Raúl Sánchez, el cirujano que dijo adiós a La Paz para mejorar el hospital de su pueblo: "Hay que escuchar a la vida"

  • A sus 48 años, deja atrás 10.000 horas de quirófano en Madrid para ejercer en la localidad murciana Caravaca de la Cruz

  • Está convencido de que el futuro de la salud no está en los "macrohospitales", sino en los centros más modestos

  • En esta entrevista nos habla de sus razones personales y profesionales y de cómo ha tomado su familia esta decisión

Caravaca de la Cruz es un municipio murciano con algo más de 25.000 habitante que conserva una reliquia de la cruz donde, según dicen, Cristo fue crucificado. Se considera, por tanto, una de las Ciudades Santas de cristianismo y, como cada siete años desde 1998, celebra este su Año Jubilar. Cofradías y hermandades peregrinan estos días hasta allí para ganar las indulgencias plenarias. Pero si desde hace cosa de un mes Caravaca de la Cruz aparece insistentemente en las noticias es por otro motivo: el prestigioso cirujano cardiaco infantil Raúl Sánchez Pérez, caravaqueño, ha dejado el hospital madrileño La Paz para trabajar en el de su localidad, el Hospital Comarcal del Noroeste.

El final de un sueño y el comienzo de otro

Se traslada de uno de los hospitales más grandes de España a uno de los más modestos. "Es el final de un sueño y el comienzo de otro. Hay que saber escuchar cuando la vida te pide cambio", nos explica con modestia anteponiendo los atractivos de Caravaca de la Cruz a cualquier otro detalle de su biografía vital y profesional. Y nos habla, aparte de la importancia del Año Jubilar y de esos paseos por la tierra que "curan el alma y mantienen vivo el cuerpo", de las razones que han tirado de él con la irresistible fuerza que mantiene a la Tierra en órbita alrededor del Sol.

En Caravaca de la Cruz está su árbol de la vida, con sus nutrientes y sus raíces, tan fuertes que le ayudan a sostenerse en pie sin tambalearse. Los pliegues del tronco de ese árbol centenario le inspiran la metáfora con la que cuenta a uno de sus hijos el respeto por la edad. "Cuando uno pasa por delante de uno de estos árboles, hay que hacer una reverencia. Como buen niño de seis años, me preguntaba por qué. Le respondí que porque han dado mucha vida. Esa reverencia es una manera de darles las gracias".

El 18 de septiembre, Sánchez Pérez, nombrado recientemente académico por la Real Academia de Medicina y Cirugía de la Región de Murcia, operó de corazón a su última paciente, una niña, y se despidió a través de sus redes sociales del hospital que le vio "nacer como cirujano", en el que su mujer, Erika, parió a sus tres hijos y en el que ha trabajado durante quince años de manera ininterrumpida". La cifra definitiva la brinda el número de horas de quirófano, unas 10.000; trasplantes, más de cien; y cirugías en las que ha intervenido, más de mil. Tantas como corazones ha tenido en sus manos, tantas como historias de niños.

Una vez actualizados los protocolos y procedimientos en el Servicio Murciano de Salud, el 1 de diciembre se incorporará a su plaza como pediatra en el hospital de su pueblo. A sus 48 años, está convencido de que aún le queda mucho por aportar en el campo de la medicina. "Todos los hospitales tienen su alma y los pacientes son igual de importantes y merecen la misma atención. Aquí ejerceré una medicina más comunitaria. He escuchado que si es un paso atrás, que si es un paso al frente… realmente es un paso hacia mi interior. La decisión ha sido muy meditada en familia y respaldada por todos", explica.

El ego en su justa dimensión

Sus próximos pacientes recibirán ese mismo trato con los niños y sus familiares que le han hecho destacar en su larga trayectoria profesional en La Paz como especialista en cirugía cardíaca infantil y cardiopatías congénitas de adulto. "Asumo esta cercanía como parte vital de mi trabajo. Han sido años de muchas decisiones rápidas para intentar salvar sus vidas y esta proximidad era necesaria para generar confianza".

Entre los apelativos recibidos por el doctor, están el de Tedax del corazón o el cirujano top, pero no se olvida de que ha sido parte de un equipo de cirujanos, anestesistas, enfermeros, auxiliares… donde cada uno aporta una parte esencial. "Por la presión y las características del trabajo, un ego fuerte te permite tomar decisiones bajo presión y en situaciones muy delicadas. Te da confianza, motivación, autoestima, validación de aquello en lo que crees, pero de ninguna manera podemos considerarnos superhombres o creernos con superioridad".

Este pensamiento es el que recorre su libro 'No somos héroes', publicado en 2023. En él habla "del amor por las cosas pequeñas, que son finalmente las más grandes, la amistad, la lealtad a las personas, los caminos que se abren y se cierran, la reivindicación de la vida sencilla y la vuelta a los orígenes". En sus páginas entrelaza sus recuerdos y su nostalgia de Caravaca y de sus fiestas con su trabajo como médico y con la labor excepcional que realizaron los sanitarios en la que Raúl describe como "la semana más negra de la pandemia". "Realmente -resalta- es una obra colectiva en la que no todas las historias que se cuentan acaban bien. Más de trescientos noventa nombres propios, vinculados a mi vida en Caravaca o a mi vida profesional que, de alguna manera, han marcado mi existir. Unas nos hacen reír y otras nos emocionan por la grandeza con la que afrontaron su sufrimiento".

Descubrir el don de la vida

A través de las historias que relata, algunas vividas en primera persona con extremo dolor en su labor como cirujano cardíaco, este doctor caravaqueño va plasmando esos pequeños instantes que van componiendo su particular concepción de la felicidad, muy alejada de todos "esos apegos y creencias enquistadas que a veces nos impiden descubrir el auténtico don de la vida".

Vive al dictado de su corazón, confiando profundamente en el valor de lo sencillo. Es un pensamiento que eleva al campo de la medicina: "Los macrohospitales algún día desaparecerán. En hospitales pequeños, como el de Caravaca, está el futuro de la sanidad. Los grandes continuarán existiendo desde el punto de vista tecnológico, pero coexistirán con estos otros más cercanos y ubicados en enclaves más naturales que permitan una atención más cálida y donde el paciente pueda ser atendido en su propio domicilio".

Con el aprendizaje acumulado y la energía de encontrarse en su hemisferio vital, apura los últimos días del otoño antes de hacer uso de su plaza en su tierra, junto a sus raíces y sus padres, ya octogenarios, y echar un nuevo pulso a la vida. Es consciente de que es el último que llega al hospital de Caravaca. Su bagaje no le da un puesto preferente en la cola, por lo que toca escuchar, observar y palpar. Sabe que va a trabajar con un equipo humano potente y muy comprometido. No necesita saber más para impulsarse, una vez más. Esta vez desde la grandeza de la sencillez.