Son cifras proporcionadas por encuestas del Ministerio de Sanidad: el consumo de alcohol entre los más jóvenes, un 73,9%, se da entre los 14 y los 18 años. Y un 70% lo hace antes de los incluso de llegar a esa edad. Durante el periodo de la encuesta (2021) el 23,2% se había emborrachado en los últimos 30 días y el 27,9% había bebido cinco o más copas, vasos o cañas de alcohol en un tiempo aproximado de 2 horas, una práctica conocida como 'binge drinking o consumo en atracón'. Por otro lado, según la misma encuesta, las mujeres beben y se emborrachan más que los hombres.
Historia real: como muchos padres españoles, Jordi había imaginado la primera vez que se tomaría una cerveza con su hija. Había situado la fecha de ese acontecimiento cuando la niña cumpliera los 16. "Era un poco pronto, pero tampoco era ingenuo, y sabía que a esas edades los chavales ya empiezan a beber". Nada lo había preparado para la llamada que recibió tres años antes de lo previsto. Era un sábado en la noche y lo llamaban de un céntrico Hospital madrileño: su hija se encontraba ingresada en coma etílico. Tenía 13 años. "El momento en que te preguntan si eres el padre de tal y a continuación de informan que te llaman del hospital, no se lo deseo a nadie. Temes lo peor. Luego cuando te dicen que la niña está viva te tranquilizas un poco pero llegar ahí y verla en ese estado es un golpe muy duro, no te repones del todo", dice.
La hija de Jordi sobrevivió para contar lo que había ocurrido. Ella y varias amigas y amigos del instituto llevaban más de un año quedando a escondidas para beber, a veces incluso en sus casas. Ese día habían planificado todo para el botellón, incluida la mentira coordinada a los padres: estarían supuestamente de 'pijamada' en la casa de una de ellas. En cambio, habían consumido cervezas kalimotxo y vodka, todo comprado en el supermercado con total normalidad. Cuando la niña de desvaneció en el el parque, los amigos asustados huyeron del lugar y fueron unos transeúntes los que alertaron al Samur, que acudió a socorrerla.
¿Por qué ocurre esto? El consumo de alcohol en toda Europa goza, en general, de buena prensa. Es una droga socialmente aceptada y está menos estigmatizada que el tabaco. La palabra clave es, entonces, la normalización. En nuestro país lo anormal es no beber, o esa es la percepción que se tiene. En un entornos tan proclive a la bebida, no es sorprendente que los adolescentes empiecen tan pronto a incorporarse a lo que consideran un paso a la adultez. Para la psicóloga Paula Cobián: "El adolescente es más vulnerable a situaciones de estrés y de conflicto relacional porque no ha desarrollado todavía unas estrategias maduras y consolidadas de afrontamiento de estos problemas y el consumo de alcohol u otras sustancias puede resultar una vía de escape para anestesiar emociones, dejar de pensar en aquello que me preocupa y no sé resolver... Este es el mayor riesgo de cara a que ese consumo se convierta en abusivo y se cronifique en el tiempo".
La crisis de salud mental entre adolescentes desatada por la pandemia, no hace más que incrementar estas condiciones de riesgo. Y es más frecuente entre las chicas que entre los chicos. Por otro lado, según apunta un reciente informe de El País, habría una relación entre el consumo de alcohol entre adolescentes y un mayor nivel socioeconómico. El informe cita un estudio en proceso de la Universidad de Alcalá que aunque en los barrios de menor nivel económico hay mayor exposición al alcohol, esto no se traduce en mayor consumo. Algo que refrenda otro estudio de la Universidad de Vic, en Cataluña, que relaciona mayor consumo a mayor poder adquisitivo.