Valter Longo (Génova, 1967) es conocido como el 'gurú de la longevidad'. Más allá de este reconocimiento, es un bioquímico reconocido a nivel internacional por sus investigaciones en el campo del envejecimiento y las enfermedades relacionadas con él. En los últimos tiempos, es aún más conocido por su defensa de la dieta que imita el ayuno, consistente en reducir grasas y cierto tipo de nutrientes, para vivir más y mejor.
De Longo, también sabemos su afición por las aceitunas españolas; ahora, desde su libro 'El ayuno contra el cáncer' (Grijalbo) también podemos saber qué alimentos pueden contribuir a la buena salud de los tumores, y, por tanto, a la virulencia de la enfermedad, o a su desaparición. En su última obra, el científico es claro: "Algunos nutrientes específicos pueden contribuir a la supervivencia o la muerte de las células tumorales". Veamos cuáles son.
Numerosos estudios señalan que la ingesta de fibras conlleva una disminución del 12% del riesgo de muerte en general y de mortalidad específica por tumor en la mama.
¿Cuál es la ingesta mínima de fibra? Al menos, 10 gramos diarios, equivalentes a tres rebanadas de pan integral. Además de este tipo de hidrato, los alimentos con más aporte de fibra son, en cuanto a verduras y hortalizas, lechuga, acelga, zanahorias crudas y espinacas, además de espárragos, remolacha, champiñones, nabos, calabaza, brócoli, alcachofas y judías verdes. Las legumbres, las nueces, semillas y frutas secos, y frutas como el kiwi, los plátanos, los melocotones, frutos rojos y las manzanas también son alimentos muy ricos en fibra.
El estudio WINS (Women's Intervention Nutrition Study), realizado con una muestra de 2.437 mujeres posmenopaúsicas con cáncer de mama en los estadios I y II y sometidas a terapias estándar, analizó durante cinco años el efecto de la reducción de las grasas en la alimentación. Las mujeres que habían reducido este nutriente entre un 20 y un 30% presentaban una supervivencia libre de recidivas (el tiempo transcurrido tras el tratamiento sin signos ni síntomas de cáncer), un 24% más que las que seguían una alimentación con grasas.
La reducción de las grasas en el dieta se tradujo en una alimentación más saludable que, además, contribuyó a una pérdida de unos 2,5 kilogramos de peso corporal.
El impacto de estos alimentos en la salud genera mucha información, a veces polarizada. La realidad, sin embargo, es más sutil. El estudio aleatorizado y controlado WHEL (Women's Healthy Eating and Living) analizó durante siete años la salud de más de 3.000 mujeres pre y posmenopaúsicas con una dieta que incluía diariamente verduras, caldos y purés vegetales, fibra y una reducción significativa (del 15 al 20%) de las calorías totales limitando el consumo de grasas.
Para asegurarse que seguían este tipo de dieta se les brindó asistencia telefónica y clases de cocina. ¿Cuál fue el resultado? No se observaron diferencias de recidiva de tumores entre ellas y las mujeres del grupo de control, que no estaban haciendo ese tipo de dieta. La conclusión, por tanto, es que para obtener efectos tumorales significativos hacen falta medidas de control de dieta más expeditivas.
Sin embargo, otro estudio más reciente (Cancer Prevention Study-II Nutrition Cohort) sí observó un vínculo entre consumo de carne roja y procesada y mortalidad general, no sólo por cáncer de mama.
Por otro lado, el estudio Life After Cancer Epidemiology (LACE) concluía que la ingesta de productos lácteos ricos en grasas provocaban un aumento de la mortalidad, en especial, por cáncer de mama, probablemente debido al aumento de los niveles de estrógenos producidos por las grasas de estos productos.
Las grasas poliinsaturadas incluyen grasas omega 3 y omega 6. Estos son ácidos grasos esenciales que el cuerpo necesita para el crecimiento de las células y el funcionamiento del cerebro. Nuestro cuerpo no los produce, por lo que debe obtenerlos de los alimentos. Los más ricos en ácidos grasos poliinsaturados o PUFA son los aceites de oliva y de girasol, las nueces, el pescado azul, las algas, la yema de huevo y los vegetales de hoja verde.
Los estudios realizados en mujeres con tumor metastásico sugieren que el ácido graso omega 3 docosahexaenoico (DHA) obtenido a partir de algas y de aceite de pescado puede influir en la transformación de las células tumorales de resistentes a sensibles a la quimioterapia y radioterapia. Es decir, las debilita y facilita su destrucción a través de la terapia.
Los estudios también constatan una mejora en el pronóstico de estas pacientes cuando la quimioterapia se combina con DHA. Pero lo más importante es que en las pacientes que consumían gran cantidad de azúcares los efectos positivos de este ácido graso se anulaban.