Si eres de los que necesita una cabezadita después de comer, la ciencia te comprende: no eres tú, son tus genes
Un grupo de investigadores ha descubierto que la siesta puede tener cierta predisposición genética
Se han identificado tres subtipos de personas que por su genética y otros factores caen más fácilmente rendidos ante la siesta
Además, se han encontrado varios subtipos genéticos que podrían hacer que se presenten varios factores de riesgo, como la obesidad abdominal
En la vida hay dos bandos, a los que después de comer les entra la modorra y a los que no. Da igual si por la noche has dormido plácidamente tus horas correspondientes, porque una vez te levantas de la mesa sientes como los ojos se te caen y el sofá te llama para que, al menos, te eches una media hora de siesta antes de seguir con tu rutina y quehaceres. Esa somnolencia que te entra después de comer tiene explicación, y viene en tus genes, según el estudio Genetic determinants of daytime napping and effects on cardiometabolic health publicado en la revista Nature.
Este estudio explicaría por qué unos tienen la imperiosa necesidad de echarse la siesta después de levantarse de la mesa, mientras que otras personas, por mucho que tengan la oportunidad y el privilegio de dormir la siesta, ni queriendo pueden echarse esa cabezadita que tanto ansían para continuar el resto del día con las pilas cargadas. Y esta división en dos grupos de población parece estar en los genes, que también podría explicar eso de que a unos les siente de maravilla y a otros no tanto.
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La investigación se ha llevado a cabo por científicos estadounidenses, pero han contado con la colaboración de la Universidad de Murcia y la catedrática en Fisiología Marta Garaulet. De esta forma, el estudio ha analizado bases de datos con infinidad de información genética y de estilo de vida que se relacionan con hábitos del sueño. Así, han conseguido identificar genes asociados a la duración del sueño, el insomnio y también a esa tendencia de ser un gran madrugador.
Tres subtipos
Gracias al análisis realizado, se han establecer hasta tres subtipos de personas tienen más predisposición a caer rendido ante la siesta por su genética:
- Propensión al sueño: aquellos que por sus genes ya están predispuestos a dormir la siesta porque a diferencia de otras personas necesitan más tiempo para el descanso.
- Sueño ligero: recoge a aquellos que por las noches no consiguen descansar lo que verdaderamente les gustaría y la siesta consigue completar sus horas de descanso.
- Grandes madrugadores: las personas que por sus hábitos o por cualquier otra cosa se despiertan muy temprano y recuperan las horas de sueño con la siesta.
Factores de riesgo
Además, el estudio muestra que se encontraron varios subtipos genéticos sobre las personas que duermen la siesta que presentan algunos factores de riesgo para la salud cardiometabólica. Aunque harían falta estudios más concluyentes sobre esto, lo cierto es que las personas que duermen la siesta podrían sufrir obesidad abdominal o presión arterial más alta de la cuenta.
Sin embargo, algunos de los autores del trabajo, como Garaulet, apuntan a que estos resultados se obtienen de poblaciones extrajeras, no de españoles. Por tanto, ante esos efectos sobre la salud habría que hacer un estudio similar en España para llegar a unas conclusiones claras sobre cómo afecta la siesta a una cultura y genética como la española, muy diferente a la de otros países.
15 minutos para recargar pilas en teletrabajo
La siesta podría ser un arma de descanso en tiempos de covid, ya que el 84’7% de los trabajadores en España han visto su sueño alterado desde que estalló la pandemia, en parte debido al teletrabajo. Por ello, una siesta corta, de unos 15 o 20 minutos, puede ser suficiente para que recarguemos las pilas necesarias para afrontar el resto del día tras almorzar. Solo falta encontrar el hueco si te pilla trabajando y, por supuesto, estar predispuesto genéticamente a esa cabezadita de mitad del día.