La fuente de la eterna juventud está en nuestro propio cuerpo, y lo sabes. Por eso has cambiado el jamón por la avena, las frutas y verduras, por el pan y las madalenas; corres todos los días cinco kilómetros, no fumas apenas y las cervezas han desaparecido del frigorífico, (menos los fines de semana, que no hay que pasarse). Vas a vivir más, y seguramente a envejecer mejor, sin embargo, en esta lucha contra el tiempo tenemos todas las de perder.
Nuestra arquitectura celular, como la de casi todos los seres vivos, está programada para fallar conforme pasa la vida, pero hasta ahora se creía que este proceso era paulatino. Y no, hay tres momentos clave en nuestras vidas en que los mecanismos moleculares se activan provocando un tsunami celular que nos envejece irreversiblemente. Y esto pasa de media a los 34, a los 60 y a los 78 años según los resultados de una investigación desarrollada en la Universidad de Stanford publicados en Nature Medicine.
Los científicos estudiaron el plasma, la parte fluida de la sangre libre de células, de 4.263 personas de entre 18 y 95 años, y descubrieron que en tres momentos concretos de la vida, el nivel de proteínas transmitidas por la sangre se altera considerablemente, en algunos casos aumentando desproporcionadamente y en otros disminuyendo hasta casi desaparecer. Estos cambios suceden al final de la juventud (34 años), al final de la mediana edad (60 años) y en la vejez (a los 78 años). Según el estudio, cuando alcanzamos esas edades, 1.379 proteínas transmitidas por la sangre muestran cambios notables en sus niveles.
Esta conmoción proteica altera el curso normal de nuestras vidas provocando cambios irreversibles. Es por ello que a ciertas edades vemos que nos crece más pelo del habitual en las orejas, o en la nariz, también perdemos fácilmente masa muscular, o nos empiezan a salir manchitas marrones en las manos, las proteínas están detrás de todo. “Las proteínas son los caballos de batalla de las células del cuerpo, y cuando sus niveles relativos experimentan cambios sustanciales, significa que tú también has cambiado”, dijo Wyss-Coray, el autor principal del estudio.
El cuerpo humano tiene más de 50 billones de células, y cada célula guarda en su interior los cromosomas con toda la información genética de lo que somos y de lo que podremos llegar a ser. Pues bien, los genes contienen la información, pero no trabajan. Las moléculas que ejecutan las instrucciones contenidas en nuestros genes son las proteínas. Cada uno de los 30.000 genes que se estima que tiene el ser humano produce un promedio de tres proteínas cada una con funciones distintas y específicas. Estas proteínas son las causantes del gran parte de los procesos vitales que experimenta tu cuerpo a cada instante. Son las verdaderas arquitectas de la vida.
En casi todos los procesos vitales anda de por medio alguna proteína. Por ejemplo, el colágeno, la elastina o la queratina confieren elasticidad y resistencia a órganos y tejidos; la hemoglobina transporta oxígeno en la sangre de los vertebrados; las inmunoglogulinas actúan como anticuerpos frente a posibles antígenos; la trombina y el fibrinógeno contribuyen a la formación de coágulos sanguíneos para evitar hemorragias; las mucinas tienen efecto germicida y protegen a las mucosas; y algunas toxinas bacterianas, como la del botulismo, o venenos de serpientes, son proteínas con funciones defensivas. "Mirar miles de ellas en plasma te da una instantánea de lo que está sucediendo en todo el cuerpo", explicó el invertigador Wyss-Coray
La pérdida del equilibrio en el sistema protéico dificulta la eliminación de proteínas defectuosas, que al acumularse causan patologías asociadas al envejecimiento. En el Alzheimer, por ejemplo, las neuronas se atrofian y mueren porque se forman placas de una proteína que debía haberse eliminado, la beta amiloide.
Los cambios en los niveles de esas proteínas en la sangre no solo caracterizan, sino que posiblemente causan, el fenómeno del envejecimiento. Por este motivo, el análisis de las proteínas presentes en la sangre puede determinar también la edad de una persona.
Los investigadores fueron más allá en el experimento, y establecieron que analizando 373 proteínas presentes en el plasma se puede predecir con precisión la edad de una persona. Un estudio ciego acertó la edad de los participantes en un 80% de los casos.
La investigación confirma dos cosas: por un lado, que existe una conexión entre el envejecimiento y la sangre. Por otro lado, que los hombres y las mujeres envejecen de manera diferente. De las 1.379 proteínas que evolucionaron con la edad, 895 (casi dos tercios) lo hicieron de forma diferente en un sexo que en el otro.
Si con el simple análisis de una gota de sangre podemos establecer la edad biológica de una persona a partir de los niveles de proteínas en la sangre, también podremos detectar el envejecimiento prematuro, y actuar en consecuencia.
La investigación ayudará a comprender mejor cómo el cuerpo se va degenerando a medida que envejecemos y a diseñar medicamentos específicos para tratar enfermedades relacionadas con la edad.
También servirá para encontrar medicamentos que retrasan el envejecimiento de manera observable (a partir de la evolución de los niveles de proteínas en la sangre), e incluso para descubrir medicamentos que aceleran el envejecimiento.
"Sabíamos que medir ciertas proteínas en la sangre nos da información sobre el estado de salud de una persona. Pero nunca se había apreciado que un tercio de todos los niveles de proteínas observados, cambian notablemente con el avance de la edad", concluyó el científico.