La vida es irónica. Después de mofarse del presidente Biden por sus cabezadas públicas, Donald Trump, actualmente juzgado por el caso Stormy Daniels, aparece sesteando en pleno juicio. La prensa americana bromea: de 'Joe el somnoliento', apodo creado por el propio Trump, se ha pasado a 'Don somnoliento'. El lenguaje corporal del antiguo mandatario es inequívoco: se queda inmóvil, cierra los ojos y se relaja al punto de que, incluso, se le cae la cabeza.
Las críticas no se han hecho esperar. Medios especializados como The Atlantic se preguntan qué puede indicar esto. "Hay algo preocupante en este comportamiento de un candidato a la presidencia. Si Trump no puede estar despierto cuando se está juzgando su propia libertad, ¿qué posibilidades hay de que sea capaz de emplearse a fondo en las aristas de una guerra como la de Israel y Gaza, en la política comercial o en cualquier crisis que pudiera suceder si vuelve a la Casa Blanca?".
Con todo y con la opinión pública en contra, Trump no consiente que nadie diga que sestea: “Al contrario de lo que dicen los medios fake news, yo no me duermo en esta caza de brujas... Simplemente cierro mis bonitos ojos azules, a veces, escucho intensamente y lo absorbo todo”. Pero el enviado especial de La Vanguardia acredita lo que ya es de dominio público: Trump echa alguna que otra cabezada a plena luz del día y en momentos comprometidos, esos en los que parece que hay destinar toda nuestra atención.
Echarse la siesta en plena mañana no es bueno ni malo. Hay que distinguir varios escenarios. Que se nos caigan los ojos de sueño por una mala noche es algo completamente normal. De hecho, un descanso de día o en mitad de la jornada es bueno para la salud. En bebés y niños, los descansos de la mañana son imprescindibles para su desarrollo. Los adultos, en cambio, ya no podemos hacer esas 'paradas técnicas' para dar un extra de energía, aunque numerosos estudios, como el realizado en University College de Londres, señalan que una pequeña siesta de 20 minutos es suficiente para reponer energías. Ese mismo estudio explica que las personas que pueden echarse un sueño de mañana pueden vivir hasta seis años más.
Otros expertos no van tan lejos, pero sí enumeran los beneficios de estos descansos diurnos:
El otro escenario es aquel en el que nos dormimos, aunque no haya causas objetivas: ni hemos dormido mal ni forma parte de nuestra rutina. Cuando esto ocurre, puede que haya otras causas subyacentes.
Muchos de estos sueños tienen que ver con una mala calidad y poca cantidad de sueño nocturno. En la mayoría de los casos, las siestas cortas generalmente no afectan al sueño de la noche. Pero si ya hay insomnio, dormir la siesta podría empeorar estos problemas.
El sueño nocturno es fundamental para la salud física y emocional. Es el momento en el que el cuerpo para y el sistema inmune realiza sus tareas de limpieza y recuperación. Dormir mal de manera crónica es una mala noticia para la salud y las siestas de mañana el centinela que avisa de que algo no va bien. Pero, además, estas siestas pueden interferir en el sueño nocturno cuando son frecuentes, lo que agravaría el problema.
Dormir durante el día se ha visto que está relacionado con el aumento de riesgo de sufrir algunas enfermedades como la diabetes tipo II. Todos tenemos picos de insulina a lo largo del día, normalmente después de comer. Eso no significa que seamos diabéticos, pero sí es cierto que sufrir muchos picos de insulina de manera habitual y reiterada nos predispone a algunas enfermedades. Hay tres señales importantes a las que debemos estar atentos.
Los expertos de la Clínica Mayo insisten en que si cada vez hay más necesidad de tomar siestas y no hay un nuevo motivo aparente de fatiga, hay que acudir al médico. Podría tratarse de un medicamento o de un trastorno del sueño u otra afección médica que está interrumpiendo las horas de sueño nocturnas, además de la diabetes mencionada.