Mindful drinking, el movimiento que conseguirá que tus hijos beban menos: "Emborracharse no es divertido"
Animados por las redes sociales y en línea con otras corrientes saludables, cada vez más jóvenes se apuntan a esta forma de atención plena
Alejandro y Bea ofrecen su testimonio y aclaran que no es una ola de puritanismo
La impulsora fue la escritora londinense Rosamund Dean, autora de un manual para encontrar un punto medio entre el exceso y la abstinencia
La última copa que bebió Alejandro, estudiante de Derecho de 21 años, fue hace cuatro meses. Fue un mojito que le apeteció preparar para sus amigos con una botella de ron cubano que merodeaba en la despensa familiar desde hacía tiempo. No había nada que celebrar, simplemente fue un capricho que quiso compartir. Bea, su pareja, tomó un par de cañas este verano en un chiringuito gaditano para sofocar una tarde de calor. Ni una gota de alcohol más. Ambos forman parte de un movimiento conocido como "mindful drinking", que consiste en beber con atención plena.
Podríamos decir que es una variedad del mindfulness, pero tomando como único enfoque de nuestra atención o conciencia plena el consumo de alcohol. Beber sin juzgarnos, pero conscientes del motivo que nos lleva a ello y del impacto sobre nuestra salud física y mental. Fue la escritora londinense Rosamund Dean, autora de 'Mindful drinking: Cómo moderar el consumo de alcohol cambiará tu vida', la que impulsó esta filosofía que traslada la autorreflexión de la meditación a una copa de vino.
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No es una nueva ola de puritanismo
Como están acostumbrados a que la gente divague sobre el asunto con mil ocurrencias, Bea y Alejandro nos insisten que esto no es una nueva ola de puritanismo ni una doctrina mojigata, sino un estilo de meditación. Bea fue la primera que sintió esa curiosidad de sobriedad en plena resaca de Nochevieja de 2023. "Unas semanas antes había escuchado por casualidad, en un trayecto de tren, un podcast sobre el mindful drinking. Me resultó curioso, pero no volví a reparar en ello hasta 24 horas después del cotillón de fin de año, todavía bastante perjudicada por el champán con el que anegué la fiesta", explica entre risas.
Lo más incómodo de practicar mindful drinking es la presión. "Ahora hemos conseguido convencer a una buena parte del grupo, pero al principio quisieron hacernos sentir raros cuando pedíamos un refresco en lugar de alcohol. Todavía hoy es motivo de chistes, risas y burlas por parte de alguna gente", confiesa Alejandro. En su caso, se sumó a esta idea en cuanto se lo propuso Bea, aunque en cierto modo, le chocó. La sociedad celebra la vida con alcohol y siempre hay un motivo para abrir una botella. Es algo muy arraigado en nuestra cultura. Esto ha provocado que desde muy pequeños asociamos el alcohol con diversión, desinhibición, alegría. "Nos hacen creer que todo esto aparece con una copa en la mano o una botella", indica.
La radiografía que presenta el Ministerio de Sanidad en el 'Informe 2024. Alcohol, tabaco y drogas ilegales en España', referido a los jóvenes, es un buen reflejo. Si bien se observa una tendencia estable en la evolución en estos últimos años, la edad media de inicio en el consumo sigue situándose entre los 13,9 y los 15,4 años. Las drogas más consumidas por los jóvenes (14-18 años) son las legales (alcohol y tabaco), seguidas del cannabis.
El 75,9% de los jóvenes de 14 a 18 años ha consumido alcohol alguna vez (73,7% de los hombres y 78,1% de las mujeres) y el 47,5% admite haberse emborrachado al menos en una ocasión (43,9% de los hombres y 51,2% de las mujeres). En cuanto al patrón de consumo de alcohol en atracón, conocido como "binge drinking", es muy similar al de las borracheras, aunque más frecuente entre las chicas a los 14-15 años de edad y en los chicos a partir de los 16 años. El informe menciona la facilidad con las que los menores obtienen alcohol. En los bares, los supermercados y las tiendas de barrio, principalmente. También en sus propias casas o en las de otros.
Efecto dominó gracias a las redes sociales
¿Podría el mindful drinking mejorar esta realidad? Es una tendencia en línea con el vegetarianismo, el cuidado de la salud mental y física y estilos de vida más respetuosos con el planeta que van ganando espacio gracias a las redes sociales. Frente a los datos anteriores, en España, el 15% de los menores de 24 años elige no beber, aunque aún enfrentan la presión social. Nuestra pareja protagonista ha sido testigo de ese efecto dominó que se está creando y revela que, en su entorno, además de aplaudir la idea, se han dejado contagiar y ahora padres, tíos y abuelos (con algunas excepciones) se han apuntado a la práctica. Insistimos que no significa eliminar completamente el alcohol, sino explorar un estilo de vida en la que la bebida no es una presencia constante.
Es lo que propone Rosamund Dean en su libro: cultivar una relación saludable y más consciente con el alcohol. Siguiendo los tres pasos que expone en sus páginas, el lector consigue reducir el alcohol y los efectos se hacen notar de inmediato. Sobre la piel, el resto del cuerpo y, especialmente, la mente. De todo ello aporta documentación científica. Son muchas las personas que se identifican con esta periodista cuando explica cómo la bebida se convierte en hábito sin que uno sea consciente. En su caso, al despertar de la fiesta de su 30º cumpleaños se dio cuenta de cómo el alcohol estaba condicionando su vida y buscó un término medio entra la abstinencia absoluta y la "indulgencia despreocupada". Quería aprender a disfrutar del alcohol, pero manteniéndose lúcida y despertándose más o menos lustrosa. La intención era ya el primer paso que expone en 'Mindful drinking'.
La cuestión era cómo resistir esa tercera copa a partir de la cual todo parece desbocarse. Y buscó una motivación. Es decir, el segundo paso. Trató de verlo como una reinvención positiva de sí misma con resultados positivos. "Más energía, mejor memoria, más posibilidad de ingresos, mejor piel, sueño más profundo, mayor autoestima, pérdida de peso, un sistema inmunológico más fuerte y menor riesgo de algunos tipos de cáncer". Por cada una de estas razones, aporta un argumento mostrado científicamente.
No somos perfectos: busquemos el término medio
Dean compara el consumo de alcohol con el de azúcar. "El pastel no ofrece ningún beneficio para la salud, pero si es tu cumpleaños y me regalas un trozo de pastel de limón, claro que lo tomo. El placer que obtengo anula los efectos adversos para la salud. Simplemente me aseguro de disfrutar de cada bocado, pero no como pastel todos los días. Así es como debería ser también con el alcohol. Sé que, en un mundo perfecto, no bebería nada. Pero no vivimos en un mundo perfecto y soy un gran admirador del poder de lo suficientemente bueno".
Falta el tercer paso. Ser consciente, según nos detallan también Bea y Alejandro, no significa convertirse en un experto en yoga o meditar durante horas y horas. "La atención plena consiste en tomar conciencia de lo que estás haciendo y entrenar al cerebro para que abandone ciertos patrones de pensamiento". Rosamund Dean sugiere 28 días de entrenamiento son suficientes para crear el hábito y mantenerlo en el tiempo. Una vez olvidadas las vacaciones y las tentaciones que podrían echar por tierra el primer intento, septiembre podría ser un excelente momento para empezar. Para reforzarlo, puede ser buena opción probar esos cócteles sin alcohol tan de moda en muchos bares, restaurantes y festivales o incluso ofrecerse a ser el conductor abstemio durante este mes clave. Una vez superados los 28 días iniciáticos, cada uno marcará sus propios límites pensando solo en positivo y en los beneficios que traerá esta moderación. "La repetición es absolutamente clave, así que recuerda constantemente tus motivaciones y en la fuerza que te da la sensación de autocontrol", recuerda Dean.
No faltan descreídos que achacan todo ello a la última ocurrencia de la denostada autoayuda. Para probar su eficacia, Sunjeev Kamboj, profesor de Psicología de la University College de Londres, probó la atención plena con un grupo de 68 bebedores empedernidos y concluyó que quienes recibieron microdosis de meditación de 11 minutos redujeron significativamente su consumo de alcohol durante la semana siguiente y pudieron regular mejor esas emociones que anteriormente les abocaban a la bebida.
En el entorno de Bea y Alejandro, las personas que se han adscrito al mindful drinking comparten algunas de sus ideas. Por ejemplo, en el proceso de transición, pedían al camarero que, en lugar de la cantidad habitual, pusiesen la mitad de alcohol o limitaron el consumo de vino a una ocasión muy especial, prestando atención a esa sensación que produce. Como ellos, cada vez más influecers y jóvenes cuentan en sus redes sociales alternativas al alcohol. También están tomando nota los principales fabricantes de cerveza, vino y licores y ofrecen opciones sin alcohol o con bajo contenido. "Emborracharse no es divertido", zanjan.