Las cirugías estéticas aumentan un 200% en una década: ¿debería evaluarse la salud mental de los pacientes?
En 2021, hubo en España 204.510 intervenciones, lo que supone un incremento del 215% en los últimos diez años
En 2018, el Sistema Nacional de Salud británico derivó al 42% de las personas que recurrieron a una intervención estética a una consulta psicológica
Cada vez más profesionales piensan en la necesidad de crear un protocolo por el que las intervenciones estéticas se realicen en pacientes sin atisbo de trastorno mental
Que la cirugía plástica se ha democratizado es un hecho. La Sociedad de Cirugía Plástica, Reparadora y Estética (SECPRE) ha presentado en los últimos días 'La realidad de la cirugía estética en España', un trabajo que radiografía el sector y del que se extraen los siguiente datos: en 2021, hubo en España 204.510 intervenciones, lo que supone un incremento del 215% en los últimos diez años.
Por sexos, el 85% de los tratamientos los reciben mujeres y el 15% hombres, aunque crece el interés de los varones y de los jóvenes. Las mujeres suelen pedir aumento de pecho o liposucciones. Los hombres, en cambio, solicitan la reducción de pecho o ginecomastia, el retoque de nariz o de párpados y, últimamente, aumento de mandíbula. Así las cosas, la tendencia al alza de las operaciones de estética se ve también en otros países avanzados. Las causas hay que buscarlas en el incremento de la oferta, el aumento de la esperanza de vida y, especialmente, la autopercepción de la imagen, algo que no tiene por qué ser negativo pero que puede degenerar en dismorfobia.
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Autopercepción y fragilidad emocional
El Body Dysmorphic Disorder (BDD) o dismorfofobia es un trastorno mental que genera una imagen distorsionada del propio cuerpo. Se puede manifestar si nos preocupamos por un defecto corporal imaginario, nos obsesionan las imperfecciones menores, queremos encadenar cirugías o tenemos expectativas poco realistas.
Si a todo esto unimos la baja tolerancia a la frustración, el exceso de euforia y autoestima, la falta de madurez en pacientes jóvenes cuyo cuerpo aún está en desarrollo o la presión del entorno y las redes sociales, estamos en la tormenta perfecta en la que conviven y se desencuentran el deseo de cambio físico y la salud mental. De ahí que cada vez más profesionales piensen en la necesidad de crear un protocolo por el que las intervenciones estéticas se realicen en pacientes sin atisbo de trastorno mental. Algunos de los signos mencionados -por ejemplo, querer parecerse a un famoso- deberían ser una señal que alerta sobre un posible problema psicológico que debe ser atendido para garantizar el bienestar del paciente..
Bienestar físico y mental
Cada vez más voces autorizadas se unen a esta petición. Una de las últimas es la de Emilio García Sánchez, profesor de Bioética de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad CEU Cardenal Herrera de Valencia. Para este experto, la atención al paciente de cirugías estéticas no reconstructivas debe contemplar el bienestar físico y psíquico. Esta es una de las conclusiones de un estudio realizado por él mismo y publicado por la revista Medicina e Morale. Este estudio concluye que en aquellos casos en los que el equipo médico compruebe la existencia de alteraciones psicológicas, debe tratarse la causa del complejo o el descontento del paciente con su físico y no limitarse a la cirugía. “Estamos ante un aumento de los casos en los que la raíz del problema estético no es de naturaleza física, sino psicológica. En estos casos, el uso del bisturí no es la asistencia que el paciente requiere de su médico y por eso debería ser derivado a una consulta psicológica”, destaca García Sánchez en la revista del CEU.
Este estudio se basa en datos recientes sobre el aumento de las intervenciones estéticas. Antes del último informe de la SECPRE, ya se sabía que entre 2002 y 2015 los procedimientos estéticos aumentaron un 300% a nivel mundial, alcanzándose los 21 millones de intervenciones, un indicador de que la autopercepción de la imagen preocupa cada vez más influida por la presión social. En 2018, el Sistema Nacional de Salud británico derivó al 42% de las personas que recurrieron a una intervención estética a una consulta psicológica en lugar de ser intervenidas. La razón para ello es asegurarse de que la intervención estética no va a afectar a la salud mental del paciente y de que un resultado insatisfactorio no vaya a ser la causa de una nueva intervención.
Actuar en la raíz
El estudio del profesor de Bioética destaca que tener en cuenta los factores psicólógicos debería ser tan importante para los cirujanos como la propia intervención estética. “Un médico no debería recomendar un tratamiento quirúrgico en situaciones de fragilidad emocional como estas, porque no va a mejorar con ello el bienestar del paciente. Es necesario actuar en la raíz del problema, cuando esta es psicológica, porque la cirugía no va a eliminar la verdadera causa de ese malestar", sostiene el experto.
En su opinión, el cirujano debe supeditar la decisión sobre la operación al estado emocional del paciente. Solo cuando la salud psíquica esté recuperada, podrá hacerse la intervención. El objetivo es que médico y paciente puedan tomar una decisión fundada y segura, que preserve tanto el bienestar físico como el mental.