Envejecer o no, esa es la cuestión. Científicos, médicos, laboratorios e industria farmacéutica compiten en la carrera de alargar la vida o de vivir más años con mejor calidad. Hasta ahora, el consenso ha funcionado. Para detener el envejecimiento había que seguir una dieta saludable, hacer ejercicio, realizar cierta actividad social e intelectual, no beber y no fumar.
No. La carrera antienvejecimiento está con la vista puesta en el futuro, un futuro en el que, según investigadores como María Blasco, autora junto a Mónica G. Salomone del libro 'Morir joven, a los 140', será posible superar la barrera centenaria. En este artículo mostramos el aquí y el ahora de una competición que cambia de un mes para otro. Todas las terapias son trabajos en curso, estrategias que pueden quedar obsoletas en pocos años. Y no estaría mal. Sería la señal de que existirían tratamientos efectivos contra las enfermedades asociadas a la edad.
Es la única terapia génica que existe para combatir el envejecimiento. Fue diseñada por la propia María Blasco en 2012 y ha logrado alargar la vida media de los ratones que han formado parte del estudio un 24% y la vida media hasta un 13%. En años humanos equivaldría a hacer que la mayor parte de la población llegara a los 105 años en buenas condiciones de salud, y algunos hasta los 140.
La terapia génica con telomerasa consiste en introducir en los genes el virus con el gen de la telomerasa, que en los humanos 'trabaja' casi exclusivamente antes del nacimiento para garantizar un estado celular perfecto, con telómeros (el final de cada cromosoma) intactos. A mayor longitud de telómeros, mayor salud y menos riesgo de enfermedad.
Para algunos científicos es el primer paso para el desarrollo de una píldora antiedad, aunque la propia Blasco se muestra prudente. "Nosotros esperamos que esta técnica pueda ser útil y que llegue pronto a la clínica, pero siguiendo los cauces adecuados y con todos los pasos que deben ser dados antes de ser administrada a humanos. Para María Blasco, no hay duda de que los humanos son la única especie que disfruta de un tiempo extra, no previsto por la evolución. Nosotros mismos somos un experimento andante y a esa supervivencia le llamamos 'envejecimiento'.
Una broma habitual en el antiaging es que no se sabe si la restricción calórica alarga o no la vida, pero lo que está claro es que hace que la vida se haga muy larga. Al margen de chascarrillos, la restricción calórica es, por ahora, la única estrategia comportamental capaz de prolongar la vida en una gran variedad de especies. Consiste en comer muy poco de manera sana y variada, sin caer en la desnutrición.
La restricción calórica es una de las grandes tendencias en la investigación del envejecimiento. Las investigaciones muestran que en primates no humanos no está claro si alarga la vida, pero sí protege la salud. En 2013 María Blasco y su equipo demostraron que los efectos positivos de la restricción calórica se sumaban a los de la activación de la polimerasa. ¿El resultado? Protección frente al cáncer, mejora de salud en general y más tiempo de vida.
Sin embargo, los científicos aún no saben si la restricción calórica funciona en humanos al cien por cien. En primer lugar, no es una estrategia recomendable para todo el mundo, puede crear un efecto rebote que nos lleve hacia la obesidad y a trastornos de la alimentación, como la anorexia y la bulimia, y se asocia con una disminución del deseo sexual. Sobre si habrá pronto una pastilla que proporcione los mejores efectos de la restricción calórica, la respuesta es que no. No es fácil interpretar la restricción calórica a escala molecular. Pero la investigación avanza.
La división de Biología del Envejecimiento en el National Institute on Aging (NIA) es el organismo encargado de estudiar en Estados Unidos la eficacia de las sustancias o medicamentos contra el envejecimiento. Por su programa de ensayos han pasado hasta ahora 16 compuestos. La mayoría, desde el aceite de pescado, el extracto de té verde, la cúrcuma o el famoso resveratrol, no han mostrado efecto alguno. Los que sí lo han hecho son la aspirina, la arcabosa, usada en el tratamiento de la diabetes, y la rapamicina, el elemento más novedoso.
La rapamicina es una sustancia que produce la bacteria Streptomyces hygroscopicus y es también según las últimas investigaciones, el fármaco que se lleva la palma en cuanto a prolongación de la vida. Fue encontrada a mediados de los 70 en unas muestras de suelo recogidas en la Isla de Pascua, al pie de las famosas estatuas, como hoy recuerda una placa alusiva. El químico canadiense de origen indio Surendra Nath Segal fue el responsable de comprobar sus propiedades antifúngicas y como supresor del sistema inmune. En 1999 la FDA autorizó el uso del medicamento para evitar rechazos en los trasplantes de órganos.
En 2009 un equipo de tres investigadores americanos comprobaron que la rapamicina alargaba la vida media de los ratones en un 13% en el caso de las hembras y en un 9% en el caso de los machos, incluso aunque empezaran a ingerirla a una edad avanzada. Lo más sorprendente no es que detenga enfermedades como el cáncer o mejore algún órgano dañado, lo mejor es que retrasa el deterioro general del cuerpo.
Aún no se sabe la dosis que sería óptima en humanos y tampoco cómo neutralizar los efectos secundarios, ya que al ser un inmunodepresor deja al organismo más expuesto a infecciones. Pero los resultados de las investigaciones son esperanzadores: en ratones, la rapamicina frena la pérdida de masa ósea, mejora la función cardiaca, disminuye la inflamación crónica y mejora los síntomas de enfermedades neurodegenerativas como el alzheimer. Como en otros casos, las investigaciones continúan.
El instituto Albert Einstein de Nueva York está realizando el primer estudio aprobado por la FDA con un fármaco creado para retrasar la aparición de enfermedades ligadas a la edad. En opinión de sus responsables, es un ensayo que puede cambiar el paradigma de salud y revolucionar todo el sistema sanitario, menos enfocado a curar y más a prevenir.
El fármaco que quieren ensayar en el experimento es la metformina, un principio activo inspirado en el extracto de la planta Galega officinalis, conocida desde la Edad Media por su efecto reductor de los niveles de azúcar en sangre. La metformina se usa como medicamento para controlar la diabetes desde mediados del siglo pasado. La toman más de 150 millones de personas en todo el mundo, es barata y no tiene efectos secundarios. Es buena no solo contra la diabetes, sino para la salud en general. Quienes toman metformina tienen una menor incidencia de cáncer, enfermedades cardiovasculares y demencia. En gusanos, este medicamento ha mostrado, además, aumento de la longevidad. El ensayo está en marcha: 3.000 personas de entre 70 y 80 años están tomando ya el fármaco y en un par de años conoceremos el resultado.
Hasta el momento la oxitocina era la hormona que facilitaba el parto o que se generaba durante la lactancia materna, generando vínculos entre madre e hijo. La oxitocina es la hormona del bienestar, de la felicidad y de los momentos de paz. Las últimas investigaciones dicen que también es útil contra el envejecimiento. Un artículo de la universidad de Berkeley hablaba de ella como "la hormona de la confianza que ayuda al músculo viejo a funcionar como uno nuevo" y explicaba que la oxitocina reactiva las células madres del tejido muscular y estimula su regeneración.
La oxitocina es la primera molécula antienvejecimiento aprobada por la FDA para su uso clínico en humanos y por ello algún laboratorio ha solicitado ya la patente y está trabajando en un compuesto de oxitocinas con otras moléculas como vía para restablecer la movilidad, la agilidad, la salud de los huesos, atenuar la inflamación y mejorar el aprendizaje y la memoria en enfermedades degenerativas.