Nos cuesta bajar los kilos y estamos hartos de las dietas, pero sabemos que es necesario que nuestro peso sea saludable al igual que hacer ejercicio de forma habitual. Los nutricionistas insisten en volver a la dieta mediterránea que incluye los frutos secos como uno de sus ingredientes estrella. En Uppers nos preguntamos por qué los frutos secos ayudan a adelgazar y a mantenerse. También nos ha surgido la duda de cuántos frutos secos comer al día para adelgazar.
Durante mucho tiempo, han tenido mala fama y no se la merecían. Incluso se aseguraba que engordaban y mucho. Pero nada más lejos de la realidad. Cualquier nutricionista aconseja su consumo diario principalmente porque además son cardiosaludables.
Es cierto que los frutos secos son un alimento graso y energético. Por estos motivos, hasta hace unos años muchos los hemos apartado de nuestra vista, aunque nos encanten. No obstante, es necesario explicar que esas grasas son saludables, aportan energía de la buena y, por tanto, beneficios demostrados para el correcto funcionamiento del organismo y del sistema cardiovascular.
Estas grasas buenas denominadas insaturadas, son aquellas que se encuentran en alimentos como el aceite de oliva, las semillas, el aguacate o el pescado azul y en los frutos secos. Como hemos dicho son grasas beneficiosas para el corazón y todas las investigaciones lo demuestran. La organización PREDIMED dedicada a la Prevención con Dieta Mediterránea analiza y debate sobre ella en todo el mundo. Entre sus conclusiones, la dieta mediterránea acompañada de aceite de oliva y frutos secos reduce hasta un 30% el riesgo cardiovascular.
Recuerda que la dieta mediterránea es la de nuestros abuelos, promueve el consumo de alimentos frescos y naturales como el aceite de oliva, las frutas, los vegetales, las legumbres, el vinagre junto a los frutos secos al igual que los cereales, los pescados, los huevos, la leche y el queso. Lo que destierra son los productos industrializados: salchichas, preparados congelados y ultraprocesados.
La Fundación Española del Corazón los recomienda por sus propiedades nutricionales: entre un 10 y un 30% de proteína y entre un 30 y un 60% de grasas, en concreto, ácidos grasos mono y poliinsaturados. Por ejemplo, las nueces son los frutos secos con mayor contenido en ácidos grasos omega 3, en concreto en EPA o ácido eicosapentaenoico y en DHA o ácido docosahexaenoico.
De este modo, ayudan a mantener a raya el colesterol, los triglicéridos y la hipertensión. Igualmente son ricas en minerales de fácil absorción, como el potasio, el calcio, el fósforo, el hierro y el magnesio; en ácido fólico; y en vitaminas E y B1. También son fuente de fibra y por tanto saciantes con lo que eso supone para ayudar a controlar el peso.
Los profesionales sanitarios constatan que gracias al alto poder saciante de los frutos secos se pueden convertir en nuestros aliados. Entre horas nos sirven para frenar el apetito y aportan un extra de proteínas cuando complementan una ensalada o son el aderezo de unas verduras.
Tan solo hay que tener presente que como cualquier alimento se debe consumir en su justa medida. Si la intención es adelgazar será necesario consultar con un especialista de modo que concrete las cantidades y los tipos de frutos secos más aconsejables para cada persona y la combinación con otras comidas.
Cuando se pretende perder grasa es imprescindible provocar un déficit calórico para que el organismo gaste más de lo que consume. Por tanto, atiborrarse de pistachos o de almendras no es bueno al igual que nunca es saludable abusar de ningún ingrediente.
En general, la cantidad adecuada diaria de frutos secos oscila entre los 25 y los 30 gramos, lo que supone un puñadito. Además, se permite su ingesta de 3 a 7 días de la semana sin importar el momento elegido: desayuno, comida, merienda, cena o tentempié.
Por último, cualquier fruto seco será sano si es al natural o tostado, siempre sin sal. Cuando se consumen con sal y fritos e incluso aderezados con edulcorantes o miel ni mucho menos son tan interesantes para el organismo; ya se habrán convertido en un alimento ultraprocesado.