Cada español consume, de media, 14 kilos de pollo al año, lo que supone un gasto de unos 57 euros anuales por persona. Esta carne es la favorita de los mayores de 65 años, según los datos del panel de consumo del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. Llevas años comprándola y tienes recetas de todo tipo: en salsa, empanado, a la plancha, asado… no podemos dudar que es un producto muy versátil, pero puede que estés cometiendo un error que pone en riesgo tu salud cada vez que lo comes. Cuando volvemos del supermercado o pollería, muchas veces encontramos en las piezas restos de sangre y nuestro acto reflejo es meterlo bajo el grifo Te contamos por qué debes eliminar esta costumbre cuanto antes y qué opciones tienes para limpiar bien el pollo antes de cocinarlo.
Siete de cada diez personas lavan el pollo antes de cocinarlo, según un estudio publicado en el Journal of Food protection. Puede que tú seas uno de ellos. Lo haces como medida de higiene, pero, aunque no lo sepas, consigues todo lo contrario. Según el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades estadounidense (CDC), esta costumbre dispara el riesgo de propagar bacterias a las manos, los utensilios y alimentos que haya alrededor. En concreto, habla de la llamada Campylobacter, que se aloja en el intestino de estos animales y lavarlo no garantiza la desaparición del patógeno.
Esta bacteria es una de las cuatro causas principales de enfermedad diarreica y está considerada como la causa más frecuente de gastroenteritis en el mundo, según la Organización Mundial de la Salud. Aunque las infecciones por ella suelen ser leves, sí que suponen un riesgo importante para los niños, los mayores de 65 años y personas inmunodeprimidas.
Para evitar una intoxicación de este tipo, además de evitar lavar el alimento antes de cocinarlo, desde la CDC hacen otra serie de recomendaciones en materia de seguridad. Una vez que llegue el pollo a casa es recomendable guardarlo en una bolsa desechable bien cerrada antes de meterlo en el frigorífico y, una vez dentro, conviene colocarlo en la balda inferior para evitar, en el caso de que suelte jugos, que se contaminen el resto de los alimentos crudos de la nevera.
Tanto antes como después de manipularlo, tenemos que lavarnos las manos y cualquier utensilio que haya estado en contacto con él estando aún crudo. Si se trata de cubiertos, cuchillos o tablas de cortar, es mejor meterlas en el lavavajillas ya que la alta temperatura que se alcanza durante el lavado garantizará la desinfección completa. Por último, es de suma importancia que, cuando lo cocinemos, la carne esté completamente hecha, a diferencia del vacuno, una cocción limitada no garantiza la seguridad de la comida. La bacteria Campylobacter solo muere a temperaturas superiores a 74 grados centígrados, cuando el pollo ha perdido totalmente el color rosado.
Una vez que tenemos claro que ponerlo debajo del grifo no es una opción válida, sí que, en ocasiones, quedan restos que hay que eliminar. Para hacerlo tenemos dos opciones. Por un lado, podemos ayudarnos de un cuchillo de puntilla, pequeño, con el que hacer pequeños cortes hasta dejar los pedazos limpios de sangre, vísceras o grasa. La otra opción es con papel de cocina secante, dando pequeños golpecitos, sin frotar. Esto, además de quitar las imperfecciones, eliminará también el líquido que quede en la pieza y, si se trata de un pollo entero, obtendrás una piel crujiente y una carne suave una vez cocinado.