"La fuerza de persuasión del perfume no se puede contrarrestar, nos invade como el aire invade nuestros pulmones, nos llena, nos satura, no existe ningún remedio contra ella". La sentencia es de Patrick Süskind, en su celebérrima novela 'El perfume'. Quizás menos dramática, pero igual de fascinante, es nuestra relación real con los aromas. Y no hablamos solo de las llamadas aromaterapias, que recurren a distintos olores como elementos 'medicinales' (algo que no está científicamente comprobado) sino de su poder evocador y ciertamente relajante.
Pues bien, ahora un grupo de investigadores de la Universidad de California en Irvine, han llevado a cabo un estudio en el que han podido comprobar que los sujetos expuestos durante periodos regulados a determinados aromas, experimentaban un incremento sustancial en sus capacidades cognitivas y su memoria. El procedimiento no puede ser más simple: durante seis meses a cada participante -mujeres y hombres de entre 60 y 85 años-, se le entregó un difusor y siete cartuchos, cada uno de los cuales contenía un único y diferente aceite natural: rosa, naranja, eucalipto, limón, menta, romero y lavanda. Las personas del grupo enriquecido recibieron cartuchos muy potentes (usaron un olor diferente cada día) mientras que los participantes del grupo de control recibieron dosis mínimas. Los difusores de olor se activaban automáticamente durante dos horas a lo largo de la noche. Los resultados del experimento, sin embargo, no fueron nada comunes: las personas del grupo enriquecido mostraron un aumento del 226% en el rendimiento cognitivo en comparación con el grupo de control, según pruebas que se usan para evaluar la memoria.
La relación entre olfato y deterioro cognitivo no es nueva. Como señalan los propios autores del estudio: "A medida que las personas envejecen, el deterioro de su capacidad olfativa se produce antes que el deterioro de sus capacidades cognitivas". De ahí que, por ejemplo, se siga estudiando los efectos del COVID (uno de cuyos síntomas más claros es, como se sabe, la pérdida de olfato) en el deterioro cognitivo y la demencia.
Los científicos también certifican que la estimulación con olores contribuye a restaurar estas capacidades olfativas, lo que podría redundar en una mejora de la actividad cerebral afectada por la demencia. Y en ese sentido, señalan en su estudio que tras exponer a personas con demencia moderada a diversos olores (hasta 40 distintos fueron tomados en cuenta) dos veces al día mejoraron sus recuerdos, sus habilidades lingüísticas y y se produjo un alivio de la depresión.