Los uppers sabemos bien que la edad es solo un número, una cuestión mental, una cifra muy relativa que no tiene tanto que ver con lo que marca nuestro carnet de identidad como con hábitos de vida, factores genéticos o el clima. Y sin embargo, la ciencia también ha intentado delimitar de manera objetiva cuándo se supone que termina nuestra juventud. Su conclusión no es precisamente la que imaginaríamos.
En efecto, la Universidad de Stanford realizó en el 2019 un estudio en el que pretendía saber el momento exacto en el que la vejez empieza a ocurrir. Lo que descubrieron los investigadores tras reunir a un total de 4.331 voluntarios entre los 18 y los 95 años de edad es que los niveles de proteína en la sangre pueden predecir la edad de una persona.
Así, lograron identificar una especie de 'reloj fisiológico' basado 373 en proteínas. Y eso les sirvió para concluir que el envejecimiento no es un proceso uniforme y lineal, como se piensa, sino que sigue una especie de camino con tres puntos de inflexión. El primero de esos puntos aparece antes de lo que pensamos. Aunque una persona no tenga arrugas o canas, a los 34 años se dan ya cambios notables de proteínas vinculadas al proceso de envejecer. Esto sucede sí o sí. Ni mil tratamientos antienvejecimiento lo pueden frenar.
Los otros dos momentos específicos de la vida en los que el cuerpo presenta los cambios más bruscos son a los 60 (madurez tardía) y a los 78 años (vejez). Asimismo, los investigadores establecieron que las señales de esta etapa de la vida se presenta diferente entre hombres y mujeres, ya que en los primeros los cambios de las proteínas son más visibles que en las segundas.
Esto sucede porque en lugar de simplemente aumentar o disminuir de manera uniforme o permanecer igual a lo largo de la vida, los niveles de muchas proteínas permanecen constantes un tiempo y, en un momento u otro, experimentan cambios repentinos. Los cuales tienden a agruparse en los citados tres momentos en la vida de una persona.
“Las proteínas son los caballos de batalla de las células constituyentes del cuerpo, y cuando sus niveles relativos experimentan cambios sustanciales, significa que tú también has cambiado”, explica Tony Wyss-Coray, profesor de ciencias neurológicas y autor principal del estudio. “Mirar miles de ellos en plasma te da una instantánea de lo que sucede en todo el cuerpo”.
Más allá de señalar anecdóticamente 'el fin de la juventud', los resultados de la investigación podrían ser útiles a la hora de abordar las enfermedades vinculadas a la edad e incluso el sexo. Por ejemplo, se podrían identificar a las personas que parecen estar envejeciendo rápidamente y, por lo tanto, en riesgo de padecer afecciones relacionadas con la edad, como la enfermedad de Alzheimer o las cardiovasculares.