Arturo Goicoechea, el neurólogo que quiere hacerte 'progre del dolor crónico': “No es para siempre”
El doctor Goicoechea nos invita a convertirnos en "progres del dolor" y cambiar el paradigma
"No podemos confundir daño con dolor. El dolor es real siempre, aunque no exista daño", explica
Apuesta por combatir el dolor crónico desde el conocimiento: "Todo lo que sabíamos sobre el dolor es falso"
Arturo Goicoechea es un médico jubilado (“ahora escribo libros”, dice él) que, desde su experiencia y su conocimiento, se ha volcado en conseguir que la gente trate de superar el dolor crónico no oncológico. Su carrera le avala y, pese a que ya no ejerce, la divulgación y la pedagogía son ahora sus mayores armas para hacernos ver que, tal y como reza el título de su último libro y él repite una y otra vez: “El dolor crónico no es para siempre”.
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Su discurso se sustenta en dos pilares tan grandes y firmes como son la neurología (el doctor Goicoechea fue creador y director de la Sección de Neurología del Hospital de Santiago, en Vitoria) y, por supuesto, la biología. Dos ramas complejas de la medicina que él trata de simplificar para hacerlas accesibles a los pacientes a base de constantes metáforas con las que uno logra entender procesos extremadamente complejos para hacerse con ellos y desmenuzarlos en busca de una solución para su dolor sin daño.
Lo hace, además, desde el conocimiento en primera persona de lo que es el dolor crónico. “Viví un dolor crónico con mucho sufrimiento, mucha desorientación y pensando que mi vida se iba a tomar por saco. De ahí me sacó la biblioteca, la biología. Ahí entendí el problema y supe que así se abría la puerta a la solución. A veces somos los profesionales los que construimos el problema y la solución no es cambiar al paciente sino cambiarnos nosotros”.
Arturo, al que le gusta que le traten de tú, tiene muy claro cuál es el punto de partida para una persona que siente un dolor sin daño en los tejidos: “Una persona con dolor crónico sueña con que su sufrimiento no sea para siempre y, al mismo tiempo, está deseando que le pongan una etiqueta. Está soñando con tener una enfermedad”.
Una persona con dolor crónico sueña con tener una enfermedad y con que su sufrimiento no sea para siempre
También sabe perfectamente de dónde parten los médicos: “Lo dramático es que los profesionales nos manden el mensaje contrario a la realidad, asegurando que un dolor es crónico y que tienes que vivir con él para siempre. Esto no es así, al menos no en todos los casos. Todo lo que conocíamos sobre el dolor es falso. Hay una verdad sobre el dolor y hay una reticencia a aceptarla cuando hablamos de dolor sin diagnóstico ni justificación”, argumenta.
El doctor Goicoechea trata de explicar de mil y un modos lo que es el dolor crónico sin daño, de dónde procede y cómo gestionarlo. “El dolor crónico no oncológico supone que te duele y donde dices que te duele no se encuentra nada. Cuando el dolor se asocia a un daño o lesión es comedido, ajustado a la evolución de dicha lesión y los fármacos son eficaces para paliar el síntoma. Sin embargo, cuando no hay un daño concreto, el dolor es desmedido y entras en una especie de callejón sin salida. En ese momento, además del dolor, sientes indefensión y soledad”, resume.
No parece real para los profesionales, pero lo es
Otra perspectiva sobre lo que supone ese dolor es la externa. Y ahí entramos en lo que es real y lo que es imaginario: “El dolor sin daño no les parece real a los profesionales, pero para los pacientes es absolutamente real. El sistema inmune actúa en base al conocimiento de la interacción del cuerpo con el entorno, pero en este caso el daño es imaginado por el sistema. Yo puedo sentir dolor porque me he machacado un dedo, lo que genera unas moléculas que las neuronas detectan y construyen ese dolor. Pero las neuronas también utilizan ese conocimiento para editar ese dolor sin que te estés machacando el dedo. La imaginación es una función biológica fundamental en todo ser vivo. Es la predicción a posibles problemas por parte del cuerpo. La gente confunde daño con dolor. El dolor es real y aparece porque el organismo valora una amenaza cuando no la hay. El cáncer, por ejemplo, es lo contrario. El cuerpo no imagina amenaza y no la combate cuando realmente la hay”.
El dolor es real y aparece porque el organismo valora una amenaza cuando no la hay. El cáncer es lo contrario. El cuerpo no imagina amenaza y no la combate cuando realmente la hay
Y una vez sabemos, o creemos que empezamos a saber qué es el dolor crónico, es momento de buscar soluciones. La principal pasa por el conocimiento, ya que “nos ayuda a afrontar el problema del dolor sin motivo evidente. El interior del organismo es un universo opaco y dependemos de lo que nos cuentan sobre ese universo. No hay más fuente de conocimiento que los expertos, no podemos experimentar para saber que tenemos riñones, corazón o sistema nervioso. Nosotros tratamos de integrar ese conocimiento desde muchas disciplinas en lo que se llama la neurociencia del dolor para explicar que dolor no es igual a daño. A veces nos dan explicaciones sobre el dolor que no tienen sentido. Los años, por ejemplo, no justifican el dolor”, razona Arturo.
Hay que tener claro que para erradicar el dolor crónico o convivir con él al menos debemos conocerlo y, para ello, es imprescindible saber dónde se construye. El doctor Goicoechea lo explica con rotundidad: “El dolor surge en el cerebro y hay que curarlo ahí también. Eso debe saberlo la gente pero es delicado porque a veces se tiende a pensar que el dolor no existe.
El dolor es real siempre y es importante verificar si es por un daño o no es así. Si saltan las alarmas es por algo y hay que analizar el sistema, no a la persona. Hay que saber por qué el sistema de protección activa una alarma cuando no está pasando nada. Esto es difícil de aceptar por la manera en la que nos han educado, que es ingenua. Contra el dolor se lucha comprendiendo el proceso que lo genera”.
En este sentido resulta básico que tanto profesionales como pacientes den un paso adelante y, como el propio Arturo dice en su libro, se hagan “progres del dolor”. En definitiva, que adopten y pongan en práctica todo el conocimiento del que disponemos en el siglo XXI.
“Estamos en un momento de cambio de paradigma, como ya ha pasado en multitud de ocasiones a lo largo de la historia. Hay profesionales que ya se han adaptado a este nuevo paradigma, pero son fisioterapeutas. Es un colectivo que ha invertido en conocimiento. Es ejemplar. Sin embargo, por desgracia, ellos dependen de otro estamento como son los especialistas. Antes no sabíamos nada sobre el dolor, pero ahora sí. Hay que reconocerlo con humildad y explicárselo a los pacientes. La medicina se ha construido con fármacos, cirugía y psicoterapia, pero ya es hora de modernizar el modelo y que se consideren otras cuestiones como la información o la cultura”.
De paciente a alumno
El doctor nos explica cómo gestionaba él estos casos cuando aún pasaba consulta. “Igual que a un diabético se le explica lo que son los hidratos de carbono y la insulina, a un paciente con dolor crónico le explicas lo que es pertinente desde la biología para comprender el proceso y aprender a controlarlo. El paciente, cuando has descartado un proceso patológico, se convierte en un alumno".
Y sigue: "El dolor crónico no se combate con pastillas sino con conocimiento. El fármaco aquí no funciona, sólo produce efectos secundarios. Y si funciona es por el efecto Placebo. Pero eso también se lo explicamos para que los pacientes tomen sus propias decisiones. El paciente tiene que crear condiciones de entrada de información y experiencia para que su propio organismo modifique sus evaluaciones y sus actuaciones. La red neuronal está abierta a modificar la conducta del individuo”.
Para terminar, Arturo Goicoechea, apunta algo que le parece importante puntualizar sobre su libro ‘El dolor crónico no es para siempre’. Lo hace en sus páginas, pero insiste durante la charla: “Este libro no es terapia alternativa sino alternativa a la terapia porque nos han instruido hacia las etiquetas. O te dicen lo que tienes y cómo se trata o te dicen que no tienen ni idea ni saben qué hacer, lo cual te mortifica mucho más que cuando uno padece una enfermedad, que te da síntomas pero al menos sabes lo que es. Incluso socialmente pierdes la dignidad.
El dolor no indica lo que puedes hacer. Te puedes mover sin miedo, con la convicción de que no estás dañando el sistema. Eso sí, a los pacientes a los que les va bien les cuesta explicarlo en sociedad, les miran raro”, concluye.