Israel sigue estando a la cabeza de la vacunación a nivel mundial. Con un 95% de la población mayor de 50 años con ambas dosis suministradas, la vuelta a la normalidad está más cerca que nunca. La vida vuelve a las calles de ciudades como Tel Aviv, que ha estado sometida a un duro confinamiento desde el pasado mes de octubre hasta que la inoculación masiva comenzó. La antigua normalidad se apodera poco a poco de los núcleos de ciudades y vecindarios en los que la apertura de restaurantes, salas de eventos y bares de copas es una realidad, eso sí, demostrando que ya estás inmunizado. El efectivo sistema de seguridad social y la compra de dosis a Pfizer y Moderna han asegurado un plan perfecto en el que ya se están suministrando las inyecciones a los niños porque sus padres y abuelos la consiguieron hace más de dos meses.
Hablamos con Roberto Singler, un ingeniero venezolano de 45 años que vive en Israel desde hace diez con su mujer y sus tres hijos. En su casa, todos -menos el pequeño- están ya vacunados (justo acaba de empezar la campaña con los niños) y poco a poco van recuperando las libertades coartadas hasta hace poco más de dos semanas. Allí hasta los estadios deportivos están ya abiertos, el más grande de Tel Aviv, el Bloomflied, puede reunir ya hasta a 1500 aficionados ya vacunados. En el primer aniversario del Estado de Alarma en nuestro país, Roberto nos cuenta cómo es vivir en un país que ya roza la inmunidad de rebaño y en el que vacunarse o no es decisivo para hacer 'vida normal'.
¿Cuándo empezó la vacunación?
Comenzó el 20 de diciembre cuando el primer ministro Binyamín Netanyahu salió en la televisión pública poniéndose la primera dosis. Fue un gesto con muy buena acogida en el país porque había mucha gente con miedo, pero después de verle a él, todos acudían a la cita a inmunizarse. El sistema de sanidad pública ha estado muy bien organizado desde ese primer instante. Vacunaciones masivas, un sistema de citas informatizado y cero desperdicio de dosis. Se ha ido cubriendo los grupos de edad muy rápidamente, ahora los mayores de 12 años ya están siendo vacunados.
¿Cómo se está llevando a cabo?
El sistema de vacunación funciona de la siguiente manera: a ti te citan por SMS indicándote la hora, el día y el centro de vacunación al que acudir. Sin embargo, como hay gente que falla y las dosis descongeladas no se pueden guardar, aunque no estés citado puedes ir a hacer cola por si sobran y así no desperdiciar ninguna. De esta forma, yo conseguí vacunarme en un centro que estaba a una hora de mi casa, mucho antes de lo que me tocaba.
Ese día conduje todo el camino con una sonrisa de oreja a oreja, vacunarme significaba poder empezar a hacer vida y viajar, que yo lo necesito hacer por motivos laborales. Me costó dos intentos, la primera vez que llegué a hacer fila había más de mil personas delante. La segunda fue la decisiva y, además, a los dos días de ponérmela me mandaron un SMS dándome cita para la segunda dosis en el centro más cercano a mi casa, justo 21 días después. La vacunación va ya muy avanzada, más del 60% estamos ya inmunizados.
¿Qué vacunas os están poniendo?
A todo el mundo que conozco nos han puesto la de Pfizer, fue la primera en llegar y la más extendida. La otra que hay en el país es la de Moderna y se está utilizando para las vacunaciones que se realizan en domicilios porque su conservación es mucho más sencilla, para aquellos casos en los que la de Pfizer no puede ser.
¿Cómo controlan la gente que está vacunada y que no?
Aquí se ha puesto en marcha un certificado llamado 'pasaporte verde', como el pasaporte de vacunación del que se habla en España. Cuando te vacunas, accedes a él y es la llave de la libertad. Con el pasaporte puedes entrar a restaurantes, a bares, al teatro, cine, museos, puedes viajar. Lo necesitas para poder hacer prácticamente todo. La vacunación es voluntaria, pero sin vacuna no puedes volver a la vida, yo creo que todos deberíamos vacunarnos, es la única forma de recuperar lo que teníamos.
¿Hay normalidad en los restaurantes y bares de copas?
Para entrar hay que enseñar el pasaporte verde, o sea, solo están abiertos (los interiores) para gente inmunizada con ambas dosis. Una vez dentro, es como antes de la pandemia. No hay limitación de personas por mesa y están muy concurridos. Los interiores llevaban cerrados desde el mes de agosto y teníamos todos muchas ganas de salir, de hacer vida, de poder tomar algo sin peligro. Dentro de los locales se respira tranquilidad, la gente está relajada.
¿Han vuelto los besos y abrazos?
El sábado quedamos con cuatro parejas de amigos a cenar y cuando nos vimos nos abrazamos y nos besamos. Lo echaba mucho de menos, es parte de nuestra cultura, de nuestra forma de ser. Fue una satisfacción enorme. Para mí, uno de los impactos más negativos de esta pandemia fue el tema de no poder estar con la gente que uno quiere, ha sido muy traumático.
Y la mascarilla, ¿sigue en vuestra vida?
Lamentablemente sí, y creo que se va a quedar con nosotros mucho tiempo todavía. Si vas a teatro o al cine, tienes que llevarla puesta. El otro día estaba por la calle sin ella, pero al entrar a una tienda me pidieron que me la pusiese para evitar la multa que, tanto para ellos como para mí, asciende a los 1.200 euros.
¿Podéis viajar internacionalmente ya?
Para hacerlo es necesario tener el pasaporte verde y se supone que va a ser una de las siguientes cosas que podamos hacer, pero, por el momento, el aeropuerto está cerrado. El miedo que hay es frente a las nuevas variaciones contra las que no está claro si las vacunas son o no efectivas. Ahora mismo, para entrar o salir del país hace falta un permiso especial y está limitado a 1.000 personas diarias. La próxima semana, el número ascenderá hasta 3.000 y solo podrán entrar aquellos que estén vacunados.
Entonces, ¿respiráis tranquilos?
La verdad es que sí. En la calle ya se palpa otro sentimiento, el de tranquilidad. Los datos hablan por sí solos. Los contagios han caído en picado, las vacunas son efectivas. Ahora es más fácil coger un coche y tener un accidente que contraer el virus. Es un alivio.