Cuando hablamos de enfermedades cardiovasculares, siempre pensamos en el infarto de miocardio y en el ictus como las más graves. Sin embargo, hay otra patología igualmente grave y, a menudo, olvidada, ya que no presenta los mismos síntomas y cuando lo hace, puede ser demasiado tarde. Se trata de la trombosis venosa profunda.
La trombosis venosa profunda (TVP) consiste en la formación de coágulos de sangre (trombos) en las venas profundas de la extremidad inferior (vena femoral, vena poplítea o vena iliaca), aunque con menos frecuencia también puede afectar las venas del cuello (yugular), de la extremidad superior (vena axilar, subclavia o basílica) o del abdomen o la pelvis.
La incidencia de un primer caso de trombosis venosa profunda de miembros inferiores se sitúa entre los 50 y 100 casos por 100.000 habitantes al año. Las cifras son importantes, ya que la TVP junto con el embolismo pulmonar (conocidas como enfermedad tromboembólica) constituyen la tercera causa de muerte cardiovascular, solo superadas por el infarto de miocardio y el ictus. Se estima que uno de cada 100 pacientes con trombosis venosa profunda muere. En los casos más graves, las tasas de mortalidad y amputación de miembros pueden superar el 40%.
Entre las personas con más predisposición a sufrirla se encuentran las siguientes:
Además, la trombosis venosa profunda también se produce con más asiduidad en pacientes con cáncer, enfermedades autoinmunes y algunas enfermedades sanguíneas.
"La obstrucción de las venas en miembros inferiores habitualmente produce inflamación, dolor y calor en la zona afectada", explica el doctor Jorge Cobos, miembro de la Sociedad Española de Radiología Vascular e intervencionista (SERVEI). Según el especialista de la Unidad de Radiología Vascular e Intervencionista del Hospital Universitario Ramón y Cajal de Madrid, el diagnóstico precoz es fundamental, ya que si la obstrucción es más extensa, "el trombo puede llegar a producir una congestión masiva de la extremidad, gangrenándola, y los coágulos pueden desplazarse y taponar el pulmón, lo que se denomina embolismo pulmonar".
El tratamiento estándar y de eficacia probada que se aplica a todos los pacientes con trombosis venosa profunda son los fármacos anticoagulantes como la heparina subcutánea, el sintrom o los nuevos anticoagulantes orales.
Estos actúan disolviendo el coágulo sanguíneo, de forma que previenen la progresión y formación de más coágulos en las piernas; y el desarrollo de embolia pulmonar, la consecuencia más grave de la enfermedad.
¿Qué ocurre con los pacientes que no pueden tomar fármacos anticoagulantes o cuando estos no son efectivos? La mejor alternativa es la trombólisis con catéter. Ésta consiste en la inserción un catéter, mediante el uso de rayos X, en la vena de la pierna o del brazo, que se dirige hasta el sitio exacto en el que se encuentra el trombo. Una vez allí, a través del catéter, se inyecta en el trombo una medicación específica para disolver el coágulo e, incluso, aspirarlo y extraerlo. “En otros casos también puede ser necesario tras una obstrucción crónica reabrir las venas de gran calibre, las del abdomen y la pelvis, mediante stents”, afirma el portavoz de la SERVEI. Esta técnica puede permitir recuperar el flujo venoso, mejorar la circulación en la zona afectada e impedir un eventual paso del trombo hacia el pulmón.