Miedo, pereza, una cuenta bancaria para pocos sustos… Siempre hay motivos para retrasar esa ortodoncia que sabemos que nos devolvería una sonrisa bonita. Y así dejamos que pasen los años. Ricardo, auxiliar de vuelo de 53 años, nunca encontraba el momento de alinear sus dientes. "Me escudaba en la falta de tiempo o dificultades económicas. Estéticamente podía pasar desapercibido, pero me estaba ocasionando mordidas inadecuadas y el dentista llevaba tiempo avisándome de los problemas que pueden traer unos dientes desatendidos, como bruxismo, caries, gingivitis o periodontitis", cuenta.
Estas razones echaron por tierra sus excusas. "A largo plazo -dice-, el remedio resultaría aún más largo e incómodo, e incluso más costoso porque tendría algunos problemas añadidos". Tomó su decisión algo antes de la pandemia y, pensando en la exposición pública a la que le obliga su trabajo, optó por un tratamiento invisalign, algo más costoso que los brackets, pero transparentes e invisibles. Son alineadores que se personalizan para cada paciente y se van cambiando cada cierto tiempo para que los dientes se vayan alineando hasta conseguir la posición final deseada.
Durante las semanas de confinamiento, la clínica le proporcionó a Ricardo el material suficiente para no interrumpir el proceso recién iniciado y, posteriormente, pudo continuar su plan de visitas. "Me acostumbré bien a usarlos un mínimo de 22 horas diarias y a quitármelos para comer. No me ha afectado ni a la dieta ni a mi vida cotidiana. Enseguida empecé a notar los resultados y estoy ya a punto de verme con esa dentadura que siempre quise".
Reconoce que durante este tiempo ha observado a su alrededor y se ha convencido de que no es el único que corrige sus dientes más allá de los 50 años. También muchos famosos toman esta decisión de forma tardía. Ahí tenemos a Madonna, reina del pop y reina de los brackets, que, además de corregir algunas de sus imperfecciones dentales con un tipo de brackets de oro casi prohibitivos, los integró en su peculiar estética y deslumbró.
Alberto Barreiro, odontólogo, nos confirma que, igual que Ricardo o la cantante estadounidense, es muy frecuente el interés de la gente en poner remedio a sus problemas bucales a partir de los 50. "La situación más común es la reposición de piezas perdidas y la corrección de defectos a causa del desgaste para mejorar la estética. En la mayoría de las ocasiones se plantea un tratamiento ortodóncico para que el tratamiento general tenga mayor durabilidad". Lo bueno, como indica el doctor Barreiro, es que la gran mayoría de las imperfecciones o problemas tienen corrección, aunque a veces se necesite intervención quirúrgica.
Esta preocupación estética explica la demanda creciente de los alineadores invisibles. "Suelen ser más rápidos y con menos impacto visual que los brackets. También es más fácil hacer el mantenimiento de la higiene. Su mayor limitación es el momento de la comida, ya que las férulas usadas hay que sacarlas y puede resultar algo engorroso".
Lo que se aprecia en la mayoría de los casos corrobora la primera conclusión a la que ha llegado el Consejo General de Dentistas en su último informe: el 27% de la población toma el cuidado bucodental como un asunto simplemente estético y se olvida de la salud. "La boca -recuerdan sus autores- cumple funciones tan importantes en el cuerpo humano como la masticación y la deglución, y está estrechamente vinculada con la digestión y la respiración".
Su estado también influye directamente en la fonética, permitiendo (o no) una correcta pronunciación. Está tan directamente relacionada con la salud general, que una mala salud oral puede empeorar o provocar varias enfermedades sistémicas. Aunque no lo percibamos, todas esas bacterias responsables de las patologías bucodentales pasan al torrente sanguíneo y llegan a órganos como el corazón, riñones y páncreas, aumentando el riesgo de enfermedades cardiacas, pulmonares, renales o diabetes.
El problema es, según Óscar Castro Reino, presidente del Consejo, el ideal de belleza que se intenta vender. "Existe una percepción errónea que se debe, en gran parte, a los continuos mensajes publicitarios que reciben los ciudadanos sobre implantes, blanqueamientos dentales y ortodoncias invisibles. En ningún momento se habla de aspectos tan importantes como la higiene bucodental, caries, problemas temporomandibulares o periodontitis".
Cuando al doctor Barreiro le piden una boca igual que la de una celebridad determinada, les convence para poner los pies en el suelo. "Nos gustar ser realistas. Aunque no suelen venir pidiendo bocas de cine, cuando ocurre le hacemos entender que ese tipo de tratamientos necesitan muchos cuidados". El doctor compara la situación con la adquisición de un vehículo de alta gama: "Si te compras un Ferrari y no le cambias el aceite, por mucho Ferrari que sea, se rompe. La boca necesita un buen cuidado, una correcta higiene y acudir a las revisiones periódicas".
Aunque George Clooney o David Beckham se queden en puro delirio, no deja de ser una terapia de rejuvenecimiento y las ventajas son inmediatas. Ricardo ha vuelto a sonreír sin preocuparse de si enseña más dentadura de lo debido y Barreiro menciona el caso de otros pacientes que, además de recuperar la sonrisa perdida, están disfrutando de comidas hasta ahora vetadas a causa del mal estado de sus dientes. Son detalles que uno y otro confirman que mejora la autoestima al instante.
Para llegar hasta ahí, solo hay un camino: el dentista. En el informe mencionado, el Consejo General de Dentistas alerta de los productos que se publicitan en algunos medios y en redes sociales como si no tuvieran ninguna repercusión en la salud oral y pudieran aplicarse a todas las personas por igual. "Antes de realizarse cualquier tratamiento bucodental, es necesario acudir a un dentista, quien hará una revisión, determinará el diagnóstico e indicará la solución personalizada para cada paciente con un seguimiento de todo el proceso para comprobar que se desarrolla con normalidad". Y recuerdan que comprar determinados productos por internet, por ejemplo, alineadores invisibles, férulas o blanqueadores dentales y aplicarlos en el propio domicilio sin supervisión facultativa, puede conllevar graves riesgos para la salud bucodental, como daños en el esmalte, sensibilidad dental, lesiones en las encías, problemas mandibulares y, a veces, pérdida de los dientes.