Carmen Estrada, la neuróloga experta en los griegos: “Podemos modelar nuestro cerebro a cualquier edad”
La neuróloga explica que más importante que la producción de nuevas neuronas es la producción de nuevas conexiones, que la comunicación entre neuronas sea más rica
Critica que la investigación científica no se dirige a mejorar la vida de las personas, se dirige a producir patentes que generen beneficios
Alerta sobre la IA: “es una herramienta muy poderosa, que puede ser maravillosa, pero sin control, también puede ser un desastre
Carmen Estrada (77) ha dedicado toda su vida a la investigación y a la ciencia. Doctora en Medicina, catedrática de Fisiología, investigadora en neurociencia durante más de 30 años en la Universidad de California y en el City of Hope Researsch Institute, tras su jubilación ha decidido dedicarse al estudio de la cultura griega clásica, y ha publicado varias obras sobre el tema. En su último libro, “La Herencia de Eva” analiza de forma crítica los derroteros que está siguiendo la ciencia, y se cuestiona si está sirviendo a la humanidad o a intereses puramente económicos.
En una conversación chispeante y apasionada nos habla de ciencia, pero también sobre ecología, economía, desigualdades sociales, envejecimiento y conexiones neuronales.
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¿Cómo se pasa de investigadora en neurociencia a estudiar a los griegos clásicos?
Siempre me había debatido entre esas dos aficiones, y cuando me jubilé decidí que ya había dedicado mucho tiempo a mi primera afición que era la ciencia, y merecía la pena darme la oportunidad de dedicarme a la segunda. Estoy muy contenta de haber podido hacerlo, porque casi todo el mundo tenemos más de una vocación y es un privilegio hacer podido dedicarle tiempo a cada una de ellas.
¿La religión y la ciencia son incompatibles?
La religión se basa en la creencia, la interpretación de la realidad se hace mediante un relato y corresponde al mundo de la mitología. En la ciencia no hay relato, hay indagación y constatación, la creencia no existe en la ciencia. Son ámbitos diferentes. Yo creo que no son compatibles, que es una contradicción, pero los humanos somos muy contradictorios.
¿El capitalismo y la ciencia se llevan bien?
Estamos inmersos en el capitalismo, es el entorno en el que vivimos y la ciencia también se desenvuelve dentro de este sistema. El problema es que la filosofía del capitalismo es la ganancia, la generación de beneficios, y las energías del sistema se dirigen a ello, también en ciencia. El capitalismo favorece los desarrollos científicos que permiten una mayor ganancia. La investigación científica ahora no se dirige a mejorar la vida de las personas, de la sociedad o del planeta, se dirige a producir patentes que generen negocios. En 2022, los tres premios Nobel que se dieron en química habían patentado sus descubrimientos, y dos ya eran empresarios. Esa es la relación compleja que hay hoy entre ciencia y capitalismo. Lo que hace falta es que la ciencia se arme de ética y vuelva a esa unión que tuvo con la filosofía durante muchos siglos y que de alguna manera salvaguardó el producto científico para que fuera en bien de la humanidad. Hoy la filosofía está prácticamente desaparecida de nuestra sociedad, y la ética hay que buscarla con lupa y no tiene el papel que debería tener para regir a la sociedad humana.
¿La tecnología es la hija díscola de la ciencia?
Desde finales del siglo XIX hasta ahora la tecnología ha aportado a la ciencia herramientas que la han permitido llegar mucho más lejos, y estos avances científicos han permitido a su vez un mayor desarrollo tecnológico. Es un círculo vicioso o virtuoso que gira cada vez más rápido. El problema es que no tiene una dirección clara, una orientación humanista. Conforme avanza el tiempo, las herramientas que se crean cada vez son más poderosas y una herramienta poderosa bien usada produce muchos beneficios, pero mal usada es peligrosa. Hoy todos hablan de la IA, que es una herramienta muy poderosa, que puede ser maravillosa, pero sin control, también puede ser un desastre. Ya no es cuestión de la ciencia o la tecnología, sino de la política.
La política no nos ha salvado hasta ahora del cambio climático. ¿Volverá a salvarnos la ciencia?
La ciencia es la única que nos puede salvar, la cuestión es al servicio de quien ponemos a la ciencia. Hace 30 o 40 años los proyectos se aprobaban en función del bien social que se perseguía. Hoy se aprueban en función de si va a dar beneficios económicos. No podemos pedir a la ciencia que nos salve de todo. La ciencia puede inventar métodos para reducir el CO2, pero ya teníamos un método, los árboles, y estamos desforestando el Amazonas y llenando de cemento las ciudades. Las grandes energéticas promueven las energías renovables, pero ninguna dice que consumamos menos energía. Y ahora mucha gente viaja en avión a ciudades que antes ni se planteaba para estar un día y volverse, generando CO2 y gastando combustibles fósiles. Se necesita también responsabilidad social.
Lo mismo ocurre con las desigualdades. Elon Musk está lanzando cientos de satélites a la órbita terrestre y nadie lo controla. La riqueza está cada vez concentrada en menos manos y esa minoría tiene carta blanca. No hay un control sensato dirigiendo a la sociedad humana, esa es la realidad.
Usted ha estudiado el cerebro durante muchos años, ¿qué sabemos ahora que no sabíamos hace 30 años?
Están cambiando los paradigmas. Durante muchos años estuvo vigente la idea de que el cerebro estaba compartimentado, y cada parte era responsable de una función. Ahora sabemos que el cerebro no se organiza en compartimentos, sino en redes neuronales interconectadas que al activarse generan pensamientos, sensaciones o respuestas a los estímulos.
Las demencias son la plaga del siglo XXI. ¿Nuestro sistema de salud trata bien estas enfermedades?
Nuestro sistema de salud actualmente es muy deficiente en todos los aspectos, empezando por la atención primaria, que es el primer escalón fundamental, y que se está abandonando. La atención primaria era el primer semáforo que detectaba posibles demencias, porque conocían al paciente y su evolución. Además, tenía la misión de fomentar y educar para la salud en la población. Esto se ha eliminado. Para todas las enfermedades neurodegenerativas, como el Alzheimer, es fundamental que el cerebro esté activo, y esto se podía fomentar desde los sistemas de salud pública. Desgraciadamente hay muchas personas que se jubilan y se quedan metidas en sus casas o tienen hábitos poco saludables que no cambian. Un cerebro que no está estimulando, es un cerebro que se va apagando poco a poco. Es esencial la estimulación continua. Estimulación intelectual, emotiva, de relaciones, de emoción con exposición al arte, a la música, la curiosidad… todo eso mantiene el cerebro vivo.
¿Las neuronas se regeneran?
Sí, hay neuronas que se pueden generar a lo largo de la vida. Pero hay un fenómeno que cuantitativamente puede ser más importante que es la de las conexiones entre neuronas. Una cosa son las neuronas, y otra los contactos que hay entre ellas. Las dos cosas cambian con la actividad, pero al parecer más importante que la producción de nuevas neuronas es la producción de nuevas sinapsis, de nuevos contactos, que la comunicación entre neuronas sea más rica. Para mejorar y crear estas conexiones es fundamental realizar todo tipo de actividad que estimule el cerebro. Cuanto más ejercitamos una función, más neuronas se reclutan, y más sinapsis se crean, así que podemos modelar nuestro cerebro a cualquier edad.
Hemos llegado a Marte, pero conocemos poco nuestro cerebro, ¿no?
Sí, queda mucho por descubrir. Ahora ya hay varias universidades donde se estudia la carrera de neurociencia como tal, no ya como una rama de la medicina ni de la biología. El cerebro es tan complejo que ya se puede estudiar de forma multidisciplinar, con conocimientos de biología, ingeniería, informática, comunicación… ya me gustaría a mí empezar a estudiar ahora neurociencia.