Virtudes Roig, la farmacéutica valenciana que despacha píldoras emocionales: "Muchas con anécdotas reales"
La creadora de 'El blog de Pills' nos presenta su libro 'Píldoras de emociones'
Recoge en él relatos reales que muestran el valor de la farmacia más allá de la venta de medicamentos
Nos cuenta cómo empezó todo: un atropello de coche, un correo electrónico y la magia de la serendipia
A letra de médico, ojo de boticario. Cuánta razón tiene el refrán y cuánto lo exprime Virtudes Roig, una farmacéutica valenciana que, además de medicamentos, da una vuelta a la letra del doctor, ya siempre impresa, y acaba despachando píldoras emocionales. Así, 'Píldoras de emociones', ha titulado un libro en el que recoge un sinfín de anécdotas de pacientes que, una vez que reciben un diagnóstico con toda su crudeza o el de algún ser querido, corren a un rincón donde digerir la situación. Este rincón a menudo es la farmacia y es en ella donde despierta el alma.
Virtudes lo entendió cuando se colocó por primera vez su bata, hace ya tres décadas. "Leer la letra del médico implica mirar a los ojos y escuchar la voz de quien tienes enfrente", nos explica desde su farmacia, situada junto al Hospital Universitario la Fe de Valencia. Sus años de oficio, su modo humano de ejercerlo y su gusto por divulgar la salud han convertido a esta profesional en toda una influencer. Le gusta y por eso en 2015, animada por la popular Boticaria García, creó 'El blog de Pills'. Como es incansable, ahora nos presenta un libro con historias cotidianas y muchas de las reflexiones que va guardando cada día en la rebotica, ese espacio que, como bien describe nuestro diccionario, "está detrás de la habitación principal de una botica, y le sirve de desahogo al farmacéutico".
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Pero no son penas lo que nos trae Virtudes en su libro, sino situaciones límite en las que nos coloca la enfermedad y que hay que gestionar de la mejor manera posible. "El dolor y la soledad sacan lo mejor de cada uno, nuestro lado más generoso y auténtico, y esto ayuda a sanar esas otras heridas que apenas se ven". Por su farmacia pasan a diario personas tristes, desesperanzadas, con miedo y solas, pero también valientes, fuertes y solidarias. Todas necesitan ser escuchadas. "Es difícil afrontar una enfermedad o seguir avanzando en la vida cuando se presenta cualquier circunstancia si no nos permitimos expresar lo que estamos sintiendo. Las emociones son la base de nuestro bienestar", advierte.
El recuerdo de su abuela Matilde
Virtudes lleva en vena el oficio. Su abuela Matilde, también boticaria, se licenció en los años veinte, cuando las estudiantes tenían que ir a las universidades escoltadas por monjas para evitar contacto con los hombres. Que una mujer escogiese una carrera de ciencias en aquella época no era algo común, por eso la nieta la admiró doblemente y le inspiró su modo de trabajar. Por cierto, murió con 102 años sin apenas necesitar medicina.
Ahora ella se siente dichosa de haber recogido su legado y de ejercer una profesión que le permite humanizar la enfermedad desde la escucha, la información y la promoción del autocuidado. Lo que le llevó a ello fue, lógicamente, la empatía, no poder quedarse impasible ante el dolor de un padre a punto de perder a toda una familia a causa de un accidente o el de un anciano que alivia su soledad comprando sus recetas una a una.
Nos cuenta vivencias como la de una vecina que en pleno confinamiento por covid le pidió un abrazo cuando estaba a punto de bajar la persiana. Tras un instante de duda, la abrazó de la manera más segura que pudo. "Desde hace tres meses nadie me ha tocado", le dijo. Aquel gesto le hizo recordar cuánto necesitaba ella también el contacto. "No entendería la farmacia sin esta parte de compasión, sensibilidad, respeto y calidez en el trato que merecen los pacientes. El beneficio es recíproco. Compartir historias nos enriquece a todos".
La DANA en primera persona
Su farmacia se encuentra en la ruta de salida hacia la zona más devastada por la DANA, por lo que en los últimos meses está presenciando escenas demoledoras. "Estoy observando un cambio de actitud en la gente afectada. Al doloroso impacto inicial le siguió un sentimiento profundo de gratitud por seguir vivos y por el apoyo recibido de tantas personas que de forma anónima y desinteresada se acercaron a echar una mano. Han pasado varios meses, pero siguen siendo víctimas y necesitan más ayuda que nunca. La van a necesitar durante mucho tiempo. Material, emocional, psicológica… Sin embargo, empiezan a tener la sensación de haber caído en el olvido. Esto puede hacerles aún más vulnerables".
En el blog desmiente bulos, promueve la vida saludable, reflexiona sobre temas actuales y cotidianos con un lenguaje fácil y muy directo. El libro es historia viva de sus días de farmacia y de un compromiso consigo misma que crece cuanto más comprueba el valor de escuchar a esos pacientes que llegan con incertidumbre y ansiedad o que ven que, de un día a otro, su vida se ha visto interrumpida por completo por un diagnóstico. "Estoy convencida de que expresar nuestras emociones y sentirnos apoyados reduce la ansiedad, minimiza el dolor y acelera la recuperación".
La palabra, el mejor bálsamo
Por cada pastilla que expide, para ella hay un ser humano con una historia vital. Por cada jarabe, un motivo que merece ser escuchado. Por cada tirita, una herida que sanar. Por cada vez que se abre la puerta, una persona que merece todo su respeto. Es una habilidad que ha ido cultivando con los años y los pacientes lo reciben como un bálsamo. El único que ni se vende ni se compra, simplemente se ofrece.
Virtudes nos confiesa que, cuando deja su bata blanca, se acerca a su particular rincón terapéutico: el mar. Allí se la puede encontrar, casi siempre con un libro. Deja para el final de la entrevista la historia de cómo arrancó su libro. Un 30 de diciembre, de compras con su hija, sufrió el atropello de un coche. La rueda le pasó por encima. No una, sino dos veces por un movimiento torpísimo por parte de la conductora cuando intentó rectificar. Después de un tortuoso proceso en el que estuvo a punto de perder una pierna, se encontraba apática, desquiciada por verse dependiente, enfadada con el mundo. "Así que andaba yo lamiéndome las heridas, haciendo ejercicios de movilización de rodilla y tobillo, cuando recibí un correo electrónico. Tuve que reincorporarme con cuidado para leerlo. Me llamó la atención una frase que decía que tenían mucho interés en contactar conmigo para proponerme un proyecto editorial. La remitente era una editora de Harper Collins".
Después de varios intercambios de correos, sentaron los cimientos de un proyecto que actuó de catalizador en su recuperación, "una ilusión que cambió mi ánimo en el momento más apropiado". El suyo pudo ser un caso de serendipia, uno de esos hallazgos valiosos que se producen de forma accidental o casual. Aunque, como menciona en 'Píldoras de emociones', hasta para recibirla hay que tener la mente preparada.