A partir de los 40 años, según distintos estudios, la probabilidad de sufrir calambres en las piernas o dolores de espalda aumenta de forma significativa. Estas violentas contracciones musculares pueden ser muy dolorosas cuando nos pillan con la guardia baja, especialmente de noche, ya que en el momento entre el sueño y la vigilia resulta más difícil controlarlos.
Estos espasmos involuntarios suelen localizarse en la zona de la pantorrilla o el pie. Si tenemos suerte, pasados unos pocos segundos, el músculo detiene la contracción y vuelve a su sitio. El pinchazo en la zona acalambrada –el gemelo, por ejemplo– es apenas un mordisco del que nos recuperamos enseguida con solo flexionar la pierna.
Puede ocurrir, no obstante, que el músculo quede incapacitado de forma temporal y debamos empezar a tomar ciertas medidas para prevenirlos. A cada minuto que pasa, el calambre resulta más difícil de soportar, y el dolor crece en proporción. Por este motivo, conviene recordar la importancia de aprender a estirar cada grupo muscular para mantenernos en un estado óptimo.
Existen distintos factores que influyen en la aparición estos pinchazos sorpresivos que nos estropean las horas de sueño. En algunos casos, su aparición está motivada por nuestra propia actividad: hacer ejercicio intenso sin estirar bien al terminar, no descansar lo suficiente o tener lesiones previas mal curadas.
Además, deberíamos tener en cuenta ciertas posturas corporales involuntarias a las que no prestamos mucha atención. Estar de pie o sentado en una superficie inadecuada durante mucho tiempo nunca es algo recomendable. Además, si mientras dormimos tenemos tendencia a colocar las piernas estiradas en posiciones antinaturales, es altamente probable que acabemos mortificados por una de estas contracciones tarde o temprano.
Según el portal especializado en salud Baptist Health, los calambres nocturnos obedecen a causas multifactoriales. Pueden estar motivados por una “enfermedad arterial periférica, enfermedad renal, enfermedad de la glándula tiroides y la esclerosis múltiple”, a lo que hay que sumar niveles bajos de potasio, calcio o magnesio y otros minerales imprescindibles. La edad también es un factor determinante. Pasados los 65 perdemos masa muscular, y es probable que nuestros músculos, a menudo menos ejercitados en esa etapa de la vida, no estén tan capacitados como antes para soportar tensiones.
Por otro lado, el consumo de determinados tratamientos farmacológicos (antipsicóticos, pastillas anticonceptivas, distintos tipos de diuréticos o cierto tipo de esteroides) también podría guardar cierta relación con la aparición de estas contracciones tan molestas mientras dormimos. Lo mismo ocurre con algunos trastornos de salud: diabetes, trastornos nerviosos, problemas hepáticos o de tiroides son factores a tener en cuenta para elaborar un diagnóstico correcto.
En cualquier caso, si los calambres nos molestan con frecuencia, es aconsejable hacer una visita al médico para realizarse un chequeo, descartar cualquier problema de salud y recibir el tratamiento más adecuado.
Es cierto que, la mayor parte de las veces, estos calambres aparecen por sorpresa, de forma esporádica. No obstante, podemos intentar prevenirlos tomando algunas medidas.
La primera y más obvia: beber lo suficiente durante el día y mantenernos lo más hidratados posible. Tomar un poco de agua antes de acostarnos también es aconsejable. Como mencionábamos un poco más arriba, la deshidratación es uno de los factores que podrían motivar este tipo de contracciones musculares. Si las células musculares están hidratadas, el riesgo se reduce.
Otro de los hábitos que sería conveniente introducir en nuestro día a día es realizar estiramientos musculares con regularidad (no solo a modo de prevención, sino también por sus múltiples beneficios para la salud). Por supuesto, será indispensable estirar después de hacer ejercicio, pero no solo en ese momento: mantener la misma postura durante mucho tiempo podría motivar la aparición de calambres nocturnos, y es aconsejable introducir los estiramientos como parte de nuestra rutina al levantarnos y antes de acostarnos.
Algunos consejos finales que pueden ayudarte en estas molestas ocasiones: