Tenemos un capital financiero (por pequeño que sea), un capital solar (nuestras reservas de melanina, la hormona de la que depende nuestro bronceado), un capital social (los amigos, las personas con las que mantenemos algún tipo de relación) y ahora también un capital cognitivo, una reserva que atesoramos a lo largo de los años y que puede protegernos contra el deterioro de las funciones cerebrales, el que nos predispone a la demencia y al alzheimer. Ya existe el cuestionario o el test capaz de medir esta reserva y las variables que se miden son tan habituales (o no) como oír música, leer, aprender idiomas o nuestro tipo de trabajo.
La reserva cognitiva es la capacidad del cerebro adulto de minimizar las manifestaciones de los procesos neurodegenerativos que se asocian al Alzheimer, algunas demencias y otras enfermedades vinculadas al deterioro cognitivo. La adquisición de esta reserva se asocia a la realización de determinadas actividades intelectuales y cognitivas a lo largo de toda la vida; entre ellas, el tipo de trabajo o la complejidad laboral, la alfabetización o el bilingüismo. Por su parte, han perdido peso variables fisiológicas, como la herencia genética o el volumen cerebral.
Según un estudio publicado por la Revista Española de Geriatría y Gerontología, la actividad mental compleja a lo largo de la vida puede ser un factor neuroprotector. Los autores afirman que solo cinco semanas de ejercicio mental basado en tareas de memoria aumentan los niveles de fosfocreatina, la molécula que transporta energía al cerebro y lo mantiene en buen estado.
Lo más revolucionario de la reserva cognitiva es que al identificar las áreas que la forman podemos intervenir, retrasando, por ejemplo, el deterioro de la memoria. Para ello, se ha creado un Cuestionario de Reserva Cognitiva (CRC), validado por la comunidad científica y usado comúnmente, que permite valorar a través de ocho variables nuestra probabilidad de desarrollar algún tipo de deterioro. El test es útil para evaluar el grado de reserva cognitiva en personas sanas de cualquier edad y en pacientes con enfermedad de Alzheimer inicial.
Es una de las variables más importantes. La educación, según el estudio publicado por la Revista española de Geriatría y Gerontología, protege frente a los procesos patológicos cerebrales. La demencia, por tanto, es menos probable entre personas con niveles educativos más altos. El cuestionario mide seis rangos, desde 'sin estudios' hasta 'estudios superiores' con diferentes puntuaciones:
Entramos en la epigenética, la rama de la genética que estudia la influencia de los factores ambientales en la modificación de los genes. En este caso, puntúa el progenitor de mayor escolaridad.
Para proteger la actividad cerebral, el aprendizaje debe ser constante a lo largo de la vida, la llamada 'formación continua'.
Según arrojan los últimos estudios, a mayor complejidad en la ocupación laboral, más conexiones neuronales. La plasticidad del cerebro necesita retos para desarrollarse a su máximo nivel y el trabajo puede proporcionarlos.
Oír música es una experiencia sensorial gratificante. Según algunos estudios, los beneficios de oír la música que nos gusta son similares a los de la meditación. La amígdala, involucrada en procesos de estrés, se contrae, las hormonas del cortisol también disminuyen su actividad. Tocar un instrumento ofrece aún más beneficios: favorece la concentración y genera una intensa actividad neuronal. Por estas razones la formación musical forma parte de las variables del test.
La conclusión quizá más sorprendente del estudio publicado en la Revista Española de Geriatría y Gerontología es que el bilingüismo es un factor de protección del deterioro cognitivo. El estudio comprobó que las personas bilingües mostraron síntomas de demencia cuatro años más tarde respecto a los que solo hablan una lengua.
Leer es el mayor fitness de la mente. España es uno de los países europeos que más tiempo dedica a la lectura, según datos del World Economic Forum. Dedicamos seis minutos al día, un tiempo precioso para nuestra salud neuronal pero menor al que dedican los polacos, los mayores lectores de Europa.
Los juegos y la actividad que implican, ya sea de naturaleza intelectual y social, están asociados con un deterioro cognitivo más lento en personas mayores. Los mayores que tienen más actividades de ocio presentan un 38% menos de riesgo de desarrollar demencia.
Una puntuación igual o menor de 6 puntos sitúa el grado de reserva cognitiva en el rango inferior. Entre 7 y 9 puntos corresponde a una reserva cognitiva situada en el rango medio-bajo. Entre 10 y 14 puntos se considerara medio-alto. Aquellas puntuaciones superiores a 15 puntos se clasifican como una reserva cognitiva situada en la categoría superior. Y un último apunte, quizá en 2021 habría que reforzar las áreas donde hayamos obtenido las puntuaciones más bajas. El cerebro es plástico a todas las edades y está deseando crear nuevas 'pistas', nuevas conexiones neuronales.