Gestión del cambio: ¿por qué nos cuesta tanto adaptarnos a las nuevas situaciones?
El arte de adaptarnos a los cambios no tiene por qué ser traumático.
Los beneficios que obtenemos de ese proceso pueden ser extraordinarios.
Vivimos en un mundo dinámico marcado por las leyes de la naturaleza en el que nada permanece estable indefinidamente, todo está sujeto al cambio. En el caso de los seres vivos, estos cambios pueden alterar el equilibrio que mantenían con su entorno y hacer peligrar su existencia, por lo que necesitan adaptarse a ellos para poder seguir viviendo. La adaptación es pues una estrategia implantada por la naturaleza para preservar la vida y supone un remedio natural para restablecer el equilibrio ser vivo-entorno.
“Solo sobreviven los que se adaptan mejor al cambio”, dijo Charles Darwin. En la actualidad, nadie muere por no adaptarse a las demandas que le envuelven, pero sí sufrimos y tenemos un mayor riesgo de padecer trastornos depresivos y de ansiedad. Porque la inadaptación trae sufrimiento, porque quien se niega a cambiar se frustra y se enfada porque la realidad no responde a sus deseos.
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¿Por qué nos cuesta tanto?
- Miedo a lo desconocido. A veces, es tan grande el miedo a la incertidumbre, a no saber exactamente qué es lo que va a pasar, o los obstáculos con los que te vas a encontrar si realizas un cambio, que te quedas anclado en una situación dañina o conflictiva para ti. Ahora bien, es imposible que tengas todo bajo control y que puedas manejar con antelación todas las variables nuevas que surjan en tu camino.
- Baja tolerancia al periodo de adaptación. Un cambio profundo implica un proceso de adaptación, no es un acto abrupto que se produce mecánicamente en instantes, sin que apenas te des cuenta, o te requiera esfuerzo y energía. Si esto no lo tienes en cuenta, puede que te asustes cuando veas que, hasta los cambios que son “para mejor”, te demandan un tiempo para que te acomodes a ellos. Es normal que al principio te sientas extraño, incómodo, un poco desorientado, pues has salido de tu zona de confort (lo que ya dominabas y conocías) para adentrarte en terreno nuevo.
- La expectativa del cambio externo. Si atribuyes tu malestar en un gran porcentaje a las circunstancias, a la mala suerte, a las conductas de los otros, etc. es bastante probable que te sientas impotente, frustrado y que pienses que nada puedes hacer por cambiar tu situación. En cambio, si das mucho más peso a variables que tienen que ver contigo, como tu actitud, tu esfuerzo, tus pensamientos, tu trabajo, etc., empezarás a sentirte agente activo de tu vida, y será más probable que contribuyas a la transformación de tus circunstancias.
- Objetivos poco realistas o ambiguos. Puedes estar muy motivado a dar un cambio, incluso puedes haber manifestado en palabras lo que quieres lograr; pero si no defines de manera concreta, medible y realista lo que quieres, te será más difícil saber qué pasos tienes que dar exactamente para alcanzarlo.
- Identidad. Nos cuesta tanto cambiar porque pensamos que al cambiar estamos dejando de ser una parte de nosotros. Asociamos cambio a pérdida de identidad, creemos que nada volverá a ser igual. Aunque el cambio que se nos plantea no tenga que ver demasiado con nuestra identidad, lo cierto es que todos hemos construido una identidad gracias a nuestro entorno y tareas actuales y dejar de hacerlas es percibido como dejar de ser quienes somos. En realidad no es así, en realidad somos los mismos cuando cambiamos, pero haciendo cosas distintas.
- Actitud. Cambiar generalmente es una cuestión de actitud frente al cambio, más que de imposibilidad de cambiar. Todos podemos cambiar lo que hacemos, pero no todas las personas están tan abiertas al cambio como otras. Lo cierto es que si ya de entrada estamos cerrados al cambio, es muy fácil que a medida que los cambios quieran entrar en nuestra vida les cerremos la puerta constantemente. Existen personas con una mayor apertura al cambio, con una mentalidad más positiva frente a ellos. Saben que en la mayor parte de las ocasiones, si salen de la zona de confort encontrarán algo bueno y positivo: aprendizajes, nuevas experiencias…
- Estabilidad. Los seres humanos buscamos estabilidad, es decir, queremos que las cosas sean lo más sencillas y fáciles posibles. Es el motivo por el que tratamos de sentirnos seguros y de tener ciertas costumbres fijas y estables. El cambio es de todo menos estabilidad, y por eso cuando tenemos que cambiar o nos sentimos obligados a hacerlo, sentimos un rechazo a este, porque el cambio nos invita a desestabilizarnos durante unos instantes (que pueden ser días, meses y a veces… años).
Mejorar la adaptación al cambio
- Empieza creyendo que es posible. Empezar con una mente abierta frente al cambio siempre será de ayuda, sé curioso, investiga, piensa ¿y porqué no?
- Acepta el cambio. Negar que estamos en constante evolución y cambio no hará sino que las cosas empeoren o estallen frente a ti en cualquier momento. La clave no es negarlo, es adaptarse.
- Empieza haciendo algo positivo. Quizás no seas el más fiel al cambio, y seguramente te dará algo de miedo cambiar, pero ¿qué te impide hacer algo?, ¿dar un pequeño paso? Empezar a caminar aunque sea un poco en la dirección adecuada hará que puedas ver que el cambio no es tan difícil como piensas ni tan negativo.
- Empieza a creer en ti. Si no crees en ti no podrás cambiar, te quedarás estancado y no evolucionarás ni personal ni profesionalmente Genera un sentimiento de autoconfianza, empieza a creer que es posible, y pronto verás como ya no hay vuelta a atrás.
- Acepta que el camino será difícil. Querer cambiar y pensar que todo va a ser un camino de rosas es un error. Cambiar es difícil y cuesta bastante (mucho), esto hace que sea necesario que te prepares para ello, que saques a la luz tu mejor versión, que seas capaz de desempolvar tu mejor actitud, de dar un paso adelante y de brillar con esa luz propia que en tantas ocasiones te ha hecho triunfar.