Reino Unido ya ha comenzado su campaña de vacunación contra la Covid y el plan de vacunación en España contará próximamente con 140 millones de dosis, que comenzará a inocular entre la población en el primer semestre de 2021, con una fecha probable de inicio del 4 de enero. Mientras la vacunación llega, también llegan las noticias sobre su eficacia o sus efectos secundarios. Nunca como hoy se había sometido a una vacuna a tal examen público. Despejamos dudas desgranando el último informe elaborado por los laboratorios Pfizer BioNTech, creadores de una de las tres vacunas que recibiremos en nuestro país, junto a las de AstraZeneca y Moderna, y publicado en la web de la FDA, el organismo encargado de regular y aprobar todos los medicamentos de Estados Unidos.
Las vacunas se someten a un exhaustivo control médico en la fase de ensayo. Para que llegue a un hospital o a un centro de salud, es necesario que miles de personas las hayan testado. En el caso de la vacuna contra el coronavirus, la cantidad de personas que están participando en los ensayos clínicos no tiene precedentes y, además, se está ensayando en condiciones clínicas inmejorables: "el nivel de exposición del virus es enorme, lo que permite evaluar las eficacia de la vacuna en poco tiempo", asegura la química y divulgadora Deborah García Bello.
Para seleccionar a los participantes de los ensayos clínicos, se elige a un grupo representativo de personas con diferentes edades, sexos, etnias o patologías previas. Si alguno de los participantes experimenta un efecto secundario anómalo o grave, el ensayo cesa. "Si hay la más mínima sospecha de que la vacuna genera un efecto secundario inasumible, el ensayo se cancela definitivamente, y esa vacuna queda descartada", explica la científica. En el caso de la vacuna de Pfizer participaron más de 43.000 personas divididas en dos grupos: 21.783 recibieron placebo y las otras 21.768 la vacuna.
La inmunización empieza a notarse a partir de los 14 días de la primera dosis. Este es el tiempo habitual que el organismo tarda en crear los anticuerpos. Esto quiere decir que en esos 14 días posteriores debemos seguir cumpliendo todos los protocolos de higiene y distancia social.
Tras la primera dosis, la eficacia está en torno al 52%, muy alta para una dosis única. Sin embargo, los expertos advierten de que esa protección podría disminuir con el tiempo, por lo que sería necesaria la segunda dosis para reforzar al sistema. Esto ocurre con muchas de las vacunas que nos han inoculado.
El estudio de la vacuna de Pzifer se hizo con el criterio 'doble ciego': la mitad de los participantes recibió la vacuna y la otra mitad un placebo. El resultado es que entre los días siete y 14 días, los participantes que recibieron la fórmula dejaron de crecer, mientras que los del placebo continuaron creciendo de manera lineal.
Después de aplicar la segunda dosis, 21 días después de la primera, la eficacia alcanza el 95%, una cifra superior a las expectativas de la comunidad científica. Las cifras de eficacia de la segunda dosis no tuvieron una variación significativa entre los grupos de distinta edad, raza, sexo o comorbilidades.
Según el estudio, la vacuna de Pfizer está en el rango medio de efectos adversos. Produce más que la vacuna contra la gripe, pero menos que la fórmula contra la varicela, por poner un solo ejemplo.
Las efectos secundarios más habituales fueron reacciones en el lugar de aplicación de la inyección (84%), fatiga (63%), dolor de cabeza (55%), dolor muscular (38%), escalofríos (32%), dolor de articulaciones (24%) y fiebre (14%). Sin embargo, las posibilidades de reacciones severas fueron bajas, en torno al 0,5%. Estos efectos severos se producen más en las segundas dosis, pero son poco habituales en adultos mayores.
Los efectos más adversos fueron las adenopatías, la inflamación de las glándulas del sistema inmunológico con el que el organismo responde ante el ataque de cualquier infección. Decenas de pacientes afirmaron sufrir estas inflamaciones. Otros cuatro pacientes experimentaron parálisis de Bell, una debilidad súbita en una parte de los músculos faciales que a veces también se desencadena por una infección viral.
Por último, seis personas murieron. De ellas, cuatro estaban tomando placebos y dos sí se habían inyectado la fórmula. Sin embargo, los autores del informe afirman que ningún fallecimiento se ha vinculado hasta el momento a la vacuna.
Se trata de la cuestión más compleja porque no puede resolverse en el corto plazo, sino en meses o incluso en años. Además, desde el punto de vista epidemiológico, aunque una persona esté protegida puede seguir transmitiendo el virus a través de las manos, por lo que tendría que seguir manteniendo las mismas pautas de higiene, útiles también para la transmisión de cualquier patógeno.
El informe no lo aclara. Señala que es posible que la vacunación tenga beneficios en nuestro sistema inmunológico y que refuerce nuestros anticuerpos. Sin embargo, no es posible distinguir entre la inmunización natural, conseguida después de pasar la enfermedad, y la artificial, a través de la vacuna.
Si por alguna condición o patología médica es necesario que sepamos si estamos protegidos contra el coronavirus, la única opción es hacernos un test serológico (análisis de sangre) que nos midan la cantidad de anticuerpos IgG e IgM. A menor cantidad, menor protección. Será entonces el momento de valorar la vacunación, algo que, hoy por hoy en España, es un acto clínico voluntario, aunque el ministerio de Sanidad puede imponer la vacunación forzosa en caso de epidemias.