Hipertensión arterial: cómo el médico de mi empresa me salvó la vida en una revisión rutinaria
El 43% de los españoles tiene hipertensión, según la Sociedad Española de Cardiología (SEC)
De todas ellas, el 37,4% no sabe que tiene la tensión alta
Esto no es un artículo más de datos y de salud. Es mi experiencia, durante 24 horas, en las urgencias del Hospital de La Paz (Madrid).
Yo había ido a trabajar como cualquier día y acabé durmiendo (maldurmiendo) en una fría cama rodeado de todo tipo de personas con diversas dolencias y problemas. Hasta allí me había enviado el doctor de mi empresa después de un examen médico rutinario en el que me detectó la tensión por las nubes y no poder bajarla después de dos horas y con un diurético y un ansiolítico mediante.
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Yo ya sabía que era hipertenso y, de hecho, cada día me tomaba religiosamente mi Enalapril 20 miligramos para controlar la presión arterial. Hacía algunos años, en una visita al médico de cabecera por unos dolores de cabeza persistentes, me 'cazaron'. La cifra: 145/95, lo suficiente como para encender las señales de alarma.
Aquello fue un primer aviso que derivó en multitud de pruebas diagnósticas para intentar saber el porqué de una hipertensión que había surgido de repente. Del ecocardiograma en la consulta de Medicina Interna pasé a la de Cardiología, donde mi corazón y mis arterias principales fueron escrutados con atención. Después, la tiroides y, a continuación, una infusión de suero salino para contrastar los parámetros de mi organismo. Nada, todo en orden, sin rastro de una hipertensión secundaria que pudiera estar provocada por fallos de algún órgano.
En muchos casos, como el mío, la tensión arterial alta es una herencia de mis padres
Con todas las pruebas realizadas, los médicos no supieron concluir el motivo de mi hipertensión, así que, automáticamente, pasé a formar parte del 43% de los españoles que, según la Sociedad Española de Cardiología (SEC), sufre de esta enfermedad silenciosa.
Silenciosa, porque no avisa. No hay unos síntomas muy definidos salvo algún que otro dolor de cabeza que, lo más probable, lo asociemos a cambios de temperatura, catarros, estrés o cualquier otra excusa. Pero lo cierto es que la hipertensión está ahí, y mata. En España, según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística, murieron 12.560 personas por enfermedades hipertensivas durante 2017.
Por eso, cuando el médico de mi empresa me mandó a Urgencias de La Paz sentí una mezcla de alivio y nerviosismo: el uno por saber que caería en buenas manos y el otro por no tener muy claro qué me iban a hacer, después de haber ingerido ya dos pastillas (una de ellas un ansiolítico) para intentar bajar la tensión en la propia consulta corporativa.
La experiencia dentro del cubículo de urgencias fue, cuanto menos, curiosa. Uno, cuando entra en estos sitios, siempre tiene la esperanza de salir de allí cuanto antes mejor y, si es más sano de lo que entró, mejor aún. Por eso, cuando la doctora responsable del turno de noche (sí, ya se había hecho de noche) te dice: "majo, te vas a quedar esta noche aquí porque tu tensión arterial es como una montaña rusa", te empiezas a plantear las cosas y piensas: "¿por qué no habré mirado con más frecuencia la tensión para no haber llegado a este lugar?".
Con un ecocardiógrafo que arrastraba como un carrito de bebés fue explorándome en busca de alguna obstrucción arterial
Esta fue uno de las preguntas que me hicieron todos los médicos de guardia con los que coincidí y que después se convirtió en consejo. Pasó de - "¿cuándo fue la última vez que te tomaste la tensión?", - no lo sé -, a - "te tienes que tomar la tensión, al menos, un par de veces cada 15 días”, - así lo haré.
Y es que este es uno de los principales problemas de las personas hipertensas: el 37,4% no lo sabe y, por tanto, no está diagnosticado ni medicado, según la SEC, lo que supone un gran riesgo para su salud.
Como la noche se hacía larga, decidí interrogar a mi enfermera sobre las causas por las que podía haber llegado hasta ahí. A pesar de su cautela y de aconsejarme que esperara a la visita del cardiólogo por la mañana me dijo algunas que atiné a escribir en mi libreta:
1.- Una mala alimentación: los ultraprocesados, los productos con mucha sal o el abuso del alcohol son grandes culpables para tener una tensión alta. La falta de potasio también puede influir, ya que es la gran kritponita del sodio, el enemigo de los hipertensos.
2.- La falta de control: si no te haces una revisión de la tensión periódicamente, ¿cómo vas a saber cómo la tienes? Por eso me recomendó un tensiómetro 'de brazo, no de muñeca' para hacer un seguimiento semanal.
3.- A veces la causa es que no hay causa: en muchos casos, como el mío, la tensión arterial alta es una herencia de mis padres, que a su vez lo heredaron de los suyos y, posiblemente, así de manera sucesiva.
4.- Sobrepeso: "si pesas más, tu cuerpo va a necesitar bombear más sangre para 'alimentar los músculos' y, por tanto, puede aumentar la presión sanguínea", me explicó. Y le di toda la razón: 107 kilos y 188 centímetros de estatura arroja un índice de masa corporal de 30, el límite entre el sobrepeso grado II y la obesidad tipo I.
5.- Estrés y sedentarismo: posiblemente una causa lleva a la otra. Llegamos a casa agotados por el estrés y no nos apetece ponernos a hacer deporte, cuando realmente tendríamos que hacer todo lo contrario para controlar la tensión arterial: deporte moderado y controlado.
Me valían, así que decidí no dar mucho más la murga y quedarme dormido o, al menos, intentarlo.
Por la mañana, después de las tareas propias de primera hora en un 'box' de urgencias (aseado, desayuno, etc.) llegó el cardiólogo de guardia. Con un ecocardiógrafo que arrastraba como un carrito de bebés fue explorándome en busca de alguna obstrucción arterial o de alguna forma extraña en el corazón. No había nada.
Con esa tranquilidad llegó el diagnóstico definitivo: hipertensión arterial mal controlada; y un nuevo tratamiento: una pastilla tres en uno para mantener a raya a la presión de la sangre, nada de sal, poco alcohol y una vida cardiosaludable.
A los tres días, cuando volví a mi puesto de trabajo, lo primero que hice fue visitar la consulta del doctor que me había enviado rotundamente a urgencias. Él quería saber cómo había acabado todo y yo quería darle las gracias: sin esa revisión y esa firmeza nunca hubiera podido escribir esto y no hubiera sido consciente de cómo estaba conviviendo con un problema que creía resuelto de hace años y, sin embargo, quiso tener su dosis de protagonismo y dar un toque de atención.
Conclusión: si crees que eres una persona propensa a tener hipertensión, revísatela periódicamente a través de un tensiómetro, en la consulta del centro de salud más cercano o en cualquier farmacia. Son solo 30 segundos y te pueden salvar la vida.