César Carballo, la persona detrás del urgenciólogo de moda: "Mi labor en redes es más importante que en el hospital"
César Carballo (Madrid, 1972) es vicepresidente de la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias de Madrid y urgenciólogo del Hospital Universitario Ramón y Cajal
Con todas las vivencias de esta crisis sanitaria y su bagaje laboral, ha publicado un libro, 'Desde la trinchera', un testimonio en primera persona
Con 140.000 seguidores en redes sociales, es considerado uno de los médicos más influyentes de España
Es, probablemente, el médico más famoso de España o, al menos, el más televisivo. César Carballo (Madrid, 1972) es vicepresidente de la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias de Madrid y realiza su labor más allá de las Urgencias del Hospital Universitario Ramón y Cajal, donde trabaja. En los últimos dos años se ha convertido en la voz de la pandemia y ha recorrido los platós de diferentes programas de televisión explicando cuál ha sido la situación en cada momento. Ahora, con todas las vivencias de esta crisis sanitaria, ha publicado un libro, 'Desde la trinchera', un testimonio en primera persona de la crudeza de la vida, de cómo en pocos segundos el futuro desaparece y queda claro lo realmente importante. "Hay pocos sitios en el mundo en los que todo se vea tan nítido, sin edulcorantes, sin anestesia. No te preparan para esto en la carrera. Las situaciones que he vivido a lo largo de los años no aparecen en los libros", asegura. Hablamos con él.
¿Hay veces que no te sientes un buen médico?
MÁS
Con la edad te vas dando cuenta de ciertas cosas. La capacidad que tenías con 26 años, no la tienes con 50 y, desgraciadamente, la proyección que tenemos en Urgencias es muy poca. No tenemos la estructura propia de una especialidad, seguimos haciendo lo mismo que hace 20 años, pero el tiempo nos pasa factura a todos. Las guardias son más duras, cada vez se soportan menos.
Cuando pisaste Urgencias por primera vez, ¿sabías a lo que te enfrentabas?
Mi especialidad era médico de familia y, aunque tenía bagaje de guardias durante la residencia, me faltaban muchos conocimientos. Somos lo que estamos abiertos 24 horas, los 365 días del año. En el resto de Europa la especialidad existe, aquí vamos dando, a título personal, cursos sueltos, pero hace falta una docencia reglada.
¿Hay algo de lo que te arrepientas?
Me arrepiento de no haberme ido según acabé la residencia. Era el momento, sin cargas familiares ni de ningún tipo. Al irte aprendes otras formas de trabajar y probablemente haya más proyección profesional que aquí.
Tomaste la decisión de quedarte, has hecho aquí tu carrera. ¿Te imaginas tu vida sin Urgencias?
Desde el día que hice mi primera guardia sabía que me quería dedicar a esto. Entonces no, yo no sería feliz en otra especialidad. Acabaré mis días de médico, probablemente, como urgenciólogo.
Haciendo balance, ¿tienes con 53 años más fantasmas de los que te gustaría?
Sí, desgraciadamente todos tenemos algunos. Algunos pacientes a los que seguramente nos hubiera gustado dar más de lo que les dimos. En España la autocrítica es rarísima, pero en las sesiones clínicas es bueno hacerla para implementar protocolos y que no nos vuelva a pasar.
¿Se llevan mejor los errores ahora que a los 20?
A los 20 porque no estás tan preparado, no tienes la mente lista para asumir que, efectivamente, te has podido equivocar. A los 53 ya tienes la cabeza mucho más amueblada. Me pasa lo mismo con las redes sociales, con 25 hubiese llevado peor ciertos comentarios.
¿Te ha cambiado el coronavirus la vida?
Sin duda. A todos los médicos. Nuestra percepción de la medicina es diferente a la que teníamos hace dos años. Nos ha enseñado a perder, a no tener claro ninguna evidencia científica, porque las evidencias con las que empezamos no son las mismas que las que tenemos ahora. También nos ha enseñado a ser muy cautos y a protegernos a nosotros mismos. Como seguramente esta no sea la última pandemia que veamos, nos habrá ayudado bastante a prepararnos para la siguiente.
¿Temiste al principio por tu familia?
Los primeros cuatro o cinco meses fueron muy difíciles. Mis hijos incluso me decían que no les abrazase porque podía estar infectado, y eso es muy duro. Mi mujer es enfermera y los dos íbamos a diario al hospital. Teníamos que hacer bolillos para arreglarnos con los niños.
¿Qué tal llevas la exposición pública desde que comenzó todo esto?
Pues, por ahora, bien. En redes tienes que aguantar de todo, hasta genocida me han llamado en todo lo relacionado con la defensa de las vacunas. A mí eso me enorgullece, porque creo en la vacuna a pie juntillas y ha salvado cientos de miles de vidas en el mundo. En la calle, sin embargo, no he tenido malas experiencias, todo son comentarios positivos y gente agradecida.
Con casi 140.000 seguidores, ¿te consideras un influencer?
No, lo que sé es que tengo un número elevado de fans y también de haters, pero lo que publico le llega a muchísima gente y creo que la administración pública podría habernos aprovechado más estos meses, pero es verdad que yo soy una persona muy crítica y eso no gusta. Cuando hubo un parón en la vacunación con Astrazeneca nos pidieron que explicásemos lo que pensábamos y la gente acudió en masa a inmunizarse. Creo que se pueden hacer muchas cosas y que se debería haber aprovechado más la figura de gente como yo para hacer llamamientos.
¿Consideras que tu papel en redes es igual de importante que el de Urgencias?
Probablemente es más importante. Seguramente ayudo mucho más a la gente diciendo las cosas que digo y apoyando lo que creo que la evidencia científica nos dice que como médico de Urgencias. Pero bueno, yo tengo que seguir haciendo las dos cosas.
¿Le hace ilusión a los pacientes que los atiendas?
Sí, mucha gente me dice "hombre, es usted el de la tele, qué alegría".
¿Te ponen los focos de la tele igual de nervioso que una urgencia?
La verdad es que no. Los médicos tenemos la característica de que hablamos mucho en público, tenemos muchas sesiones clínicas y, al final, cuando te enfrentas a una cámara tienes que pensar que es prácticamente lo mismo. Con lo cual, bueno, no me pone demasiado nervioso.