Osteomalacia: la importancia de la vitamina D en edades avanzadas
Esta patología afecta a los huesos al no conseguir la mineralización correcta del sistema óseo, provocando que se encuentren más débiles y sean más delicados
La falta de vitamina D es la causa principal, así que los rayos del sol y una buena alimentación son claves para su prevención
El sistema óseo es delicado a cualquier edad, eso lo tenemos claro. Pero también es cierto que a partir de cierto momento los huesos comienzan a debilitarse al estar más desgastados y es más frecuente que se desarrollen enfermedades relacionadas o que de un simple golpe se puede desarrollar una fractura. Por eso cuidarse durante toda la vida, no solo cuando los síntomas comienzan a aparecer, es tan importante. Una de esas enfermedades es la osteomalacia, que precisamente afecta en su mayoría a la tercera edad, aunque puede desarrollarse en niños, pero entonces se le denomina raquitismo.
Sin vitamina D no hay mineralización
MÁS
Tal y como establece la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI), la osteomalacia es una patología del metabolismo óseo que disminuye la mineralización del hueso. ¿Qué quiere decir esto? Básicamente significa que los huesos no están absorbiendo el calcio y el fosfato necesario para que se produzca la mineralización del hueso. Esto se debe a que esa absorción depende de la vitamina D. La falta de esta vitamina es la causa principal por la que se produce la osteomalacia, aunque precaución, porque tanto la vitamina D, como el calcio y los fosfatos son igual de importantes, por lo que es necesario un aporte adecuado de las tres.
En muchos casos la osteomalacia es asintomática, en especial en las primeras etapas de la patología, pero una vez la enfermedad avanza, lo normal es sentir grandes dolores de huesos e incluso debilidad muscular. Estos dolores suelen afectar a la zona de las piernas, las caderas, la pelvis, las costillas o la espalda, siendo la radiografía, junto a otras posibles pruebas, como una analítica completa, el diagnóstico más eficaz.
Además, puede parecer similar, pero no es lo mismo, pues en ocasiones se puede confundir con la osteoporosis, que es la pérdida de masa ósea, mientras que la osteomalacia se produce por un déficit de mineralización. Eso sí, en ambas patologías hay una gran predisposición a sufrir una fractura ósea con mayor facilidad, por lo que la prevención de golpes y caídas es importantísima.
¿Cómo se puede prevenir?
El déficit de vitamina D es la causa principal, pero el origen puede ser distinto dependiendo de cada caso en particular, pues la SEMI establece que podría surgir debido al déficit nutricional de la vitamina o por la falta de exposición de la persona a la luz solar. También puede producirse debido a una mala absorción asociada a otras patologías como la celiaquía, la enfermedad de Crohn, o una renal. Precisamente, quienes más cuidado deben tener, además de los que padezcan patologías que puedan alterar los niveles de vitamina D, de calcio o de fosfato, son los mayores que viven confinados en residencias, hospitales o en casa. Lo normal es que su estado no les permita moverse demasiado, lo que provoca que la luz solar no llegue a su piel y tengan un déficit de vitamina D.
Para ello, dependiendo de qué carece cada paciente, se suelen administrar dosis de vitamina D, calcio o fosfatos de forma oral para corregir los bajos niveles que provocan que no se produzca la mineralización ósea. Además de estos suplementos, la alimentación también es un factor clave. Pescados como el salmón o la caballa son ricos en vitamina D, así como las yemas de huevo y lácteos como el yogur o la leche. El hígado, los aguacates o los champiñones son otros alimentos ricos en esta vitamina que pueden ayudar a suplir ese déficit y a permitir la mineralización de los huesos.
Una dieta variada y unos rayos de sol, siempre con cuidado y protección para cuidar la piel, son clave para evitar la osteomalacia, una patología muy parecida a la osteoporosis que, si se complica, aumenta considerablemente las probabilidades de sufrir fracturas en los huesos, en especial en las piernas, la columna o la cadera, zonas a las que más afecta la enfermedad. Antes que nada, si se sufre, es importante el diagnóstico del especialista para conocer dónde está el origen y a partir de ahí, actuar.