Podría parecer que todas las enfermedades afectan a hombres y mujeres por igual, pero no es cierto. Aquí también hay una distinción clara por sexos. Mientras que las mujeres tienen mayor tendencia a padecer migraña o celiaquía, hay enfermedades y trastornos mucho más comunes en los hombres: alopecia, cáncer de próstata, cáncer colorrectal o la balanitis. Sumemos la hemofilia, prostatitis, infarto de miocardio… No es pequeño el muestrario de las ‘enfermedades de chicos’. Entre las menos conocidas por el público general está la ginecomastia.
Te contamos en qué consiste y por qué hay que normalizarla.
Es una patología muy común en los hombres jóvenes, y si bien no es exclusiva de esa franja de edad, se da sobre todo en etapas de la vida con fluctuaciones hormonales altas. Muchos hombres aumentan su nivel de prolactina en la pubertad, una hormona también presente en niveles altos en las mujeres lactantes. En el caso de los varones, tiene un papel importante en la próstata y en la vesícula seminal. Otra de las causas habituales de la ginecomastia se relaciona con el crecimiento del nivel de estrógenos en sangre.
La mama aumenta mucho de tamaño, bien sea a costa de la sobreproducción de tejido de las glándulas mamarias o con un aumento inusual de la grasa en la zona pectoral.
Al no ser una enfermedad ‘socializada’ entre los varones no se habla mucho de ella. Con todo, las cifras nos dicen que es bastante más ‘popular’ de lo que pensamos. Entre un 45 y un 60% de hombres de entre 50 y 70 años padecen este problema, según datos de la Sociedad Española de Cirugía Plástica y Estética.
También acaba por estigmatizar a quienes la sufren, como tantas otras afecciones que irradian sus efectos más allá de las secuelas físicas. Al desgaste psicológico y la baja autoestima, se añade la incapacidad de comportarse normalmente estando acompañado, o la aparición de actitudes asociales. Es habitual para el ginecomástico dejar de mostrarse en público, de ir al gimnasio, de hacer cualquier tipo de vida social, y si se sienten con fuerzas para juntarse con otras personas suelen adoptar posturas corporales extrañas con tal de disimular el tamaño voluminoso de sus mamas.
Dicho todo esto, sería hora de empezar a normalizarla, tal y como hacemos con otros problemas de salud. Se puede tratar. No es el fin del mundo.
Múltiples, a decir verdad. A veces se asocia al consumo de ciertos medicamentos (metronidazol, cimetidina, digoxina, espironolactona, diazepam). Está muy relacionada con ciertos tumores que producen estrógenos y con algunos trastornos genéticos. Puede aparecer si se sufre cáncer de próstata, y no olvidemos su relación con el uso de psicofármacos, drogas como la marihuana o la heroína, o en el mundo del culturismo, el abuso de los anabolizantes para sobreestimular el aumento de la masa muscular.
Si crees que sufres de ginecomastia, tienes que ponerte en manos de un endocrino. Solo un especialista puede determinar que, efectivamente, tus mamas son desproporcionadas, y que no hay ningún otro problema a tratar. Los médicos advierten: es clave evaluar al paciente con una historia clínica exhaustiva y un estudio ecográfico para ver la calidad de tejido y determinar si la ginecomastia ha aparecido por un aumento anormal de tejido graso o es la glándula mamaria la que está involucrada en el aumento del volumen. En esta evaluación también sabrás si la ginecomastia se localiza en los dos lados de la zona pectoral o solo está presente en uno.
A veces también será necesario solicitar que te hagan una mamografía para descartar la presencia de algún tumor en la zona. Algunos médicos insisten en que puede confundirse una ginecomastia con un cáncer de mama, y por eso es tan fundamental ponerse en manos de un buen especialista que nos ayude.
Existen dos tipos de tratamientos para tratar la ginecomastia. El primero es de orden médico: el consumo de ciertos medicamentos que ayuden a reconducir la producción de hormonas de las glándulas de la mama o la reducción de la grasa en la zona pectoral a niveles saludables.
Si este tratamiento no funciona, entonces la solución más común es la cirugía: extirpar la buba del tejido mamario y lipoaspirar la grasa para moldear la región y dejarla pareja. La recuperación suele durar entre 7 y 10 días, en los que no se podrá realizar cierto tipo de movimientos con los brazos (imagina los que haría un esquiador con los bastones para subir una cuesta, arriba y abajo). Para volver al gimnasio te tocará esperar más: entre 4 y 6 semanas.