Cerca de un millón de personas padecen glaucoma en España, según datos de la Sociedad Española de Glaucoma (SEG). Es la 'ceguera silenciosa', una enfermedad cuya incidencia crece frecuentemente más allá de los 45 años y que apenas tiene efectos palpables: no molesta, tampoco enrojece el globo ocular ni se manifiesta a través del dolor. De no tratarla y dejarla latente, sin embargo, puede terminar derivando en la pérdida de visión parcial o total. Así que, ¿cómo puedo evitar llegar a los estadios más avanzados del glaucoma, que podrían provocarme ceguera?
Te lo explicamos, además de los síntomas, las causas, los tratamientos y el papel de la edad de la mano de José Belda, oftalmólogo especializado en glaucoma de la clínica Visionker de Torrevieja, Alicante.
Es una neuropatía, una enfermedad del nervio óptico que se produce al aumentar la presión intraocular normal. "El glaucoma más frecuente, el crónico de ángulo abierto, tiene la característica de no producir casi ninguna alerta clínica al inicio", advierte Belda. Es, además, la principal causa de ceguera evitable junto con la diabetes, según recoge la SEG.
El factor hereditario es el motivo principal. "La causa más frecuente es una condición de tipo genética, más bien hereditaria. Es más frecuente en determinadas familias que en otras. La presencia de glaucoma en familiares debe alertar a los hijos o descendientes de que tienen más probabilidades de padecer la enfermedad", explica el oftalmólogo.
Entre los demás factores se encuentran la diabetes, la miopía alta, un posible traumatismo o golpe en el intenso en el ojo o la inflamación intraocular producida por determinados fármacos. Sobre los medicamentos, hay que prestar especial atención a los corticoides, "sobre todo en gotas", que se suelen aplicar en caso de conjuntivitis o inflamaciones puntuales. "Pueden ser peligrosos si se utiliza de forma indiscriminada, sin control médico", señala el experto.
El paso del tiempo favorece su aparición. "Es una enfermedad de personas adultas, por encima de los 45 años". Se convierte en frecuente conforme aumenta la edad, ya que cuanto más mayores nos hacemos, más se deterioran las vías de drenaje del humo acuoso. El equilibrio en esta sustancia es primordial porque los desajustes pueden llevar a una aparición del glaucoma. "Si entra más líquido del que sale aumenta la presión ocular", afirma Belda.
En los primeros párrafos ya se ha advertido que es realmente difícil identificarlo porque no molesta ni hace daño y tampoco enrojece los globos oculares de forma especial (de ahí el sobrenombre de 'ceguera silenciosa'). Sin embargo, sí existen algunas señales que deben hacer saltar las alarmas, especialmente en la pérdida progresiva de visión.
"Al principio, lo primero que se pierde es el campo visual, la parte más periférica, los laterales. Si pierdes visión en lo laterales no eres consciente, porque al frente ves bien. Conforme progresa, esa pérdida se amplía y se va al centro; cuando se acerca mucho es porque está muy avanzado".
La primera es la medición de la presión intraocular, en la que el médico puede observar el grado de avance de la enfermedad: es "la más precisa", en palabras de Belda.
La segunda es la campimetría, que consiste en un examen médico que valora las alteraciones del campo visual.
La tercera es la tomografía óptica de coherencia, que hace un barrido en la retina y el nervio óptico y nos mide el grosor de ambas capas. Se trata de comparar, a través de una base de datos de ojos con características normales, el ojo del paciente con los parámetros normales. En caso de observarse un adelgazamiento de la fibra del nervio óptico, al médico le salta la alarma. Esta última sirve tanto para realizar una valoración preliminar como para realizar un seguimiento del avance de la enfermedad.
Al no manifestarse de forma clara, lo más recomendable es acudir de forma anual (idealmente, lo aconsejable es a partir de los 35 años) a revisiones oftalmológicas. Especialmente si sabemos que existen antecedentes familiares. Es la mejor forma de prevenirlo, según apunta el oftalmólogo.
El más común es de gotas. "Hay familias de medicamentos que su función es bajar la presión intraocular. El problema es que las gotas se toleren", advierte Belda. Pueden aparecer efectos secundarios a nivel local, como enrojecimiento, molestias, sensación de ojo seco o alergias. Es por ello que se recomienda un tratamiento personalizado. "No todos los tratamientos valen para todos", explica el experto.
Más allá de las pruebas rutinarias y el tratamiento asignado, si no nos encontramos en estadios avanzados de la enfermedad se puede llevar una vida normal, en la que podemos hacer deporte, pasear y continuar con nuestras actividades cotidianas.