El momento ducha, a debate: ¿es mejor hacerlo por la mañana o por la noche?
Los expertos en dermatología no defienden la obligación de la ducha diaria a no ser que sea necesario
Por otra parte, los efectos de una ducha con agua templada ponen en marcha los mecanismos del organismo que inducen al sueño
Pistas para la higiene perfecta: ni un solo dermatólogo usa esponja
Nos creamos una rutina; necesitamos organizarnos y llegar a todo. La ducha se encaja en el timing diario adaptándose a la actividad, sobre todo si se practica deporte, toca exfoliación corporal o el pelo pide a gritos una mascarilla. En principio todo cuadra, hasta que en Uppers empiezan a circular rumores sobre la ducha y los efectos según el horario, es decir, sobre qué es mejor ducharse por la mañana o por la noche.
En todo lo que concierne al hecho de ducharse entran en juego distintas variables: la dermatológica, la higiene, la temperatura corporal o la relación entre la ducha y el sueño.
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Desde la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV), la doctora Sara Carrasco, dermatóloga miembro de la Junta Directiva, pone las cosas en su sitio en el campo que le corresponde. Tal como subraya, en primer lugar, “un exceso de higiene puede provocar piel seca o irritada, infecciones y reacciones alérgicas”. Con ello señala que “lo ideal es evitar los lavados excesivos y no utilizar productos agresivos para el lavado de cara y cuerpo”.
En este caso, los cosméticos elegidos para la higiene corporal sí que influyen. La doctora aconseja utilizar “productos suaves y testados dermatológicamente”. Otra de sus recomendaciones se refiere a la temperatura del agua, ya que es necesario “evitar ducharse con agua muy caliente o muy fría. Lo más adecuado es el agua tibia”.
En segundo lugar, la dermatóloga incide en la periodicidad. Resalta que con tomar una ducha diaria es suficiente. Hay que tener en cuenta que “durante la ducha la piel pierde el 25% de su hidratación natural”. Por tanto, aquellos que la repiten provocan un aumento en la deshidratación de la piel. A su vez, recalca que ducharse a diario no es una obligación para la salud de la piel, todo depende de la higiene que se realice y de las actividades que se desarrollen. Es evidente, “que hay días que es necesaria esa ducha”. Por ejemplo, cuando los chicos llegan sucios del parque, los adolescentes sudorosos tras jugar al fútbol o los adultos con la piel y el pelo llenos de polvo tras una ruta por la montaña.
También hay excepciones. A pesar de que la ducha se haya realizado a última hora, no hay problema si se repite al levantarse tras haber pasado una noche de calor excesivo sudando. Es evidente que el cuerpo necesita refrescarse antes de emprender la jornada. En estos casos, los expertos subrayan la importancia de utilizar los productos jabonosos solo una vez al día y que la segunda ducha sea sin jabón porque en caso contrario la piel se verá afectada. Esto se debe a que el efecto limpiador de los geles elimina su capa protectora. Aplicando una crema se incentiva esa protección, pero se debe dejar a la piel que restablezca su equilibrio de forma natural. Tampoco hace falta estar "horas" bajo la ducha, con unos minutos es bastante.
El baño nocturno y el sueño
Tradicionalmente, en los niños se asocia el baño con la incitación al sueño. Se supone que meterles en la bañera a la caída de la tarde les relaja lo que facilita que al poco tiempo ya quieran irse a dormir. Esta costumbre en la infancia arraigada en nuestro país y en muchos otros desde hace décadas no se ha estudiado a conciencia científicamente, sin embargo, se sigue practicando porque funciona en la mayoría de los casos. Con ese baño, la idea es frenar la actividad y empezar otras acciones más pausadas como cenar con tranquilidad en familia, charlar, leer un cuento y a dormir.
La clave está en que el organismo se prepara para dormirse cuando reduce su temperatura corporal. Esto sucede tanto en niños como en adultos. Tras un día de trabajo, ajetreo, recados, ejercicio… tomar una ducha ni muy caliente ni muy fría, con el agua sin superar los 38 grados, relaja la musculatura. Además, se dilatan los vasos sanguíneos y mejora la capacidad de la piel para perder el exceso de calor. Esto ayuda a reducir la temperatura interior al salir de la ducha, lo que indirectamente induce al sueño.
Un estudio llevado a cabo con adultos en Estados Unidos demostró que una ducha caliente, 90 minutos antes de acostarse, ayudaba a los participantes a dormirse un 50% más rápido que si no se duchaban. Igualmente concluyó que conseguían aumentar en 15 minutos el tiempo total que habían dormido.
La ducha y el calor
El agua templada en la ducha también ayuda en épocas de calor. Lo habitual en verano es quedar darse una ducha fría para refrescarse, pero la reacción corporal posterior es contraria a lo que se busca. El organismo percibe el frío y activa todos los mecanismos de respuesta con los que cuenta para entrar en calor. De este modo, aunque tomemos una ducha helada al poco rato de secarnos sentiremos más calor aún que antes. Si hacemos esto antes de irnos a la cama costará mucho más relajarse para conciliar el sueño.
En cambio, las duchas de la mañana, más frescas que las nocturnas para reactivar la circulación, ayudan a despertarse y recuperar la lucidez necesaria para emprender la actividad diaria. Con todo ello, la conclusión es que cada persona debe decidir lo que más le conviene y ajustar la ducha a sus hábitos y necesidades.