Los alimentos en exceso pueden resultar perjudiciales para nuestra salud, incluso aquellos que son sanos, por eso nuestra alimentación debe ser equilibrada y completa.
La sal y el azúcar son ingredientes que forman parte de nuestra alimentación diaria, los utilizamos con frecuencia para darle sabor a los alimentos. Pero si quieres mantener una buena salud, debes de consumirlos con moderación para no dañar el organismo.
El azúcar aporta calorías, las cuales se transforman en energía; sin embargo, está relacionada con la aparición de algunas enfermedades como la obesidad, el incremento en el riesgo de padecer enfermedades crónicas como diabetes, cáncer, osteoporosis, caries, erosión dental, periodontopatías y enfermedades cardiovasculares.
De acuerdo con un nuevo informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), los impuestos a las bebidas azucaradas ayudan a reducir el consumo de estos productos y también la prevalencia de la obesidad, la diabetes tipo 2 y la caries dental.
La sal contiene sodio, un mineral necesario para el buen funcionamiento del cuerpo; no obstante, también está asociada con algunas enfermedades, pues consumirla en exceso puede contribuir a la aparición de hipertensión arterial.
Los riñones controlan la cantidad de sal en el cuerpo, pero si se consume en exceso probablemente no logren eliminarla y ésta se acumulará en la sangre, lo que provocará que el cuerpo retenga líquidos y se presente una falla en el corazón y los vasos sanguíneos.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), un consumo de sal inferior a 5 gramos diarios en el adulto contribuye a disminuir la tensión arterial y el riesgo de enfermedad cardiovascular, accidente cerebrovascular e infarto de miocardio. La OMS también estima que podrían evitarse hasta 2.5 millones de muertes al año si el consumo se ajustara a los niveles recomendados.
La respuesta es clara: el azúcar. Por su condición de nutriente no esencial y por su clara relación con la enfermedad. Solamente en situaciones deportivas se torna un nutriente necesario, pero la sal lo sigue siendo en estos casos también.
Existe evidencia científica suficiente como para afirmar que reducir el consumo de azúcar, incluso eliminarlo de la dieta, traería un montón de consecuencias beneficiosas para el organismo. En primer lugar, la diabetes dejaría de ser una enfermedad endémica.
Por otra parte, se reduciría la tasa de obesidad y con ello muchos problemas de órganos asociados, como los cardíacos. Además, la incidencia de ciertos tipos de cáncer relacionados con el aparato digestivo se tornarían menos frecuentes.
Uno de los principales problemas a la hora de enfrentarnos a la reducción de la ingesta de azúcar es la costumbre de nuestros paladares al dulce. Lo mejor para empezar es intentar sustituir los productos procesados muy azucarados por sus versiones libres de azúcares añadidos.
Más tarde, comenzar a elaborarlos de forma casera, sin utilizar azúcar como edulcorante, puede ser una gran opción. Para otorgarle sabor dulce a las preparaciones una gran idea es utilizar frutas. A pesar de que contienen azúcar en su composición, su cantidad es notablemente inferior a la presente en el azúcar de mesa. El cambio al principio será costoso por la costumbre a la palatabilidad de los productos procesados. No obstante, con el tiempo se perderá esa “necesidad” de productos industriales y la salud se verá notablemente mejorada.
De todos modos, y fuera del debate de si es mejor el azúcar o la sal, no debemos olvidarnos de que ningún alimento en exceso es positivo, y que realmente lo ideal es moverse en términos medios. Por lo tanto, la dieta flexible permite un cierto consumo de azúcar de manera responsable, al igual que de sal. Quizás este tipo de dietas sean la mejor opción a la hora de combinar salud con placer a la hora de comer. Si tenemos dudas sobre esto, siempre podemos consultar con el médico de cabecera o el nutricionista.