La mujer que huele el Parkinson: ¿qué otras enfermedades se detectan por la nariz?
La escocesa Joy Milne puede oler la enfermedad de Parkinson incluso años antes de que se desarrolle la enfermedad
Con las enfermedades, el olor corporal cambia porque también cambia el metabolismo y la dinámica hormonal
En el reino animal, perros y hormigas son capaces de detectar patologías desde ciertos tipos de cáncer hasta el covid
Joy Milne siempre ha tenido un olfato privilegiado, una cualidad que heredó de su abuela. Toda su vida se acostumbró a ser la persona que olía aromas que nadie lograba sentir ni identificar.
Un día, dio con un olor nuevo. Les, su marido, acababa de cumplir 32 años; fue entonces cuando comenzó a distinguir en él una nueva fragancia, más densa y profunda. Desde entonces, el olor corporal de Les mantuvo esos matices, solo apreciados por ella. Poco después, el comportamiento de Les empezó a cambiar y una década después de que el olor apareciera fue diagnosticado con Parkinson.
MÁS
En la actualidad, como explica el New York Times, Joy Milne ayuda a detectar esta enfermedad en sus estados iniciales. No es ninguna locura: la bioquímica del cuerpo cambia cuando no estamos sanos.
¿Por qué los enfermos huelen diferente?
El cuerpo humano expide constantemente sustancias volátiles al aire. Muchas de ellas se transportan a través del aliento y otras salen a través de los poros de la piel.
Un cambio de dieta, así como comer más o menos, o cualquier desajuste en nuestra bioquímica va a impactar en el olor que emitamos. En esta tarea, también cuenta la microbiota: los microorganismos que viven en el intestino y en la piel pueden hacer que el olor corporal cambie.
Pese al desodorante
A casi todos nos ha pasado: el sudor generado por el estrés huele peor que el del sudor por altas temperaturas (aunque también depende de la ropa que llevemos). En esos casos, ni siquiera el desodorante puede acabar con el efluvio.
Con las enfermedades, el olor corporal cambia porque también cambia el metabolismo y la dinámica hormonal. La comunidad científica descubrió hace tiempo los olores de ciertas enfermedades: la diabetes hace que la orina desprenda un aroma a fruta madura, la fiebre amarilla despide olor a carnicería y ¿qué decir del clásico olor a constipado?
El cuerpo humano está diseñado para poder detectar olores ajenos que, aunque no podamos describir, sí podemos identificar cómo malos. Alejarnos de su origen equivale a esquivar algo que puede enfermarnos.
En construcción
Detectar enfermedades antes de cualquier prueba diagnóstica a través del olfato es un campo que aún se está investigando. En este aspecto, los animales nos llevan ventaja a los humanos. Una investigación de la Universidad Sorbona Paris Nord (Francia) publicada este año en Proceedings of the Royal Society B mostró que las hormigas pueden aprender a distinguir entre el olor de la orina de ratones portadores de tumores de cáncer de mama humano y el de ratones sanos.
Por su parte, los perros pueden ser adiestrados para oler varios tipos de cáncer, como el melanoma, los cánceres de mama y gastrointestinales y algunas enfermedades infecciosas en humanos, como la malaria y la propia enfermedad de Parkinson, además del covid. Sin embargo, casos como el de Joy Milne muestran que los humanos también podemos tener esa cualidad, pero aún no está lo suficientemente investigada.