El ejercicio cuando se tiene cáncer: "Puede mejorar los tratamientos"
La actividad física aguarda grandes beneficios para los pacientes con cáncer que se enfrentan a un tratamiento
En el libro 'El ejercicio, un muro contra el cáncer' tres expertos desgranan las bondades de la actividad física ante el cáncer
Hay situaciones concretas en las que se recomiende a un paciente no hacer ejercicio o de manera muy adaptada, pero cualquiera hecho de forma controlada será beneficioso
Sabemos que el deporte es bueno para la salud y que, adaptado a las circunstancias de cada persona, los beneficios serán aún mayores. Sin embargo, su efecto en personas con cáncer no está tan extendido, hasta hace no mucho las recomendaciones principales eran de reposo. Pero todo eso ha cambiado, pues la actividad física aguarda grandes beneficios para los pacientes con cáncer que se enfrentan a un tratamiento. Hablamos de ello con el investigador y uno de los autores de 'El ejercicio, un muro contra el cáncer', Adrián Castillo.
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Las recomendaciones de ejercicio físico pasan por mínimo unos 150-300 minutos de actividad física moderada o vigorosa a la semana (pasear en bici, andar a paso ligero, etc), o 75-150 minutos a la semana si hablamos de actividad física más vigorosa aún (correr o practicar algún deporte de mayor intensidad). "Se recomienda incluir dos sesiones de fortalecimiento muscular a la semana. Pero recordemos que eso solo es el mínimo, no lo óptimo. De hecho, mayores niveles de actividad física supondrán, por lo general, mayores beneficios", explica el licenciado en Ciencias del Deporte.
No osbtante, nuestro día a día juega en nuestra contra, pues las tasas de sedentarismo están en máximos, principalmente por "el desarrollo tecnológico que ha permitido que no necesitemos movernos para sobrevivir. Además, el ritmo desenfrenado hace que tengamos poco tiempo para cuidar nuestro cuerpo y la salud mental, ya que pasamos muchas horas o en el trabajo o con el móvil u ordenador en un estilo de vida sedentario", sostiene Castillo.
¿Por qué la actividad física es tan importante para la salud?
La actividad física actúa sobre los principales factores de riesgo a nivel de salud que tenemos. Imaginemos un fármaco que nos hace evitar el sobrepeso, que reduce los niveles de colesterol, de glucosa en sangre, que mejora nuestro sistema inmune, nuestra salud vascular… y que tiene beneficios no solo a nivel físico, sino incluso a nivel cognitivo y psicológico. Parece impensable que todo eso pueda caber en un fármaco, ¿verdad? Pues algo así es lo que ocurre con la actividad física.
¿Cómo puede prevenir la actividad física el cáncer?
Aunque el cáncer tiene un importante componente genético, gran parte de los casos de cáncer se asocian a factores de riesgo modificable. Por ejemplo, se estima que entre 1 de cada 2 o 1 de cada 3 casos de cáncer (en hombres y en mujeres, respectivamente) se asocian a factores de riesgo que podemos evitar, como puede ser el sobrepeso, unos niveles de glucosa en sangre muy elevados, fumar, consumo excesivo de alcohol o, lo que nos compete ahora mismo, la inactividad física. La actividad física no solo puede ayudar a prevenir el cáncer actuando sobre otros factores (por ejemplo, evitando el sobrepeso, que es un factor clave y que tiene además repercusiones a nivel hormonal que también se asocian con el cáncer), sino que también ejerce beneficios directos sobre nuestra función inmune que nos pueden ayudar a luchar contra el desarrollo del cáncer.
¿Cómo influye hacer deporte prácticamente a diario, pero tener un trabajo que requiere de horas de sedentarismo?
Algunos estudios recientes sugieren que el sedentarismo y el ejercicio son dos componentes relacionados, pero diferenciados y sumativos. Esto quiere decir que si eres sedentario a lo largo de tu día (muchas horas conduciendo o delante del ordenador), y además no haces ejercicio, los efectos adversos aumentarán exponencialmente. Cuando más sedentario seas, más necesidad hay de 'neutralizar' ese hábito incluyendo alguna sesión de ejercicio en tu día a día.
¿El movimiento diario (ir caminando al trabajo, subir y bajar por las escaleras, cargar la bolsa de la compra) es suficiente?
Diríamos que ser físicamente activos en nuestro día a día es lo mínimo, debería ser algo no negociable a nivel de salud (especialmente teniendo en cuenta que cada vez tenemos trabajos más sedentarios). Aparte de eso, debemos tratar de incluir ejercicio de fuerza y aumentar la intensidad de la actividad física para provocar adaptaciones en nuestro organismo. Salir de nuestra zona de confort un poco para obtener beneficios.
¿Tiene los mismos beneficios una actividad aeróbica que un entrenamiento de fuerza?
Ambos tipos de ejercicio pueden ser beneficiosos. Mientras que la actividad aeróbica puede ayudar a mejorar capacidad cardiorrespiratoria o reducir algunos factores de riesgo cardiometabólico, como la presión arterial, los niveles de colesterol o glucosa en sangre o la grasa corporal, que el entrenamiento de fuerza puede ser crucial para preservar (o incluso aumentar) la masa muscular y ósea. Sin embargo, y aquí la evidencia es bastante clara, es la combinación de ambos tipos es la que parece proveer los mayores beneficios. Este enfoque integral reúne lo mejor de ambos mundos para potenciar diferentes aspectos cruciales. Por un lado, contribuye a mejorar la masa muscular y los aspectos neuromusculares y, por otro, aporta beneficios relacionados con parámetros cardiovasculares.
Hablamos de actividad física para la prevención del cáncer, ¿también para personas en tratamiento?
En este caso hablaríamos de que el ejercicio físico en pacientes con la enfermedad podría ayudar a mejorar la calidad de vida del paciente, y aspectos de la capacidad física que se relacionan de forma estrecha con su salud: masa muscular, capacidad cardiorrespiratoria, función inmunitaria. De hecho, algunos estudios recientes muestran que el ejercicio puede mejorar la tolerancia a los tratamientos, así como su eficacia en determinados casos.
En esos casos, ¿está indicado cualquier tipo de actividad para combatir el cáncer?
Puede haber momentos o situaciones concretas en las que se recomiende a un paciente no hacer ejercicio (como cuando tiene fiebre) o realizarlo de manera muy adaptada (por ejemplo, en caso de metástasis cerebrales, metástasis óseas u ostomías). Por lo demás cualquier tipo de ejercicio controlado y seguro impactará de manera beneficiosa en el paciente, teniendo en cuenta que el mejor ejercicio es aquel que se hace y que por tanto tendremos que buscar aquel tipo que mantenga al paciente activo.
¿Se deben seguir pautas médicas para conocer qué actividad realizar dependiendo del cáncer o del tratamiento?
Por supuesto, recomendamos a los pacientes con cáncer que cuenten con apoyo y supervisión profesional a la hora de comenzar un programa de ejercicio. Tanto del personal médico para conocer posibles contraindicaciones, como de los profesionales del ejercicio para poder adaptar las cargas de entrenamiento a sus posibilidades y necesidades. No solo por seguridad, también para obtener los mayores beneficios.
¿Puede el ejercicio llegar a reducir la velocidad de crecimiento de un tumor?
Esta cuestión estamos lejos de poder responderla, al menos en humanos. En modelos animales con cáncer (los cuales no son extrapolables a los humanos de forma directa) diversos estudios han observado que el ejercicio puede reducir la velocidad a la que crece el tumor y reducir la agresividad del ambiente tumoral, lo cual mejora la eficacia de los fármacos. En humanos se ha observado que si se cultivan células tumorales con suero extraído de la sangre de personas que entrenan, estas células tumorales crecen de forma más lenta. Por el momento tenemos señales que invitan a pensar que el ejercicio puede ayudar a mejorar la respuesta inmunitaria ante el tumor, pero no podemos aseverar que es capaz de reducir su crecimiento, al menos por si solo.
Hasta hace no tanto parecía que lo indicado para una persona con cáncer era el reposo, ¿cómo ha sido ese cambio de tendencia hacia el beneficio de la actividad física?
Conforme el tiempo avanza, lo hace también la ciencia, y el cambio de tendencia hacia la promoción de la actividad física en personas con cáncer se ha producido debido a una creciente cantidad de evidencia científica que respalda los beneficios del ejercicio en el manejo y la recuperación del cáncer y sus efectos adversos. Anteriormente, se recomendaba a menudo el reposo como parte del tratamiento, pero ahora se reconoce que la actividad física puede ser beneficiosa en muchos casos.
Una persona de 50 años que no ha tenido una vida muy activa, ¿llega tarde en la prevención si empieza a ser más activo y a hacer deporte?
No llega tarde. Cuanto antes se empiece a entrenar, los beneficios a largo plazo pueden ser mayores si se es constante en el tiempo. No obstante, tenemos datos que confirman que incluso personas nonagenarias pueden llegar a mejorar su forma física si el estímulo de entrenamiento es el adecuado.
¿La actividad física tiene el mismo impacto positivo en una persona de 20 o 30 que en una de 50 o 60 años?
La actividad física tiene un impacto positivo en todas las edades, pero los beneficios específicos pueden variar según la etapa de la vida. Es importante tener en cuenta que las necesidades y capacidades individuales varían, y la elección de la actividad física deberá adaptarse a la condición de salud, preferencias y objetivos de cada persona. Además, actividades como el entrenamiento de fuerza pueden ser especialmente beneficiosas en la edad adulta para preservar la masa muscular y la densidad ósea.
En caso de que se le haya diagnosticado un cáncer con 50, ¿cómo es el impacto positivo de la actividad física?
En los pacientes el ejercicio puede mejorar la tolerancia a los tratamientos, la forma física (fuerza muscular, capacidad cardiorrespiratoria), la función inmune y reduce la fatiga. Es una forma de dar una herramienta extra a la persona con la que combatir a la enfermedad, teniendo en cuenta que el objetivo es potenciar la eficacia de los tratamientos principales.