Unas 800.000 padecen la enfermedad de Alzheimer en España, según datos de la Sociedad Española de Neurología (SEN). Según esta sociedad científica, concentra el 60% de los casos de demencia y cerca del 30% de los casos no están diagnosticados. La enfermedad, caracterizada por pérdida de memoria, otros trastornos cognitivos y signos de comportamientos disfuncionales, afecta en mayor medida a las mujeres a partir de los ochenta años. No existe una cura para esta enfermedad; por ello, todas las actuaciones que puedan hacerse de manera preventiva tienen una gran importancia.
Un nuevo estudio ha vinculado un hábito frecuente entre los adultos con la progresión del alzheimer. Aunque las causas de la enfermedad de Alzheimer son muy complejas, una investigación de Scripps Research vincula la enfermedad de Alzheimer y el trastorno por consumo de alcohol, y muestra cambios similares en el cerebro relacionados con la inflamación y la función celular.
El estudio, publicado en la revista eNeuro, confirma la relación entre el consumo de alcohol y la progresión de la enfermedad de Alzheimer. El alcohol es un nutriente cero; es decir, aporta calorías vacías, sin ningún aporte ni beneficio nutricional.
Aunque a veces aparece como integrante de la dieta de personas de edad en dosis bajas (una copa al día como máximo), la OMS sostiene desde hace tiempo que no hay un consumo de alcohol recomendable. A largo plazo está vinculado con el aumento del riesgo a padecer enfermedades cardiovasculares, hepáticas y digestivas, diferentes tipos de cáncer, problemas de salud mental, de dependencia y de adicción. Beber alcohol, en definitiva, puede tener consecuencias irreversibles para nuestro organismo.
El alcohol es un compuesto neurotóxico, lo que significa que su consumo en altas dosis de forma prolongada puede causar alteraciones en la estructura y funciones del cerebro. Algunas de estas funciones que pueden ser dañadas están relacionadas con la memoria y otras funciones cognitivas relacionadas con la enfermedad de Alzheimer.
De acuerdo con algunos estudios, hay una relación entre el consumo de alcohol y el riesgo de demencia. El abuso de esta sustancia está considerado como un factor de riesgo para desarrollar alzheimer o algún otro tipo de demencia.
Un estudio realizado en la Universidad de Chicago, y publicado en la revista Journal of Neuroinflammation, mostró que el alcohol puede afectar a algunos de los genes encargados de eliminar la proteína beta amiloide, y causar inflamación en las células microgliales, encargadas de evitar la acumulación de esta proteína. Este exceso de proteína beta amiloide se considera un precursor de la enfermedad al formarse depósitos tóxicos entre las neuronas que contribuyen al deterioro cognitivo.
El daño neurológico que causa el consumo de alcohol sigue presente durante la enfermedad. Si su consumo puede favorecer su aparición, e incluso acelerarla, también puede agravar los síntomas y hacer que estos avancen más deprisa.
Si el paciente consume alcohol, este puede incrementar sus síntomas causándole mayor confusión. Por otra parte, algunos fármacos pueden tener efectos adversos al mezclarse con bebidas alcohólicas. En personas con pérdidas de memoria, es difícil, además, precisar la cantidad de alcohol que han ingerido, con lo que los riesgos descritos aumentan.