Confesiones de una cirujana plástica: "Un médico honesto no pone en peligro a un paciente por una operación más"
Los españoles se gastaron más de 2.600 millones de euros en 2020 en tratamientos estéticos en plena crisis sanitaria y económica: el sector rebosa salud financiera al tiempo que se encienden otras alarmas
Maritina Martínez Lara, cirujana y autora de ‘Confesiones de una cirujana plástica': "Con tanta exposición de nuestra imagen, damos una importancia abrumadora a nuestro aspecto en detrimento de muchas otras cualidades que nos hacen ser queridos o admirados"
"La comercialización de la cirugía plástica, el convertirla en un objeto de consumo, ha hecho un tremendo daño al desvirtuar lo que es un acto médico y quirúrgico"
Acabamos de salir de un Black Friday cuajado de ofertas de tratamientos médico-estéticos. No es que sorprenda: en España se realizan más de 200.000 intervenciones estéticas al año, una cifra que aumenta cada año. Los españoles se gastaron más de 2.600 millones de euros en 2020 en tratamientos estéticos en plena crisis sanitaria y económica. El sector rebosa salud desde un punto de vista económico; pero desde la perspectiva del puro ejercicio médico, se encienden algunas alarmas. Ya se habla de huella estética, el impacto de estos tratamientos e intervenciones a largo plazo, y en algunos países europeos, las autoridades sanitarias reclaman atención psicológica a los pacientes que piden ser intervenidos con frecuencia.
En este contexto, la doctora Maritina Martínez Lara ha escrito ‘Confesiones de una cirujana plástica. ¿Por qué nos operamos?’ (Libros Cúpula), un libro en el que desmitifica, desestigmatiza y expone las principales cuestiones que giran en torno a la cirugía plástica. Las luces y las sombras de esta disciplina van más allá de querer modificar una parte de nuestro cuerpo y entran de lleno en la relación entre imagen y autoestima, los cánones que ansiamos cumplir, y las exigencias de una sociedad en la que apenas se permite envejecer. De todo ello habla en esta entrevista para Uppers.
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¿Hemos normalizado y hasta banalizado la cirugía estética?
No diría que la hemos normalizado; para la mayoría de los pacientes no es en absoluto así. Aunque sí que está habiendo un proceso de banalización, impulsado por las franquicias, algunos grupos hospitalarios y muchas policlínicas que muestran la cirugía plástica como un objeto de consumo, publicitándola como algo simple, previsible, que pueda ofertarse con precios cerrados e incluso compitiendo en precios, promocionándola… Como si no fuera un acto médico, es más, quirúrgico. La banalizan también esos médicos que sin el título adecuado, ni, por tanto, una formación acreditada ,se lanzan a realizar estas cirugías, como si fueran algo sencillo, sin complicaciones, que pueda hacer cualquier facultativo. La banaliza la publicidad engañosa y abusiva, la banalizan las ofertas, los regalos, sin ninguna seriedad ni hacia los pacientes ni hacia la profesión.
¿Cuánto crees que influyen las redes sociales, las reuniones online y que continuamente estemos 'capturando momentos' a través del móvil en este boom de la cirugía estética?
Influyen muchísimo, son definitivamente la causa de esa obsesión, es más, de esa necesidad, que tenemos por gustar, por sentir que sólo con un gran aspecto, normativo, podremos ser tan exitosos como aquellos con los que nos comparamos. Nos estamos juzgando, valorando y comparando continuamente, y haciéndonos daño, pues terminamos encontrándonos un sinfín de defectos. Le estamos dando, con tanta exposición de nuestra imagen, una importancia abrumadora a la imagen en detrimento de muchas otras cualidades que también favorecen y nos hacen ser queridos, o admirados, o respetados, como la inteligencia, la personalidad, las cualidades morales…
¿La belleza ayuda a construir la autoestima o una buena autoestima no necesita apoyarse en la belleza?
Buena pregunta. Ambas cosas, la belleza contribuye (salvo en algunas patologías como la dismorfofobia u otros trastornos psíquicos) a afianzar una imagen corporal que valoramos positivamente, que nos da confianza o seguridad y que sentimos recibe un adecuado feed back por parte de nuestro entorno, que nos hace sentirnos halagados. Pero la autoestima no sólo se fundamenta en el aspecto físico y la imagen corporal; otros aspectos como nuestra educación y valores, nuestras inquietudes, nuestras relaciones interpersonales, pueden cimentar una adecuada u óptima valoración de nosotros mismos, más allá de la belleza . Podemos tener un gran concepto de la persona que somos sin que ello conlleve que nos sintamos atractivos o sin que esto sea necesario. Por eso la educación, el entorno familiar o de amistades, el trabajo, las cualidades intelectuales, son tan importantes, pues son grandes herramientas para asentar nuestra personalidad y nuestra identidad.
Un examen psicológico de algunos pacientes tendría mucha sensatez, pero tampoco se puede patologizar al paciente
Se ha publicado que algunos países como Reino Unido están valorando hacer un examen psicológico para aquellas personas que quieran operarse de manera recurrente. ¿Qué piensas de esto?
Es muy difícil arbitrar en esto porque ¿a qué llamamos consultas recurrentes? Es cierto que esta medida tendría mucha sensatez, sobre todo porque hay veces que queremos insinuarles a los pacientes que tal vez tengan el problema en otro lado y que una consulta psicológica sería lo más idóneo, para encontrarnos que o se sienten ofendidos o no nos hacen caso. Encuentro muy interesante esta iniciativa, aunque veo difícil precisar en qué casos. Tampoco se trata de patologizar por principio a los pacientes de cirugía plástica.
¿Qué importancia tiene para un cirujano plástico la primera consulta?
Toda. Y por ello insistimos la mayoría en que ésta sea presencial, al menos en la mayoría de las patologías. En la primera consulta conocemos al paciente, qué desea, cómo se ve a sí mismo, qué expectativas tiene, cómo está respondiendo su entorno, qué información tiene… además de explorarlos físicamente para a continuación explicarles en qué consiste su cirugía, pros y contras, alternativas a discutir con ellos, indicaciones para el pre y postoperatorio. Nada de esto puede hacerse sin ver ni explorar al paciente y, por tanto, tampoco podemos darles precios sin antes verlos, por más que nos insistan de continuo. La primera visita tiene toda la importancia y por ello siempre es detenida y prolongada.
¿Cuál es el paciente ideal para un cirujano estético?
Quien tiene en primer lugar adecuadas condiciones de salud, física y mental, con la madurez y estabilidad necesarias para afrontar un acto quirúrgico. Quien nos solicita cambiarse un rasgo en concreto y del que opinamos tiene sentido tratarlo. Quien acude bien informado o bien nos escucha detenidamente y entiende cuanto se le explica, también al respecto de las expectativas. Quien no acude con una idea y expectativas irreales. Quien acude con respeto a su cirujano y sigue todas las instrucciones en la confianza de que le están cuidando e indicando lo correcto. Y, por último, siempre es importante esto también, quien tiene unas buenas características tisulares que nos permitan lograr un buen resultado.
Cada vez más más mujeres solicitan retirarse los implantes que se pusieron años atrás y que ahora sienten como extraños o una fuente de problemas
¿Percibes una evolución en los gustos estéticos? ¿Qué se pedía antes y qué se pide ahora?
Aunque hay aspectos del canon o de esos rasgos que permanecen en nuestro inconsciente colectivo, es cierto que con el tiempo se perciben ciertos cambios. Por ejemplo, volvemos (va y vuelve) al paradigma de la extrema delgadez, aunque asociada a una importante definición de los grupos musculares, un objetivo bien difícil que tantas veces precisa de la cirugía para alcanzarlo. Y mientras hay cada vez más tendencia a definir mucho la cintura mientras se aumentan, a veces mucho, caderas y glúteos. Y junto a esa búsqueda de naturalidad coexiste ese canon de caras con rasgos muy marcados, cejas altas (aunque casi nadie las tiene así de forma natural, al menos no los occidentales), nariz pequeña y con punta definida, labios grandes tantas veces fruto del ácido hialurónico, pómulos marcados (eso es de siempre) y mandíbulas resaltadas en los últimos años). Al mismo tiempo que tantas personas piden implantes voluminosos, ahora muchas jóvenes piden tamaños discretos que pasen mas inadvertidos o incluso cada vez más más mujeres solicitan retirarse esos implantes que se pusieron años atrás y que ahora sienten como extraños o una fuente de problemas. No hay una tendencia universal, hay muchas tendencias en paralelo.
Los hombres ya suponen aproximadamente el 15% de las operaciones de cirugía estética. ¿Van a operarse de algo que les acompleje o buscan algo más?
Están buscando lo mismo que las mujeres, quitarse lo que les causa inseguridad o lo que piensan que les impide verse atractivos. Consultan para operarse rasgos que sienten como malformados, pero también para reducirse barriga o a grasa en espalda o en el pecho, o para quitarse las bolsas palpebrales que les dan aspecto de cansados, o para hacerse un lifting o quitarse la papada. Pues sí, están buscando algo más.
En el caso de la cirugía para restar años, ¿cuánto ha cambiado? ¿Cada vez queremos dejar de envejecer a edades más tempranas?
Esa década o edad en que antes te considerabas mayor se va retrasando. Obvio esto es muy variable según medio sociocultural o más factores. Pero es así para cada vez más personas, estamos activos socialmente y nos sentimos con vitalidad a edades cada vez más avanzadas, y deseamos que nuestro aspecto no esté en contradicción. No es tanto lucir un aspecto joven, sino no tan mayores. Algo que para mí es sin más un signo de vitalidad y optimismo, un deseo de disfrutar del presente, que suele estar acompañado por un mayor cuidado del cuerpo y la salud, y una mayor inquietud social, incluso mental tantas veces.
En el libro pides respeto para los pacientes y para los cirujanos, ¿puedes explicar por qué pides este doble respeto?
Para los pacientes porque ellos necesitan la cirugía, no se acercan de forma frívola ni improvisada, sino tras pensarlo mucho porque estos cambios en su aspecto son muy importantes para ellos, y no es competencia ni un derecho de los demás opinar ni menos juzgarles. Ni a quien se opera ni a quien no lo hace. No son caprichos como tiende a pensar la gente de fuera, incluso entre los médicos, sino que de hecho son bien pocas las personas que entran en un quirófano, tras enfrentarse a sus miedos y a la opinión o juicio estigmatizante de su entorno, se intervienen, sufren un postoperatorio a veces largo, y asumen unas posibles complicaciones, la mayoría pasajeras y leves, otras muy serias, y así un largo etcétera, sólo por un capricho. Una cosa es que una cirugía no sea necesaria por imprescindible para vivir, o para moverse, o para no provocar rechazo al vernos, y otra es que esto signifique que no la necesiten. Porque ¿y si sienten rechazo ellos mismos al verse, y si no se aceptan y esto les dificulta relacionarse? ¿Y si no quieres vivir con un aspecto que te desagrada, cuando sabes que una cirugía te lo puede modificar? ¿Te tienes que conformar y seguir sintiéndote mal? ¿Por qué no es lícito y se considera como no necesario, si esas personas realmente sí que lo necesitan para aceptarse? Cada uno debe hacer con su cuerpo lo que desee, y es de lo más lícito hacer algo si rechazas tu aspecto o sientes que limita o impide tu autoaceptación. ¿Quiénes somos los demás para juzgar esto, hacen tanto daño esas opiniones y esos prejuicios?
¿Y para los cirujanos?
Pido respeto para los cirujanos porque no somos unos comerciantes ni unos desarmados o interesados que operamos cuanto nos llega, ni nos dedicamos a insuflar o promover complejos o necesidades artificiales para que la gente se opere. La mayoría de los cirujanos no somos así (y muy mal quien se mueve de esta manera, pues la cirugía no es algo que se deba comercializar.)
Los cirujanos nos esmeramos mucho en conseguir el mejor resultado, estudiamos y nos formamos continuamente, pasamos largas horas a veces hasta la extenuación haciendo algunas cirugías, superamos un muy estricto juicio por parte de los pacientes que sólo entienden que los resultados sean perfectos, asumimos responsabilidades tremendas a sabiendas de la enorme trascendencia de nuestro trabajo, y todo para que al final se tachen de cirugías sencillas y previsibles, de fácil ganancia y poco riesgo, y a nosotros, de privilegiados. No saben lo que es nuestro día a día en las consultas, la gran presión, y en nuestros quirófanos, no es tan glamuroso, no...
Cómo cirujana, ¿qué líneas rojas nunca debería traspasar un profesional de la cirugía estética?
Nunca deberíamos, como apuntaba arriba, traspasar los límites que nos marca la ética, no ya la personal (que también), sino especialmente la profesional. Nuestra ética siempre debería estar bien clara, pues por encima de todo, somos médicos, y la prioridad por encima de cualquier otra es el bien de nuestros pacientes. Y esa comercialización de la cirugía plástica, el intentar convertirla en un objeto de consumo, ha hecho un tremendo daño al desvirtuar lo que es un auténtico médico, más aún, un acto quirúrgico (con mayor trascendencia aún) en toda regla. Aunque yo me temo que no todo el mundo tiene los mismos conceptos éticos, de ahí que existan los códigos de deontología a fin de definir lo adecuado y los límites.
Esto se extiende a los criterios para aceptar o rechazar a un paciente. A la publicidad que debe ser veraz y nunca falseada, objetiva y no engañosa, no dirigida a sectores vulnerables de la población, y siempre respetuosa hacia nuestros pacientes. Y también se extiende a lo que recomendamos a nuestros pacientes. Hay que ser siempre buenos médicos, preocupados por la salud (física y mental, que aquí esto está muy en juego) y la seguridad de nuestros pacientes, ser del todo honestos en lo que les recomendamos y en las expectativas, y nunca ponerlos en riesgo sólo por hacer una cirugía más. Eso es intolerable.