Dicen que los ojos son el espejo del alma y, en este caso, también un oráculo donde poder ver enfermedades futuras que nos pueden afectar. Un grupo de investigadores de la Universidad Complutense de Madrid acaba de descubrir cómo los cambios en la retina pueden darnos pistas sobre el alzheimer, sobre todo en familiares sanos de personas que ya están padeciendo la enfermedad.
Hasta ahora, la retina se había convertido en uno de los biomarcadores más importantes para detectar el alzheimer en pacientes con la enfermedad en un estadio leve, pero ahora se ha querido ir más allá y abordar a personas sin síntomas pero que sí que tienen a un familiar de primer grado con alzheimer y, por tanto, su riesgo es mucho mayor de padecerlo.
"Lo que vimos en el estudio fueron cambios muy precoces y muy pequeños de una posible degeneración de la retina en pacientes sin síntomas de alzheimer pero con un padre o una madre que sí", explica la investigadora y primera firmante del estudio Inés López Cuenca.
"Los primeros cambios en la retina, que es una proyección del cerebro, se producen muy pronto en esta patología, siendo la zona macular la más afectada, que además es una región especializada en la visión del detalle y del color", indica José M. Ramírez, director del Instituto de Investigaciones Oftalmológicas Ramón Castroviejo, donde se ha llevado a cabo la investigación.
Para que no hubiera ninguna duda sobre los resultados, previamente se cribó a los participantes, buscando que no tuvieran ninguna enfermedad que les pudiera afectar a la retina previamente. Una vez tuvieron la muestra "limpia", realizaron tomografías de coherencia óptica a los 64 participantes, y pudieron observar adelgazamientos de las diversas capas de la retina de hasta 7 micras, un tamaño ínfimo pero suficiente para llegar a estas importantes conclusiones contra el alzheimer.
Dificultad para concentrarse, pérdida puntual de la memoria, desorientación o dificultades visuales o espaciales son algunos de los primeros síntomas que pueden aparecer cuando el alzheimer comienza a vislumbrarse.
No hay, por el momento, una cura contra el alzheimer. Existen medicamentos y terapias que pueden ayudar a mitigar o retrasar el deterioro, pero nada de forma permanente. Por eso, la detección precoz es tan importante, para llevar a cabo un tratamiento cuanto antes o cambiar los hábitos de vida que pueden estar dando lugar a ese comienzo de la enfermedad.
"Este avance supone una esperanza para un diagnóstico muy precoz. Para una persona de 50 años si vemos cambios podemos seguirla con el tiempo y que la degeneración no sea tan grave gracias a aplicar antes un fármaco neuroprotector o modificar ciertas acciones en su vida que no le están haciendo nada bien; es un avance en la localización muy temprano de la enfermedad", asegura la investigadora.
Todo ello, además, sin ninguna prueba invasiva, tan solo una gota para dilatar la pupila y dejar paso libre a un haz de luz que en pocos segundos escanea la retina del participante para medir las distintas capas y evaluarlo. No obstante, advierten: esta prueba tiene que estar apoyada por otras para dar un diagnóstico completamente válido respecto a la enfermedad.