar de que la temperatura seguía descendiendo. Una de ellas también tenía sintomatología de covid persistente y advirtió esa misma mejoría. Gracias a los escalones que hay en los muelles de los lagos, podía descender lentamente evitando así un choque térmico fatal. De aguantar unos segundos pasé a permanecer hasta diez minutos charlando en medio del hielo flotante.
¿En qué consistía tu mejoría?
Los síntomas fueron desapareciendo paulatinamente. Enseguida sentí que se había aliviado el cansancio, los dolores de cabeza y los mareos. Ya no tenía palpitaciones ni falta de concentración. La piel es el primer órgano que reacciona y la noté mucho más tersa. También mi cabello lo notó. En general, mi calidad de vida ha mejorado muchísimo gracias a este hobby que acabé convirtiendo en una actividad metódica. Soy una persona mucho más feliz y sana desde que empecé las inmersiones en agua helada. Me hace sentir muy bien, tanto física como anímicamente.
¿Cómo es la inmersión?
Me preparo con respiraciones profundas de uno a dos minutos. Lentamente voy sumergiendo el cuerpo. La primera sensación es de agujas en las extremidades y enseguida empiezas a tiritar. Antes de meterme, me mojo la cara para reducir el impacto. A la primera impresión, que dura unos segundos, le sigue una sensación muy confortable de seguridad, vitalidad y energía.
¿Qué beneficios aporta el agua helada a la población sana?
La exposición al agua fría permite alcanzar un grado de salud y felicidad muy elevado. Lo aconsejo para activar, entre otros, el sistema inmune, cardiovascular y hematológico.
No todo el mundo dispone de una tina o unos lagos helados a los que acudir. ¿Qué les propones?
Pueden sustituirlos con baños o duchas de agua fría. Yo misma empecé con duchas frías que duraban entre 5 y 30 segundos.
¿Ya puedes decir que ha desaparecido la sintomatología de covid persistente?
Sí. Fue disminuyendo paulatinamente hasta que me sentí completamente recuperada. No solo en mí, anecdóticamente también en otros pacientes que pasaron la enfermedad por el coronavirus o sufren otro tipo de enfermedades crónicas. Con la exposición al frío notan una clara mejoría. El frío ayuda a disminuir el dolor e inflamación, además de aumentar nuestro sistema cardiovascular e inmune y beneficiar al metabolismo. Por supuesto, esta actividad no es para cualquier persona. Pacientes con enfermedades cardiovasculares o crónico-inflamatorias tienen riesgos y se considera como contraindicación hacerlo. Una estrecha vigilancia al realizar la exposición deliberada al agua fría es fundamental.
¿Te ha sorprendido también el comportamiento de la grasa parda, el tejido adiposo que se encarga de producir calor cuando sentimos frío?
La grasa parda es esa que tenemos los humanos al inicio de nuestras vidas. Los bebés la tienen en abundancia. Este tipo de tejido adiposo se activa mediante el frío y envía señales al cerebro a través de receptores térmicos que tenemos en la piel para que libere hormonas que ayudan a generar calor y, por tanto, a mantener nuestra temperatura corporal. Esta activación de la grasa parda se asocia a la prevención de algunas enfermedades, como hipertensión, diabetes o cáncer.
¿Has incorporado las inmersiones a tus investigaciones sobre el sistema inmune?
Apliqué para el financiamiento de un proyecto relacionado con la respuesta inmune ante la exposición voluntaria al agua fría, esta aplicación se encuentra en fase de espera. Sin embargo, estudios preliminares que efectué dan la impresión de una activación del sistema celular inmune inmediatamente después de las inmersiones. De forma paralela, realicé encuestas a personas que viven en Europa y practican tanto inmersiones en aguas congeladas como nados en aguas abiertas. Los individuos que realizan esta actividad normalmente tienen entre 40 y 70 años, es decir adultos relativamente mayores. Además, los resultados arrojan que al menos un 70% de quienes realizan esta actividad de las inmersiones en agua helada son mujeres.
¿Qué beneficios reportaron?
Compartieron beneficios tanto a largo como a corto plazo: menor frecuencia de infecciones, menos intensidad en dolores crónicos, alivio del dolor en las articulaciones en pacientes con artritis reumatoide y menos lesiones por psoriasis. También en su salud mental. La gente tolera mejor el estrés y la ansiedad, mejora su resiliencia y aleja la depresión. Ahora quiero seguir trabajando para conocer con detalle los mecanismos inmunológicos de esta práctica. Es importante continuar con la investigación para entender bien el efecto del frío y trasladar la adaptación de su uso a la prevención y tratamiento de algunas enfermedades.