Cambio de hora: ¿cómo afecta a las personas que llevan bomba de insulina?
Este domingo, 28 de marzo, debemos cambiar la hora en nuestros relojes para adaptarse al horario veraniego.
Este ajuste afecta sobre todo a personas sujetas a una medicación y, especialmente, a los pacientes diabéticos que manejan su enfermedad con una bomba que suministra insulina.
Nuestros relojes se adaptan automáticamente, ¿también lo hacen nuestros dispositivos? Enrique, de 51 años y diabético insulinodependiente, nos cuenta sus odiseas con la bomba y los cambios de hora.
La llegada de la primavera trae consigo el tradicional cambio de hora que este 2021 se hará la noche del sábado 27 al domingo 28 de marzo. Los relojes se adelantarán una hora y a las 2,00 serán ya las 3,00. Para la mayoría de la población, el mayor quebradero será si dormirá una hora menos o si le costará más madrugar. En los enfermos crónicos cada cambio horario tiene unas consecuencias inmediatas que van más allá de estos pormenores, debido a que siguen una programación en su medicación muy estricta. Es el caso de los diabéticos que utilizan bomba de insulina.
Un desarreglo en toda regla
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El tratamiento con bomba de insulina se ha convertido en la herramienta más valiosa para el manejo de la diabetes. Está programa por el equipo sanitario de forma muy personalizada en cada paciente estableciendo varios tramos horarios muy diferenciados de acuerdo con sus ritmos de vigilia, sueño, actividad diaria y comidas. Cualquier alteración en su calendario vital debe ir acompañado de un ajuste manual en el suministro de insulina. Y aquí está el problema: cuando España entra en el horario de verano y las agujas avanzan una hora, este dispositivo se mantiene inalterable. Si el paciente no lo modifica, empezará a funcionar llevando siempre una hora de retraso y administrará la insulina de acuerdo con lo que se le dijo anteriormente.
Es un detalle simple, pero a menudo pasa desapercibido y así nos lo hace saber Enrique, un lector de 51 años. Debutó con diabetes tipo 1 en el Hospital Universitario Ramón y Cajal (Madrid) a punto de cumplir 37 años y esto es lo que le ocurrió cuando empezó a usar bomba, hace ahora ocho años. "Es verdad que su uso es sencillo y me adapté perfectamente, pero no había caído en la cuenta de que, con cada cambio en los relojes, en marzo y en octubre, el dispositivo no se corregía automáticamente, tal y como hacen los ordenadores, los móviles o cualquier otro aparato de los que utilizamos de manera cotidiana. Por tanto, al llegar la primavera de ese primer año de bomba el suministro de insulina no se correspondía con las necesidades para las que estaba programada. Por ejemplo, de cinco a siete practico deporte intenso y mi cuerpo requiere un aporte menor. A partir de esta semana, cuando la máquina marca las cinco y ha disminuido su actividad, realmente son las seis y llevo ya una hora consumiendo energía con un gran esfuerzo físico. El riesgo de hipoglucemia, por tanto, es alto".
Secuelas a corto y largo plazo
"Es tan sencillo como cambiar manualmente la hora de la bomba", insiste. Según ha podido observar, es un descuido más común de lo que imaginamos. Su enfermera, la primera en sospechar que algo andaba mal al descargar los datos de la máquina, enseguida le advirtió de las consecuencias de este despiste, más graves cuanto más se prolongan en el tiempo. Una menor dosis de insulina en las horas de las comidas es causa inmediata de hiperglucemia. Por el contrario, el suministro innecesario durante la noche puede dar origen a hipoglucemias. Enrique pasó seis meses con el paso cambiado en su bomba y eso se reflejó en su control glucémico, hasta entonces óptimo.
A la espera de uno de los grandes retos científicos, un páncreas artificial que haga lo que el órgano dañado no puede, la bomba de insulina actúa como haría un páncreas sano, secretando esta hormona en dosis precisas de manera continua (insulina basal), de acuerdo con los requerimientos individuales, y de modo puntual (los llamados bolos) en respuesta a la ingesta de alimentos. Es un avance que ha mejorado significativamente la calidad de vida de los pacientes, disminuyendo el número de inyecciones, permitiéndoles flexibilidad en sus rutinas y dándole gran seguridad en la actividad física y deportiva. Sobre todo, ha facilitado un manejo idóneo de la enfermedad que se traduce en mejor control metabólico y un riesgo menor de complicaciones a largo plazo.
En España hay más de cinco millones de diabéticos, a los que se suman cada año más de 9.000 diagnósticos nuevos. Unos 100.000 padecen diabetes tipo 1, un trastorno crónico que impide que las células beta del páncreas produzcan insulina o al menos en niveles suficientes. El uso de bomba aún no llega al 5% de los pacientes españoles, un porcentaje muy alejado de la media europea, algo más del el 15%, según la Federación de Diabéticos Españoles (FEDE).
Ajustar la máquina a nuestros hábitos
Enrique ha empezado también a usar un sistema de sensores que permite la monitorización continua de glucosa en tiempo real, lo que le posibilita hacer un seguimiento y ajuste de la terapia las 24 horas del día. Al mismo tiempo que cuenta con Uppers su experiencia, aprovecha para recordar que este mismo ajuste horario debe hacerse cuando el diabético con bomba viaja a un país con diferente horario. "Hay que acomodarse inmediatamente a la nueva hora e indicarle a la máquina la hora de destino o modificar las pautas si van a cambiar nuestras rutinas. Es importante hacerlo en cuanto pongamos un pie en tierra". Es algo a tener en cuenta también en vacaciones. En general, desayunamos y comemos más tarde, dormimos algo más, madrugamos menos y nos movemos de modo diferente. De momento, la sabiduría de las máquinas no alcanza a interpretar la variación en nuestros hábitos.