¿Qué le pasa a tu mente cuando te enfrentas a un detox digital y cuáles son sus beneficios?
En la rutina de la necesidad de estar conectado las 24 horas del día no caben las largas conversaciones que generan bienestar emocional
Poco a poco la vida digital va absorbiendo la realidad hasta que uno por fin se percata y decide hacer un detox digital, no a base de batidos o de dejar de comer, sino apagando el móvil
Miramos el móvil 150 veces al día (los americanos 344): cómo afecta a tu cerebro y tu entorno
Hasta hace bien poco hablábamos de detox para referirnos a una limpieza del organismo con un cambio en la alimentación que eliminase impurezas, residuos y toxinas. Ahora, el término lo están acaparando los “enganchados al móvil”. La invasión de la tecnología digital y su extensión a todos los ámbitos de nuestras vidas está teniendo tal impacto que muchas personas se ven en la necesidad de desintoxicarse, no de lo que comen, sino de los teléfonos y pantallas que utilizan por el tiempo, la energía y la salud que les consumen. En Uppers hemos hablado sobre ello con varios expertos y nos han puntualizado en qué consiste este detox digital y sus trece beneficios sobre todo en lo que respecta a la salud mental.
Rutina de un adicto al móvil
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Son las siete de la mañana. Suena la alarma del móvil y se comprueban las notificaciones que adelantan qué ha pasado en cada red social, el correo electrónico personal y laboral, las últimas noticias… Es automático, el dedo va clicando y navegando a la derecha y abajo, no vaya a ser que uno se pierda que el influencer de moda se fue unos días a un hotel espectacular en Suiza, cómo se prepara el desayuno la guía nutricional o cuántas dominadas hace nada más levantarse el nuevo entrenador al que se está suscrito. Pasan los minutos y se ha perdido tanto tiempo navegando con el móvil que la ducha es anecdótica, se sale de casa con un café bebido, sin hacer un solo ejercicio de los recomendados por ese entrenador y se llega al trabajo por los pelos.
La jornada ya empieza a tirones. El móvil desconcentra, porque no para de emitir ruidos y vibraciones reclamando atención. En las salidas a tomar un respiro los compañeros agachan su cabeza para seguir navegando sin dirigirse la palabra, cómo mucho se comenta el último capítulo de la serie que vieron la noche anterior. Casi terminado el día, se escribe un WhatsApp a ese familiar que estaba enfermo en vez de llamarle. Después, se cena en compañía interrumpiendo la conversación continuamente buscando caritas o manitas con las que calificar comentarios de otros que no están sentados a la mesa. El móvil se ha transformado en una prolongación de la mano, sólo falta que sea implantado.
El fin de semana se asiste a un concierto de uno de los grupos favoritos. Son tres horas de música con un directo increíble que no se escuchan ni se disfrutan de verdad; se graba y se aplican filtros para colgar un vídeo tras otro en una red social. Ya en la cama, antes de apagar la luz, se comprueban las reacciones de los seguidores. En realidad, solo se conocen bien e interesan un número muy reducido de todos esos “amigos” que le han pulsado al corazón. Cuesta dormir y al día siguiente vuelta a empezar en ese mundo digital.
Las negativas consecuencias de la conectividad permanente
La plena conectividad tiene tantas ventajas que son innumerables y habrá que ir añadiendo las que quedan por llegar todavía. La información que aporta un aparato conectado a Internet es cultura, empoderamiento, emancipación, riqueza, ocio… Sin embargo, estar en cualquier momento y a todas horas conectado se está volviendo contra la esencia misma de una persona. Además, es adictivo.
Perder el móvil unos minutos puede ser traumático, sin entrar a valorar toda la información que alberga: desde la tarjeta sanitaria, hasta la de crédito, pasando por el acceso al banco, la llave del coche o la posibilidad de poner en marcha la calefacción. Así muchas personas sufren nomophobia, un miedo irracional a estar sin teléfono móvil.
Además, acusan estrés, fatiga, insomnio, ansiedad ante la posibilidad de “no existir” si no se está conectado, junto al “temor a la pérdida de privacidad y al control social masivo”. La adicción va más allá porque implica la pérdida de relaciones personales y profesionales reales, la dificultad para vivir experiencias de ocio de verdad porque se elige grabarlas en vez de concentrarse en ellas o la dependencia ante las reacciones de los “amigos ilusorios” de cada una de las redes sociales.
Ante una vorágine semejante, son muchas las personas que se declaran agotadas física y mentalmente y deciden darse un descanso con un detox digital. Incluso, muchos influencers, con vistas a iniciar unas vacaciones, avisan de que necesitan retirarse del mundo digital un tiempo para volver a conectar con la pura realidad, con ellos mismos, con su familia y con sus amigos. Más cuando estas personas han convertido la exposición online de su vida en su trabajo y no desconectan nunca.
Ese detox digital puede ser flexible, silenciando y escondiendo el móvil unas horas al día, o drástico, con una abstinencia total. Se trata de tomar la decisión de anular la conexión a Internet durante el fin de semana o mucho más tiempo y hasta llegar a eliminar la cuenta de ciertas redes sociales a las que se reconoce estar enganchado de forma enfermiza.
Los profesionales, además, advierten de que estas personas probablemente están afectadas por el FOMO, las siglas en inglés de “fear of missing out” que significa “miedo a perderse algo”. Un miedo que obliga a ser productivo desde que uno se despierta hasta que se acuesta y que conlleva el estar permanentemente conectado y expuesto a la comparación y a la opinión constante.
Esta sobreexposición implica el acceso y la asimilación ininterrumpido de información, con “sobrecarga informativa” y consecuencias que afectan seriamente a la salud mental y al bienestar emocional. Las repercusiones se extienden incluso a la calidad del sueño pues la luz azul de las pantallas interfiere en la producción de melatonina, la hormona que ayuda a inducir al sueño, desestabilizando de los ritmos circadianos. A todo esto, se añade el riesgo de sufrir una depresión al no lograr alcanzar los objetivos digitales o no conseguir la respuesta que se pretende de los seguidores.
Los beneficios de un detox digital
Todo apunta a la necesidad de volver a tomar las riendas para dejar de comprometer el bienestar y la salud sin dejar de aprovechar las ventajas que brinda la tecnología y la conectividad. Es hora de trazar límites y se puede empezar por meter el móvil en un cajón mientras dura la cena. Ha llegado el momento de dejar de mensajear para hablar en persona. Se tienen que restablecer los vínculos afectivos cara a cara, sin pantallas de por medio, para percibir los cambios en el tono de la voz y las expresiones que muestran los sentimientos. En cuanto al ocio, que ayuda a desconectar del trabajo y de la rutina, hay que disfrutarlo de verdad sin relatarlo en redes a gente que no sabemos quienes son en realidad.
Antes de llevar a cabo este detox digital, los psicólogos recomiendan realizar una reflexión profunda que ayude a definir el punto de partida y hasta dónde dependemos del móvil. Proponen dedicar un tiempo diario a una sesión de relajación y meditación que empiece con respiraciones profundas para después tomar conciencia de la situación y dar prioridad a la vida real para que no vuelva a quedar sobrepasada por la vida digital. De esta forma se puede lograr reprimir la adicción tecnológica y dejar de comprometer la salud mental.
En poco tiempo empiezan a despuntar los beneficios de apagar el móvil y las pantallas, que podrían resumirse en los siguientes:
- Reducción del estrés y de la ansiedad que genera la necesidad de estar conectados las 24 horas de los siete días de la semana.
- Disminución de la fatiga y del cansancio diurno porque poco a poco desaparece el insomnio y el sueño vuelve a ser reparador.
- Supresión del FOMO o miedo a perdernos algo si desconectamos.
- Aumento de los niveles de atención.
- Incremento de la concentración debido a que el móvil deja de interrumpir constantemente todas las tareas sea cual sea su relevancia.
- Mejora de la eficacia en todas las actividades realizadas.
- Se vuelve a ser consciente de la realidad.
- Mejora de las relaciones personales y profesionales.
- Se recupera la sensación de control sobre la propia vida que se creía en manos de los amigos y seguidores de cada red social.
- Disminución del riesgo de sufrir depresión al dejar de estar tan expuesto a las opiniones ajenas.
- Recuperación de la sensación de libertad.
- Protección de la privacidad.
- Conexión con uno mismo, ser la persona que uno quiere ser y dejar de aparentar el personaje que se muestra en redes sociales y que impide desarrollarse como a uno le gustaría.