Pruebas de esfuerzo: qué son, en qué consisten y porqué son necesarias

  • Algunas enfermedades dan la cara durante la ergometría cuando el corazón está trabajando a pleno rendimiento

  • Un cardiólogo acompaña al paciente para valorar e interpretar la monitorización del corazón y la presión arterial

  • El objetivo es someter al corazón al máximo esfuerzo de una forma controlada

La Fundación del Corazón describe de forma muy sencilla qué es una prueba de esfuerzo o ergometría como la “realización de ejercicio físico en tapiz rodante o bicicleta estática con fines diagnósticos, para lo que se monitoriza el ritmo del corazón y la presión arterial”.

El médico nos la puede recetar por diversos motivos de salud e incluso para determinar nuestra capacidad antes de iniciar un entrenamiento deportivo. En Uppers vamos a explicarte cómo se realiza una prueba de esfuerzo y lo que detecta la prueba de esfuerzo.

La finalidad de la ergometría es valorar la respuesta del corazón ante la actividad física. Tener conocimiento de esta respuesta permite detectar más fácilmente ciertas enfermedades que muestran sus síntomas cuando el corazón está trabajando a pleno rendimiento, pero no cuando está en reposo. Gracias a ella se puede determinar una posible enfermedad coronaria que esté en estudio o comprobar la evolución cuando ya se ha diagnosticado anteriormente.

Al hacer ejercicio el corazón bombea la sangre con más rapidez y más fuerza para transportar oxígeno y nutrientes a todas las células de los músculos que empiezan a consumir energía. Para ello aumenta la frecuencia cardiaca, es decir, se incrementan los latidos por minuto y el volumen de sangre que expulsa en cada latido.

Cómo se realiza una prueba de esfuerzo

El cardiólogo es el médico que va a revisar in situ la evolución y la monitorización del paciente mientras se lleva a cabo la ergometría.

En primer lugar, antes de iniciar la prueba, se realizan dos electrocardiogramas (ECG), uno con el paciente tumbado y otro estando de pie. Después, la monitorización pasa a ser continua.

Para realizar los ECG, se le pegan unos electrodos en el tórax, que conectan con un ordenador. Los electrodos son los encargados de obtener dicho ECG o registro de la actividad eléctrica del corazón que se produce en cada latido cardiaco. En tiempo real, se dibuja en un papel, mediante una representación gráfica o trazado, las diferentes ondas que representan los estímulos eléctricos de las aurículas y los ventrículos del corazón.

Igualmente, al paciente se le coloca un tensiómetro para medir durante toda la prueba la presión arterial, la fuerza que ejerce la sangre al empujar contra las paredes de las arterias en cada latido.

Pero la clave está en el tapiz rodante con inclinación o en la bicicleta estática en la que se sube la persona para iniciar el ejercicio. Cualquiera de ellos se programa con unos protocolos determinados en tramos de tres minutos, para ir aumentando la aceleración y la inclinación de forma paulatina hasta llegar a la frecuencia cardiaca deseada. El objetivo: someter al corazón al máximo esfuerzo siempre de forma controlada, que trabaje.

A la vez, cada tres minutos se registra la presión arterial. Con la ergometría se pretende alcanzar incluso el umbral del cansancio o el mayor nivel de resistencia. No obstante, el cardiólogo permanece atento a la monitorización y a los síntomas del paciente, que debe verbalizarlos. Si no puede continuar con el esfuerzo o experimenta dolor en el pecho, falta de aire, mareo, palidez, sudoración fría o náuseas se finaliza la prueba.

A continuación, comienza la fase de recuperación. En ella el paciente sigue monitorizado de 3 a 5 minutos más para proseguir con el registro de los impulsos del corazón y la presión arterial.

Desde la Fundación del Corazón apuntan que cada persona debe intentar realizar el máximo esfuerzo posible para que los resultados de la prueba sean fiables. Pero a su vez tiene que informar al cardiólogo de cómo se encuentra a medida que avanza.

En tiempo total requerido suele ser de 6 a 12 minutos, pero depende de la forma física y del corazón de cada uno. En definitiva, para eso está la ergometría. “Hay pacientes que no pueden aguantar más que cinco minutos y otros llegan al final”, destacan en la Fundación.

Qué detecta la prueba de esfuerzo

El mismo cardiólogo que acompaña al paciente interpreta los datos y los síntomas. Tiene la posibilidad de detectar arritmias graves, alteraciones en la presión arterial o en el electrocardiograma o incluso si experimenta una angina de pecho en pacientes que presentaban dolor torácico.

Como ya hemos avanzado, algunas enfermedades coronarias ponen de manifiesto alteraciones cardiovasculares cuando se pone a trabajar al corazón con un ejercicio físico intenso, pero no dan la cara en situación basal. Tal como describen en la Fundación, “una obstrucción en la arteria puede permitir un flujo de sangre al corazón suficiente en reposo, con lo que el paciente no experimenta ningún síntoma”. El electrocardiograma es normal cuando el paciente está sentado o tumbado, pero al realizar un ejercicio físico o un esfuerzo aumenta el trabajo del corazón porque hay una necesidad de aporte de sangre.

La angina de pecho la provoca el déficit de riego sanguíneo por existir una obstrucción coronaria. En definitiva, “la ergometría permite reproducir la angina de una forma controlada para poder diagnosticarla”, apuntan desde la Fundación.

La prueba también hace posible realizar una estimación del pronóstico en cada paciente. En personas ya diagnosticadas con una enfermedad coronaria se puede valorar el efecto del tratamiento. Lo habitual es que se solicite para el control de personas con hipertensión arterial, insuficiencia cardiaca avanzada, alteraciones del ritmo cardiaco, cardiopatías congénitas, infarto de miocardio, entre otras.

Otro campo en el que está presente la prueba de esfuerzo es el deportivo. Es un indicador de la forma física y la resistencia para aquellos que van a emprender una carrera deportiva con un programa de entrenamiento intenso.

Qué saber antes de la prueba

El profesional sanitario da unas pautas a cada paciente antes de acudir a la prueba de esfuerzo, como por ejemplo si es necesario suspender la medicación que esté tomando.

Por norma general, se recomienda acudir con ropa cómoda y zapatillas deportivas. Además, se indica no realizar comidas copiosas unas 3 horas antes, ni un ayuno prolongado para evitar una bajada de azúcar. De la misma forma se solicita no consumir alcohol ni bebidas con cafeína en las 3 horas anteriores a la prueba, ni realizar ejercicio intenso o inhabitual en las 12 horas previas.