Cuando el cuerpo es una olla a presión: ¿Cómo nos mata un golpe de calor?

En España, por más que algunos lo nieguen, el cambio climático empieza a ser una realidad. Poco a poco nos vamos acostumbrando a veranos pegajosos, cada vez más tórridos, y a las subsecuentes olas de calor, ya un clásico de la franja de los informativos dedicada a alertarnos de las temperaturas asfixiantes que se vienen. Es importante conocer las claves para dormir bien en las horas más calurosas.

Una de las consecuencias más conocidas de estas ciudades a temperatura de sartén y el aumento los grados en el ambiente son los golpes de calor, quizá el mayor asesino del verano. Se ceba, sobre todo, con los mayores o con quienes trabajan en el exterior. Solo hay que echar un vistazo a las cifras de las dos últimas décadas para entender por qué estos ‘bombazos’ de temperatura son tan serios. Matan en cuestión de horas, sin importar nuestra edad o la condición física que tengamos.

Por ejemplo, en el año 2000, Francia y Alemania registraron más de 35000 muertes solo por esta causa. En España, entre 2000 y 2009, murieron más de 13000 personas por sus efectos, según se recoge en un informe del Instituto de Salud Carlos III. Pero, ¿cómo nos afecta exactamente un golpe de calor? ¿Por qué puede llegar a matarnos?

Dentro de un golpe de calor

El golpe de calor se conoce también como ‘hipertermia’. Sus efectos devastadores en el organismo aparecen cuando nuestro cuerpo pierde puntualmente la capacidad de regular la temperatura. Tanto en climas secos, por encima de los 35º, como en climas húmedos y temperaturas superiores a los 30º, las posibilidades aumentan conforme se incrementan los grados en el ambiente. En el caso de los climas húmedos es especialmente importante añadir el factor de la humedad. A mayor grado de humedad, menos capacidad tiene nuestro organismo de enfriarse a través de la transpiración y el sudor.

El factor tiempo también es esencial para entender por qué un golpe de calor mata tan rápido. A medida que un cuerpo permanece expuesto durante más tiempo a altas temperaturas, más posibilidades hay de que la degradación de ciertas funciones se vuelva crítica. Son varios los síntomas: desajuste de las concentraciones de los líquidos corporales o deshidratación, por nombrar los primeros efectos antes del shock térmico y la muerte.

En entornos de 40º, nuestros músculos ralentizan su funcionamiento y aparece el cansancio. A partir de los 40º, el agotamiento por calor se hace presente. Por encima de los 41, aparecen dificultades respiratorias, el flujo sanguíneo se ralentiza y se hace más difícil regular térmicamente el organismo. Entre los 42 y los 44º, sobreviene la rigidez de los músculos y la muerte cerebral. En muchos casos, el golpe de calor es una suma de descompensaciones que terminan en el archiconocido fallo multiorgánico, cuando el cuerpo no puede eliminar el exceso de temperatura: confusión, mareos, piel enrojecida, pulso disparado, náuseas, cefaleas, fiebre alta, boca seca y pérdida de conocimiento.

Así lo señala Fernando García, el portavoz de la Asociación Madrileña de Salud pública: “Se acompaña de confusión, mareos y pulso rápido y es una urgencia vital que requiere un tratamiento rápido y enérgico", y añade la cuestión de la clase social y la mala preparación de nuestras ciudades para afrontar un problema que irá en aumento en los próximos años: "Hay varios factores que acentúan los efectos nocivos del calor sobre la salud: la pobreza –sin acceso al aire acondicionado o a ventiladores–, las ciudades –con sus islas de calor que lo acentúan–, los barrios alejados de las zonas verdes y sin árboles, la falta de movilidad o el aislamiento social”.

Cómo tratar un golpe de calor

Si sufrimos un golpe de calor o estamos en presencia de alguien que experimenta los primeros síntomas, hay que actuar con rapidez para frenar el desajuste térmico. Una lista de tareas como la que sigue es esencial.

  • Debemos ponernos en contacto con los servicios de emergencia.
  • Seguidamente, llevaremos a esa persona a un lugar fresco y lo más ventilado posible. Lo fundamental es rehidratarle con agua salada, suero o una bebida que contenga electrolitos para intentar que recupere parte de las sales que ha perdido. 
  • Es esencial bajar en lo posible su temperatura corporal, así que aplicaremos paños mojados con agua fresca en distintas zonas de su cuerpo: nuca, axilas o ingles; una sábana húmeda o una ducha con agua entre tibia y fresca también pueden ser métodos de termorregulación efectivos. Nunca se debe usar agua helada.
  • Si no observamos mejoría en sus síntomas, le quitaremos la ropa y rociaremos su cuerpo con agua, entre 10 y 15º, mientras le abanicamos con aire caliente o con el flujo de aire de un ventilador. Probablemente lograremos bajar la temperatura 1º cada cuarto de hora.